Capítulo 6: ¿Quién es?

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Me quedo paralizada. No hace mucho que volteó y sólo puedo ver sus ojos. Son de un azul que nunca he visto en alguien más; un azul pálido, como el cielo de la madrugada. No puedo sentir más que misterio al verlo. Sin duda es joven, ya que no hay ni una sola arruga en su piel y sus facciones son aún muy definidas. Tiene aires de elegancia. La forma en la que está parado, en que mira. No parece querer decir nada.

Me sorprende lo pálida que es su piel, casi hasta verse transparente. Sé que es imposible; pero todo en él misterioso. El cuello de tela de su abrigo le cubre toda su garganta, hasta el punto de no dejarle ver ni un solo centímetro de piel de su cuello. De hecho, está todo cubierto y la única piel que puedo ver es la de su rostro. Por todo esto no puedo evitar pensar que quizá esté enfermo. Su atuendo es demasiado elegante, incluso más elegante que el de todas las personas que están aquí reunidas.

Me quedo de pie, mirándolo sin decir una palabra. Sé que mi boca ha de estar abriéndose lentamente ante la sorpresa. En este instante no provoca en mí miedo, como ayer; sólo me causa una sensación enorme de intriga.

—¿Robarles, señorita? —dice, mirando hacia la pared, pensativo—. Discúlpeme, pero no recuerdo haber hecho eso.

Aún tiene las manos cruzadas en la espalda. Después de responderme, se voltea y continúa observando el cuadro de peras.

Me molesto y toda la intriga que me causaba desaparece. ¿Cómo es posible que no lo recuerde?

—¡Usted está loco! —exclamo, retrocediendo. Levanto mi dedo índice y muevo mi mano al hablar—. Lo vi ayer, con mis propios ojos. Me asustó, asustó a mi perro...

—¿Lo hice? —responde, mirándome con una sonrisa para luego devolver su vista a lo que ya estaba mirando—. Créame, no era mi intención asustarla. Además, si hubiera tenido la intención de robarles no hubiese caminado tranquilamente, tocado la puerta y permitir que usted me viera.

Estoy a punto de protestar, pero no lo hago. Él tiene razón, un ladrón nunca tocaría la puerta; un ladrón nunca dejaría ser visto.

Me distraigo por un instante hasta que me doy cuenta de que está mirando mucho el cuadro de papá.

—Ese cuadro no está a la venta —señalo ante su evidente interés.

—No pretendo comprarlo, señorita. Sólo me ha parecido muy curioso.

—¿Curioso? Es sólo un cuadro de peras —respondo.

—Así es. Lo que sucede es que me parece haberlo visto antes, ¿sabe? Pero sólo son cosas mías.

Voltea hacia la mesa del comedor. De repente su mirada parece ausente. Decido volver al tema.

—¿Y entonces qué pretendía? —inquiero.

—Le he dicho que no pretendía asustarlos.

—Con eso está admitiendo que vino anoche...

—En realidad, nunca lo negué. —De repente me siento estúpida, tiene razón.

Ahora su voz suena más baja. Con una mano comienza a tocar la superficie del comedor, pensativo. Parece que estuviera susurrando algo, pero ningún sonido sale de su boca. Sólo está ahí parado, acariciando un punto de la mesa del comedor. No sé qué le sucede, está actuando muy extraño.

Miro hacia el hall, papá aún sigue hablando con sus amigos. Mi mano se mueve con ansiedad contra mi muslo. Estoy nerviosa.

—Entonces, ¿qué quería? —insisto, esta vez con voz más suave.

—Sólo tenía curiosidad. —Me sonríe.

—¿De qué?

—De entrar a esta casa. Ha estado cerrada por tanto...

Desde hace un sueño (En físico en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora