Sus manos son suaves, su piel es tibia, y su alma me acaricia cada día.
Me pasa que lo miró y se que lo elegiría a él, aunque pasaran mil años, aunque el engordara, aunque el envejeciera, aunque le salgan canas.
Sus encantadores ojos que me observan hasta el ultimo detalle, sus manos acariciadoras que toman mi cintura para acercarme a sus dulces besos, adictivos besos.
Y las grandes noticias de que he subido de peso tanto que si sigo así en un mes más tal vez salga de aquí, a la libertad de mi hogar.
Han dejado de darme las pastillas recetadas por el psicólogo, así que SeungCheol me dice que eso ya es un gran paso.
Las pastillas para mi corazón ahora solo me las dan por las mañanas, y ya me he podido volver a unirme a los ejercicios matutinos.
La pesa me delata a 48 kilos, una delgadez aceptable según escuche por los doctores que vinieron a verme y SeungCheol me susurro que los 55 kilos eran la meta para dejarme irma a casa.
55 kilogramos, solo 7 kilos más y adiós prisión.
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