Capitulo siete: Reencuentro (Editando)

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Tal vez, Monett sabe algo que yo desconozca. Si ha querido investigar en el Valle de los Reyes, debe tener alguna razón con fundamentos. Dudo que haya querido buscar aquí porque es el único lugar donde se encuentran todos los cadáveres de los faraones, sin menos preciar Luxor y otras ciudades del país. Sólo debo mantener mi boca cerrada y evitar comentarios que puedan hacen saltar chispas en la cabeza de mi mentora, sólo debo seguirla, escucharla, anotar, recordar y vivir la experiencia que resultará de base para mi tésis.

Cerré nuevamente mis ojos para tomar nuevamente una siesta.

-Isaac -alguien susurró. Negué con la cabeza, no quería despertar-. Isaac, despierta.

Su voz se parecía a la de Monett. Estaba delirando, y supongo que he estado así todo este tiempo, lleno de alucinaciones.

Abrí mis ojos, y no era ella. Seguía siendo aquel ente que he estado persiguiendo en estos pasadizos de mierda que no llevan a ningún sitio en concreto. Mi vista se adecuó y por primera vez pude distinguir la figura de esta chica: estatura media, creo que tiene tez morena, no podía corroborar con esta oscuridad; ojos almendrados de color café; cabello corto hasta los hombros y con pequeño flequillo que le cubría la frente; cada oreja contenía dos perforaciones, grandes aretes decoraban sus lóbulos. Tenía un parecido a Monett, sólo en algunos detalles como sus ojos, nariz, boca y esa pequeña cintura. Tenía más que claro que no era ella.

-No debes dormir -me dijo.

-¿Por... por qué no? -alegué mientras cerraba mis ojos nuevamente, quería quedarme a descansar. Hace mucho que no tomaba una buena siesta.

-Tu amiga -susurró con delicadeza-, te necesita..

Reaccioné. Observé el lugar y ella ya había desaparecido. Tenía razón, Monett me necesitaba. No estaba al tanto de las circunstancias, mi cabeza ya había olvidado lo que era importante en este momento, encontrarla y así buscar una salida juntos. ¿Y si nunca la encuentro? ¿Si no se encuentra con vida? No, no perderé más el tiempo aquí echado como un perro vago, y tampoco esperaré a que todas las dudas que tengo sean contestadas en este preciso instante, ni que me llegue del cielo. Sólo la necesito, solamente a ella y nada más. Mis dudas pueden esperar, mi cansancio debe esperar.

Tomé mi mochila y marqué el paso. Chocaba de vez en cuando con las paredes, estaba mareado, cansado y eso entorpecía mi camino. Este era mi estado, débil al igual que un borracho en la noche tratando de encontrar un lugar donde descansar; la única diferencia es que ya me acostumbré a este lóbrego lugar y ya sé mas o menos dónde debo ir, tenía un algo de seguridad dentro de mi. Una seguridad que sólo duraba un par de horas y luego se esfumaba dando paso a mi inseguridad.

Llegué a una intersección. Una parte de mi me decía que siguiera derecho, otra me sugería ir a la izquierda, y una a la derecha. Escogí la primera.

La penumbra se intensificaba por cada pequeño paso que daba. Percibía como el frío estaba tras mis espaldas y me abrazaba con brío. Estaba dudando. Me detuve un momento y miré hacia atrás. Tenía una intuición, me decía que debí haber escogido otro camino, tal vez el de la derecha.

-No me había dado cuenta -susurró la voz-, pero tienes un gran parecido a mi esposo.

Pasó su suave mano por mi rostro, parecía una fina tela con suavizante.

-¿Quién...quién eres? -pregunté tratando de seguir su rastro.

-Monett... ella sabe quien soy.

-¿Cómo sabes nuestros nombres?

-Las personas como nosotros sabemos todo, Isaac -sentí sus manos en mi hombro-. Sé que están aquí en busca de algo -susurró en mi oído derecho-, y están a punto de encontrarlo, pero tienes que encontrar a tu amiga. Ella lo sabe todo.

El Misterio de Smenjkara (FDLA #1) [EDITANDO] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora