Capítulo 1

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Vísperas de Año Nuevo, New York, 1958.

"Some people say man's made out mud,
Well, a good man's made out of muscle and blood
Muscle and blood, and skin and bones,
And mind that's weak and the back that's strong.

You load 16 tons,
And what do you get?
Another day older,
And deeper in debt.
Saint Peter, don't you call me,
Cause I can't go,
I owe my soul to the company store."

El hospital estaba sumido en un ambiente de estrés absoluto. En los parlantes resonaba a todo volumen la canción Sixteen Tons de The Platters, perfecta para expresar el estado de ánimo de todos. El "Lincoln General Hospital" era un edificio amplio, con cinco plantas equipadas con los mejores implementos que se podía tener en esa época. Accidentados de todo tipo y enfermos recurrentes repletaban el lugar, haciendo que la poca cordura que el plantel médico conservaba pendiera de un hilo.

La enfermera Cabello no era la excepción. Le habían encargado hace dos días hacer el papeleo correspondiente a los últimos ingresados, pero la pila en vez de disminuir aumentaba con cada paciente que llegaba en busca de atención médica. Camila estaba pensando seriamente en pedir sus vacaciones, pero como había entrado hace unos cuantos meses atrás, tendría que esperar. Camila amaba su trabajo, pero la burocracia del hospital la colapsaba.

Tras tres horas de trabajo sin descanso, dejó uno de los folios a un lado y estiró sus brazos, escuchando cómo sus huesos crujían bajo la acción. Bostezó y se levantó de su asiento, con las piernas algo entumecidas. Caminó en dirección al comedor del personal y se sirvió una humeante taza de café. Estaba concentrada en ello cuando alguien le tapó los ojos. No tenía que hacer mucho para adivinar quién estaba haciendo eso.

— Mani, déjame tranquila.

Una risa juguetona se escuchó antes de que descubrieran sus ojos. Normani Kordei, una de sus mejores amigas le estaba sonriendo de vuelta. Se habían conocido durante sus años en la Universidad y habían decidido arrendar piso juntas con una amiga de Normani, Dinah, quien ahora era parte fundamental de su vida. Dinah era una aspirante a actriz y trabajaba medio tiempo en una fuente de soda a un tiro de piedra del hospital. A veces, cuando sus horarios se lo permitían, Camila y Normani iban a comer al trabajo de Dinah y aprovechaban de conversar. Desde que se había ido de Miami a probar suerte a New York, se habían transformado en la única familia que tenía cerca.

— Alguien al parecer está estresada. — dijo Normani mientras se sacaba la cofia blanca que llevaba en la cabeza y se sentaba en una de las sillas que tenía a su lado. Camila la imitó.— Así que supongo que el llamado de Dinah te va a recomponer ese genio.

Camila alzó una ceja y se cruzó de brazos a la espera de lo que su amiga le iba a decir. Tenía un extraño presentimiento en la boca del estómago que le decía que las cosas no iban a salir como esperaba ese par.

— ¿Qué es lo que se le ocurrió a Dinah?

— Tú sabes que estuvo participando en un casting para obtener un papel en una obra de Broadway. — Camila asintió evitando poner los ojos en blanco. No le gustaba que se dieran tantos rodeos para darle la información. — Pues el director la ha llamado para invitarla a una fiesta que van a dar en un piso cerca de Manhattan hoy por el Año Nuevo. Y bueno...

— No. — dijo Camila de inmediato.

Normani acercó su silla a la de su amiga y juntó sus manos en posición de súplica. Dinah le había advertido que tendrían que recurrir a esa técnica.

— Dinah dijo que estaría presente lo mejor de lo mejor de las altas esferas de New York. Puede que encontremos al chico ideal en esa fiesta.

— Normani, tengo que terminar de arreglar un montón de papeles y no pienso desaprovechar mi tiempo de descanso en una fiesta. Además, tú sabes que...

— Daniel. Si sé Camz. — dijo Normani con los ojos en blanco. Odiaba las veces que salía ese tema en sus conversaciones. Por lo que comentaba Camila, era un buen chico, pero siempre que hablaban de él, la deprimía. — Pero él no tiene por qué enterarse. A no ser que alguna de nosotras se lo diga y es claramente imposible. Te va a servir despejarte un poco de todo ese papeleo y respirar algo más que desinfectante para hospital. Dinah ya avisó que iría con dos invitadas. No nos defraudes.

Normani dejó a su amiga sola y se fue de la cafetería. Camila la siguió con la mirada llena de admiración. El uniforme blanco del hospital se le ajustaba a la perfección con su bien formado cuerpo. El uniforme de Camila le quedaba algo suelto de las caderas y todavía no tenía tiempo para llevar a ajustarlo. Se quitó su cofia y apoyó sus codos sobre la mesa, abstraída en sus pensamientos.

Apenas salió de la Universidad se había dedicado en cuerpo y alma a buscar un trabajo. El Lincoln había sido el primer hospital en aceptarla y por suerte para ellas, Normani también había quedado cuando postularon. Las cosas después se dieron poco a poco, pero a sus veinticuatro años casi no salía. Otros colegas llegaron en ese momento a servirse café y Camila tuvo que aceptar a regañadientes que sus amigas estaban en lo cierto. Necesitaba despejarse un poco de tantas responsabilidades y vivir su juventud. Un médico tenía abierto un periódico y en la portada pudo leer en grande el titular: "Número de muertos aumenta y la guerra continua sin pausa." Como le sucedía siempre que leía titulares así acerca de Vietnam, su corazón se contraía en su pecho. Casi no hablaba mucho del tema, pero cada momento que pasaba Daniel allá la estresaba aún más. Se sentía inútil, sólo con el consuelo de recibir unas cartas de vez en cuando, pero no era lo mismo. Entre una carta y tener a Daniel cerca, siempre preferiría su presencia corpórea.

Se levantó y lavó su taza. Necesitaba encontrar a Normani para decirle que saldría junto a ellas. A fin de cuentas, en unas horas más sería Año Nuevo y se supone que este trae nuevas energías. Y Camila sabía muy bien que las necesitaba con más fuerza en ese momento.

Llegó a recepción y esperó a que las horas pasaran lo más rápido posible. Aún no había visto a Normani, pero se imaginaba la cara que pondría cuando se enterara de que iría con ellas. Se dejó llevar y se puso a buscar mentalmente en su guardarropa. Sonrió para sí al dar con el vestido perfecto para esa noche. Dinah les había dicho que la obra en la que esperaba participar era dirigida por uno de los más renombrados directores de Broadway, así que tenía que estar a la altura para no defraudar a su amiga y hacerla pasar un bochorno.

La dicha que antes se había negado a recibir por parte de Normani la recorrió por completo y se lanzó en la búsqueda de su amiga. Sabía que estaba en la tercera planta, en la que se encontraba la unidad de maternidad y pediatría. Buscó en las habitaciones y la encontró junto a los pequeños que tenían problemas respiratorios. Normani estaba dándole sus medicamentos a un pequeño vestido con un pijama de tela azul y estampado de cohetes espaciales. La chica pelinegra la observó desde su posición y le sonrió mientras terminaba con sus labores. Se acercó con su caminata de modelo y se apoyaron en la pared.

— Iré. — Fue lo único que soltó Camila. Normani abrió los ojos de la impresión y quedó muda por varios minutos. — Ya. Di algo... Me asustas.

Camila después pensó que lo mejor que pudo haber hecho fue no decir eso. Normani lanzó un chillido desde lo profundo de su ser y la estrujó entre sus poderosos brazos. Camila le golpeó la espalda para que la dejara y eso desató la risa de su amiga.

— Espérate que le cuente a Dinah... Va a estar peor que yo.

Normani le dio un sonoro beso en la mejilla y volvió dentro de la habitación. Una parte de Camila se sentía feliz por lo que pensaba hacer, pero otra, muy en su interior estaba preocupada. Preocupada, porque un presentimiento que se había gestado desde la mañana en su interior le decía que su vida podría cambiar esa noche. Que el primero de enero traería más que el inicio de una nueva vuelta al sol. Algo inexplicable le decía que se preparara, que anduviera con cuidado.

Sacudió la cabeza y prefirió hacer oídos sordos. Si se la pasaba pensando en las consecuencias que traerían sus acciones, mejor se hubiese quedado en Miami como habían querido sus padres en un principio. Se alisó el uniforme con las palmas de sus manos y se fue feliz a continuar con su papeleo.

Aunque no tenía ni idea de lo acertado que era su presentimiento.

Smoke Gets In Your EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora