Cita con un final apestoso

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Eran las cinco de la tarde, cuarenta y seis grados al sol. Los lagartos estaban tomándose un refresco en la sombra. Empezaba a palparse el desastre y a mascarse la tragedia...

Lo había conocido una noche hacía dos semanas. En una discoteca.
Me llamaron la atención sus pintas de desaliñado. Llevaba su pelo rubio recogido en una coleta y una sudadera con miles de agujeros que lo hacían ver muy transgresor. ¡Que le voy a hacer si me atraen los chicos así!

Me acerqué a él y descubrí que era muy buen bailarín. En aquel momento debí hacer caso a esa frase que dice siempre la abuela, “nunca te fíes de un hombre que sepa bailar bien”, y salir de allí corriendo, pero hice oídos sordos y no me separé de él en toda la noche.

Al día siguiente las ganas de volverlo a ver se me hicieron inaguantables.

Comenzamos entonces con conversaciones por whatsapp. Ahí me decía que se moría de ganas de volver a verme, que teníamos que vernos de nuevo. Pero él estaba siempre muy liado y por una cosa u otra nunca podíamos quedar.

Quedamos directamente en su casa.

Me bajé del bus y él me mandó su ubicación, porque claro, ¿cómo iba venir a recogerme si luego tenía que volver a recorrer lo andado? (Lógico, ¿no?).

Llegué a su casa medio desmayada, pero él se comportó de una manera excelente. Como todo un buen anfitrión, me ofreció todo lo que tenía —a su alcance, claro—.

No tardó mucho en encerrarme en su habitación y, tras unos romantiquísimos preliminares, logró su objetivo con final feliz...

Una duchita, un cigarrito y me largó de su casa.

Mi cara, como era de suponer, más de póker que la de Lady Gaga.

Pero tranquil@s, todavía quedaba lo mejor.

Todos esperaríamos ese final que las pelis nos han inculcado, pero no, ¡este le daba mil vueltas!

Sin más rodeos, me soltó que le bajara la basura.

Si, tal cual lo cuento.

Como es de esperar le dije un rotundo NO.

Pero él, no se achantó a mi negativa.

El ser engendrado por el demonio me miró con esa cara que podría ablandar incluso a la más dura, me cogió de la mano de forma estratégica, me coloco la bolsa de basura, me dio un romántico beso de despedida mientras me cerraba la mano por si la basura se escapaba y ¡¡hasta luego, Lucas!!

Nunca se supo más de él.

Para él fui una chica de usar y tirar (sobre todo de tirar).

Adaptación de una historia anónima de Modernadepueblo.com

¿Una vuelta de tuerca? {Terminada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora