EXTRA TRES

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Día de su fallecimiento
Entrada de la noche

Después de despedir a Mila, ya con un peso menos sobre el corazón, sólo faltaba deshacerse de la última carga sentimental.

Hacía dos horas que la había llevado a dormir y apenas se asomaban las ocho de la noche. Su padre, cansado y agobiado, siempre llegaba a las nueve; pero, ese día, decidió vagar por las calles y reflexionar.

Cansado de esperar para que Mila no se quedara sola, optó por salir así nada más. Con la idea de que ella estaría bien esos cuantos minutos.

Sin hacer ruido, salió de la casa con carta en mano y se dirigió a aquel lugar en que alguna vez pasó las noches.

Sin tomar importancia al hecho de que alguien fuera a verle, caminaba decidido por las frías y estrelladas calles. Únicamente, con el propósito de despedir silenciosamente a la chica que alguna vez amó.

Sin saber por qué, se le vino a la cabeza un súbito recuerdo de Rain, pero lo desechó con desdén.

Corrió los pocos metros que le faltaban y procedió a ingresar en el patio posterior de la morada.

Subió despacio las escaleras que permitían llegar al techo, se detuvo a la mitad e ingresó en el balcón de Camile, con el corazón latiendo a mil por segundo.

Sabiendo que ella siempre olvidaba cerrar bien, empujó suavemente una de las puertas y la observó unos segundos.

Acurrucada y temblorosa, dándole la espalda a él, estaba la muchacha. Se le partió el corazón; aún le importaba muchísimo y quería saber si había opción de enmendar su situación y tener nuevamente esa estrecha y preciosa relación hermosamente desastrosa que llevaban.

Pero no, ya no tenía la fortaleza para quedarse y averiguarlo. Pues, él mismo, se había encargado de eliminarla.

Se acercó despacio a la cama, besó su coronilla y acarició su hombro. No tardó ni un minuto y la primera lágrima brotó intensamente de sus ojos, después la siguiente, otra y otra más, no se detenían.

Ya sin la poca confianza suficiente, dejó la carta sobre el buró y salió velozmente.

Volviendo a su hogar.

Segundos después de su partida, Camile sintió un pequeño escalofrío. Despertó y reparó en la puerta abierta del balcón, pero no le prestó caso; después de todo, a veces se le olvidaba dejarla cerrada.

Aun sabiendo que no había sido así, se levantó, la trabó como debía ser y se volvió a dormir. Sin siquiera notar la hoja de adiós de quien alguna vez también le entregó el corazón.

Y ahí, se acababa otra más de esas trágicas historias de amor, al menos entre ellos...

El Chico Del Autobús {HDC Vol. 1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora