¿Por qué te fuiste tan pronto?

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Hacía tiempo que no la veía pasear por la calle y se notaba su ausencia. Ya nadie me sonreía igual que lo hacía ella; ya nunca estaba asomada a esa pequeña ventana donde sé que le encantaba observar ese ordinario paisaje de cada mañana: una calle triste con prisas y malas palabras. Sin embargo, siempre que yo pasaba por ahí, me decía que yo la iluminaba con mi felicidad. Que por esas calles ya no pasaban almas tan jóvenes y mucho menos personas que se acordasen de la gente no tan joven...

Echaba de menos las tardes después de clase, aquellas en las que bajaba corriendo, deseando que me contara un trozo más de su larga historia de su juventud. No había día que no me trajera esas galletas tan ricas que sólo ella sabía cocinar.

¿Saben? Siempre me repetía que yo era el motivo por el cual ella se levantaba con ilusión y ganas, me agradecía que yo hiciera compañía a una anciana, como ella se decía. Pero yo no lo veía así; jamás lo hice por compromiso, simplemente me sentía como en casa, como si alguien muy sabio supiera todo lo que uno ha de saber para hacer feliz a los de su alrededor.

Y ahora que ya no está, deberíais ver la calle...

No era sólo yo la que la iluminaba, ella era la alegría...

El eco de lo no dichoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora