VIII

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Lloyd's POV

Una vez más, yo era el responsable de un desastre.

No me bastó con casi romperle la nariz a Kai, aún tenía ganas de golpear otra cosa. Me sentía impotente, temía de mi ira. Alguna vez aprendí que la ira en mi es peligrosa: como el fuego, no se puede apagar sino al primer chispazo. Después es tarde.

Para mí, no era la primera ocasión en la que era tarde. Toda la vida me habían hablado de crecer, madurar. Tenía miedo hacerlo. De entrar en ese laberinto llamado adolescencia, a ese lago de decisiones llamado adultez, de que llegase un momento en el que me enamorase... ya que en el amor, un error te cuesta el corazón. Tenía un miedo de crecer y no convertirme en el hombre que todos esperaban de mí, de sumirme solo en ese largo camino llamado vida.

Solo bastó un segundo y todo llegó de golpe. No tuve tiempo de vivir muchas cosas, ya era demasiado tarde.

Desde entonces, siempre tengo presentes tres sentimientos.

La tristeza. Que es como polvo, seca y sin sabor. Penetra por la nariz y los ojos hasta hacerlos arder, pero sobre todo por la boca. No puedes tragártela por que no tienes ni la más mínima gota de saliva. Se te pega al paladar, a la lengua y te hace rechinar los dientes.
La ira. Es un bloque de concreto, negro e impenetrable. Esta delante de ti, y de igual forma dentro de ti. Es inmenso y no puedes traspasarlo ni rodearlo, pesa inimaginables toneladas de impotencia. Está ahí, ocupando el espacio en que podrías habitar y chupando el aire que podrías respirar.
Y por último la desesperación, que es más que las anteriores juntas. Es como un huracán o un ciclón, hecha de viento y nubarrones. Estas en medio, viendo cómo todo se derrumba y se cae a pedazos. Juras que en ese mismo instante darías tu vida con tal de salir de esa espiral sin principio ni fin.

Estaba cansado, estaba tan cansado de sentir todo aquello.

Sin embargo, había una idea que no podía sacarme de la cabeza y era que Kai se lo merecía. Se merecía ese golpe con toda la fuerza del mundo. Aun así, estaba seguro que no debí ser yo quien lo golpeara. Debía haber otra forma de solucionarlo, estaba más que claro que no me agradaba la violencia. No podía creer que había sido capaz de reaccionar de tal modo por más herido que estuviera. Pero no quería escuchar a Kai, sólo quería hacerlo callar...

Por segunda vez en el día exploté. Tomé mi almohada y la estrellé contra la pared con fuerza hasta que escuche como las costuras crujían al romperse, acto seguido la lancé contra a la esquina y la pateé hasta que su relleno de algodón quedó esparcido por el suelo

Me llevé las manos al pecho y lo presioné con fuerza para tranquilizarme. Mi furia se convirtió en sollozos, hasta que las lágrimas me mojaron el rostro y me quede mirando el vacío de la habitación deseando olvidar donde estaba, para así descartar la idea de encerrarme ahí por el resto de mis días.

Finalmente concluí que estaba cansado de llorar.

Escuché pasos frente a la puerta en el pasillo y sentí como el corazón me saltó en el pecho. Rápidamente me restregué las mejillas y me alise el cabello aun mojado por la lluvia como si eso de alguna manera fuera a calmarme, esperando en silencio a que quien fuera que estaba al otro lado de la puerta entrara sin permiso a cuestionarme sobre mi comportamiento. Me quede parado frente a la cama, mirando la puerta durante unos segundos. Cerré los ojos fuertemente deseando que se persona se alejara.

—Hola.

El corazón me dio un segundo brinco para después ser estrujado por un sentimiento que no pude describir. Existen cerraduras cuya llave dorada y única es la voz de alguien. El dueño de aquella voz podía abrirla, pero sus palabras no habían sido las correctas... Fije mi vista en la fina línea entre la puerta y el piso, viendo la sombra de sus pies en la luz del pasillo. Él no dijo nada más, no había nada más que decir y no había nada que yo quisiera escuchar de su parte.

GET UP | Greenflame | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora