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—Lo siento —murmuró, bajando la mirada hasta el suelo, a pesar de que sabía que aquel supuesto juguete no lo comprendería, porque no era él, y porque hacía tiempo que asumió que jamás regresaría— Lo siento... —insistió— Por olvidar tu sonrisa hace tanto tiempo.

Pero yo...

Elevó la cabeza para mirarle con la valentía que tanto había necesitado demostrar en aquel momento, ese mismo en el que su amigo se vio obligado a deshacerse de su propia existencia por esa ventana donde ellos dos observaban el cielo cada mañana, todas aquellas en las que Tobio le visitaba. En aquel entonces hacía poco tiempo que la discapacidad del de anaranjado cabello le había impedido jugar en el patio, como siempre habían hecho, a causa de su inconveniencia al momento de mover sus piernas por un inesperado accidente.

Tengo el deseo de verla...

Entonces fue cuando los labios del otro se alargaron sospechosamente.

Una vez más.

Hasta formar una dulce sonrisa, la misma que logró destruir la dura coraza que cubría su corazón.

—¡¿Por qué?! —gritó, lanzándose sobre él, envolviéndole en un profundo abrazo, perdiendo ya el control de sí mismo— ¡¿Por qué tu ausencia todavía me hiere?! —vociferaba, comenzando a notar cómo sus mejillas se llenaban del dolor que tanto había reprimido en su interior— Yo... ¡Me arrepentiría de todo si eso te trajese de vuelta!

—¿Por qué te disculpas? —susurraba extrañado, con aquella tan añorada voz.

«Soy yo el que ha perdido, prefiero que tú sigas luchando hasta el último momento.»

—Yo... Sólo quiero que vuelvas... —continuaba, cerrando con fuerza sus húmedos párpados, reconociendo al fin su interminable dolor—. No lo hagas... Otra vez... No me abandones aquí...

«Gana por mí.»

—Yo... Lo he pensado bien, y creo que sí, quiero cambiar el mundo... —insistía el angustiado azabache.

—Ojalá, algún día, lo consigas —respondió sin perder todavía su sonrisa.

«Y quizás, en otra vida, podamos reencontrarnos.»

En ese instante el cuerpo del contrario parecía pesar mucho más. Tobio abrió los ojos para después dejarlo caer suavemente sobre su sofá y, observando aquella llave, creyendo averiguar el modo de ganar tiempo comenzó a girarla desesperadamente. Pero, sin encontrar resultado alguno y vencido por el sueño, se aproximó hasta el brazo de su viejo amigo, donde inevitablemente posó su rostro.

Entonces, por primera vez, pudo dormir sin desvelo.

«¿Por qué las personas, a pesar de estar llenas de verdades, solo dicen mentiras?»

Porque esas verdades están colmadas de dolor, y el dolor es solo una mentira más.”

«Yo te perdonaría si me mintieses, ¿me perdonarías si algún día te hiriese?»

Quería preguntar si su corazón latía tan rápido como el mío...

Pero temía averiguar la respuesta.

Juguete De Cristal [Haikyuu / Yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora