Capítulo 13 (Explícito)

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Llevo dos meses visitando todos los días a Tadeo... Bueno, el Lobo Feroz y nuestra relación va muy bien, aunque siendo sincera me da un poco de miedo.

Aunque acepto que no todo es rosas y arcoíris. Mi matrimonio con Dominik está siendo arreglado y tanto él como mi madre están felices.

Mi relación con mi madre va deteriorándose día con día y los únicos momentos felices es cuando estoy con él, Lobo.

-Morgiana- me llama mi madre. Ahora rara vez me llama Caperucita- ¿Vas a algún lado?

-Eh... Sí- respondo con decisión aunque por dentro tiemblo.

-¿Dónde?

-A la casa de la abuela para ver si está bien de salud- digo un poco nerviosa - Ya sabes que con este clima frío puede llegar a tener complicaciones - sonrió al final y ella asiente.

-Quiero que estés aquí antes del anochecer - me ordena- Si no, no saldrás a menos que Dominik venga a sacarte para una cita.

Gruño internamente ante eso y las incontrolabres ganas de rodar los ojos me ganan.

-Madre- digo en reproche.

-Puedes irte - luego de decir eso se da la vuelta para entrar a la cocina con aire omnipotente.

Me voy de la casa tirando la puerta. Sé que es infantil e inmaduro pero no puedo evitarlo, aún sigo siendo en parte una niña; También es injusto lo que están haciéndome.

Camino y antes de llegar a la casa de él, lo veo acostado bajo la sombra de un árbol, sonrío ante su expresión relajada. Apresuro mi paso y cuando estoy cerca me lanzo encima de él para luego darle un beso en sus labios y repartir algunos por su mandíbula disfrutando la picazón que provoca su barba de al menos tres días, ganándole la tentación lo muerde suavemente en la barbilla.

-Hola, Lobo- le saludo, él sonríe ante el apodo.

-Caperucita, - dice en forma de saludo- ¿Es correcto qué estes aquí, teniendo prometido?

Sonrió ante su respuesta y se encogió de hombros disfrutando de su broma.

-No lo sé, -digo con una sonrisa maliciosa- Según mi madre debería estar en casa de mi abuela y no con otro hombre.

-¡Vaya! Sé que estoy viejo pero no exageres que no lo parezco- dice y una sonrisa pecaminosa aparece iluminando su rostro- Pero ¿Qué tal si jugamos a que soy tu abuela?

Se levanta ayudándome a mi también, cuando me levanto atrae mi cuerpo al suyo. La dureza de sus músculos contra la suavidad de mis delicadas curvas.

-Pero si no te pareces- digo riendo, él se encoge de hombros abrazando con más fuerza mi cintura - Está bien, juguemos.

-Bien, -confirma con su sensual sonrisa- Espera unos cuantos minutos hasta que yo te diga la palabra ''Empecemos'' ¿Bien?

Asiento y él entra en la casa dejando abierta la puerta, me encanta su lado juguetón, es tierno. Esperó alrededor de tres minutos hasta que al fin grita y me río ansiosa pero a la vez emocionada.

Me acerco a la casa y toco la puerta y ésta se abre. Entro con precaución.

-¿Abuelita adónde éstas? La puerta estaba abierta y entré. - digo poniendo la voz más dulce e inocente que puedo.

-Estoy en mi habitación, hijita. Pasa. - dice con una voz tan divertida que apenas contengo la risa, ¡Oh, sí! ¿Cómo no amarlo?

Camino hasta su cuarto y entro. Lo veo acostado en la cama con las sábanas hasta el cuello y mirándome fijamente, su mirada de depredador me pone nerviosa, me acerco con lentitud.

CAPERUCITA ROJA Y EL LOBO FEROZ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora