Capítulo 2

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II




—Si lo que pretendía era hacerme sentir incómodo, no lo ha conseguido señor Kriegger.

Morten ensanchó la sonrisa, sombrío. Tanto él como Lucius habían invertido las últimas dos horas en ello, pero el enviado de Petrov resistía francamente bien.

—No era mi intención, Doctor. —Fue la respuesta de Kriegger cuando, tras mostrarle la más pequeña de todas las celdas, le invitó a entrar—. Mi casa es su casa.

—Pero mi celda no es la suya.

El enviado del Káiser llevaba tan solo cinco horas a bordo de la Valkirie, pero habían sido tan insoportables que Kriegger había llegado a creer que el Káiser lo había elegido personalmente para hacerle la vida imposible.

El Doctor Constance era un hombre de carácter fuerte capaz de encontrar fallos incluso en la propia perfección. Se caracterizaba por su capacidad innata de sacar de quicio a prácticamente cualquiera, pero también por ser una de las mentes más brillantes de toda la flota, detalle gracias al cual había llegado a convertirse en una eminencia.

Constance era un hombre astuto e inteligente, de mirada bondadosa y sonrisa contagiosa, pero con un sentido del humor tan ácido que solía acabar provocando animadversión en los que le rodeaban.

—Eso levantaría todo tipo de rumores de lo más inoportunos, Doctor Constance.

—Inoportunos... curioso vocablo, aunque me temo que mal empleado en este caso, señor Kriegger. Creo que lo más adecuado sería utilizar algo así como "incómodos". Rumores incómodos. ¿Qué le parece a usted, señor Ravenblut? ¿Rumores inoportunos o rumores incómodos?

—Ambos son una carga que no deseo compartir, camaradas. —A diferencia de Kriegger, Ravenblut había disfrutado profundamente el continuo intercambio de dardos envenenados—. Doctor, ha sido un placer, pero el praetor y yo debemos asistir a una reunión de alta importancia. ¿Sería tan amable de disculparnos esta tarde?

—Por supuesto, no habrá ningún problema siempre y cuando cenen conmigo esta noche.




Habían pasado tan solo siete horas desde que Kriegger había regresado a la Valkirie, pero el praetor se sentía como si hubiese pasado un año. El Doctor había llegado acompañado únicamente de una pequeña maleta tan grande como él y dos claras órdenes procedentes del Káiser: uno, estudiar y ayudar a los dos nuevos sujetos en todo lo que pudiese, y dos, convertirse en la sombra de Kriegger.

Para disgusto de Lucius, la primera orden había quedado relegada a un segundo plano. El Doctor había rechazado las visitas guiadas que el praetor le había preparado a manos de uno de sus hombres, Eldwin Fuchs, y no había cesado en su empeño hasta convencerle de que fuera él mismo quien le mostrara la nave. Una hora después, ya con Kriegger como guía, decidiría visitar las instalaciones médicas y curiosear las bodegas de carga; se detuvo a charlar a todo aquel con el que se cruzó por el pasillo, y, por último, pidió saber el motivo por el cual la Valkirie no cumplía con el estricto régimen de vigilancia impuesto por el Káiser en su propia nave.

Demasiadas preguntas.

Morten se había unido a ellos a mitad de camino. Su intención era únicamente la de saludar al Doctor, pero al ver la tensión reinante entre los dos hombres había decidido convertirse en el tercer miembro de la peculiar comitiva que, tras recorrer casi toda la nave, daría por finalizado el viaje en la pequeña celda elegida por el propio Kriegger para el nuevo visitante.

Sujeto 5.555Where stories live. Discover now