A Sangre y Cello

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Per me si va nella città dolente,

Per me si va nell'eterno dolore,

Per me si va tra la Perduta Gente.
Dante, "Infierno" ,III

Estaba tumbado boca arriba sobre el césped, la luz de la noche se filtraba a través de las ramas de un viejo árbol; tieso de hace horas con la mirada perdida en la luna. Algunas moscas azules danzaban sobre él, haciendo figuras. En su pecho abierta la herida por la que se había drenado la vida. La sangre manchaba la blanca camisa, llamando parásitos e insectos para que hiciesen su respectivo trabajo. Pronto, bajo el velo de la noche el difunto pasará a ser parte de la naturaleza.

Antes de aquel incidente, ese saco de carne en descomposición era un virtuoso del violín, famoso concertino en la orquesta filarmónica de la ciudad.

Si nos reducimos a lo concreto podríamos decir que su causa de muerte fue una herida de bala. Yo sé que no fue así. Las fuerzas que actuaron durante el asesinato van más allá de lo humano. Así como Fausto pactó trasgrediendo la sabiduría del hombre, Lammoreux ,en equivalente ambición, pactó a favor de un talento inigualable. Así adquiere este caso, una siniestra cercanía con el señor del averno.

Desde pequeño fui fanático de la música. Es un gusto que mis padres decidieron formar desde mis más tempranos años, antes incluso de que yo tuviese conciencia. A la edad de cuatro años me presentaron la oportunidad de comenzar a tocar. Me enamoré del cello. El entorno durante mi formación hicieron surgir en mí lo que mucha gente llamo talento y no era más que horas de estudio y amor a la música. No hubiese sido sorpresa para mis maestros que hubiese desarrollado una carrera como solista o pasase a formar parte de las mejores orquestas que alguna vez se hubiesen formado. Yo también lo creí. Pero ya sea por una arbitraria decisión o por azar, el universo, o tal vez Dios en persona conspiró para que no sucediera.

Tres días después del concierto la policía encontró el cuerpo, hicieron el peritaje necesario y lo enviaron a la morgue. Así, llegó a mis manos el cuerpo de André Lammoreux. Ya saben ustedes que era un virtuoso del violín.

Todo era corriente en el asunto, el cuerpo presentaba el grado de descomposición esperado sabiendo que estuvo tres días a la intemperie en esta estación del año. La policía planteó la posibilidad de que Lammoreux hubiese tenido tratos con la mafia. Yo sé que no. No lo necesitaba.

La pálida luz del cuarto develó una marca que llamó mi atención. La cicatriz que tenia en el cuello formada tras años y años de intensos estudios, ensayos y conciertos, que lo delataba como solido músico, no tenía la forma común y grosera que caracterizaba una dermatitis. En cambio se encontraba aún elegante, en el frío y pálido cuello, una "f" estilizada( propia de todos los de instrumentos de cuerda ).

El bisturí sutilmente imbuido en sangre vacilaba en mi mano. Al pasar a la revisión de los brazos noté un corte en la palma izquierda. Es curioso lo que se dice de una herida de tal naturaleza. Yo en cambio, hace años ya me vi afectado trágicamente por un síndrome en el túnel carpiano. Con la eterna amenaza de perder completamente la movilidad de mi mano izquierda me vi obligado a abandonar mi futuro junto a la música. Así fue, que a la deriva, encontré la medicina y en ella volqué todas mis pasiones. Antes de tan infortunado diagnostico, todavía joven, caí sobre las paginas de un relato bastante curioso acerca de un violinista, antiguo estudiante de Tchaikovsky, quien además le asistió en la composición de su tan famoso Concierto para Violín. Iósif Kotek era su nombre, no precisamente un virtuoso cuando el famoso compositor le conoció. En una de sus cartas, hace mención de la curiosa forma de la marca en el cuello de su compañero. Pocos años después Kotek obtuvo una singular fama en todo el viejo continente, y lo que lo consolido como casi un leyenda musical fue su misterioso deceso. Luego del estreno de uno de sus conciertos, es asesinado por un disparo a quemarropa. Circunstancias bastante similares a las de la muerte de nuestro referido concertino.

Al terminar el trabajo atravesé la sala de la morgue, los ecos de mis pasos perturbaban el oscuro silencio. De madrugada la luna brillaba con luz fantasmagórica.

El estacionamiento del edifico estaba ocupado y me vi obligado a dejar el vehículo al menos dos cuadras más allá. Un curioso silencio guardaba la ciudad. Mientras atravesaba la plaza un anciano de baja estatura se me acercó. Llevaba un sombrero bajo el cual se ensombrecía su rostro. Había aparecido de repente o ensimismado en mis pensamientos no me percate de su presencia. Me miró sonriente. Le devolví la mirada y sonreí, se acercó y me estrechó la mano. Sin hacer preguntas volví a devolverle el gesto. El anciano siguió caminando mientras tarareaba y mientras se alejaba podía ver que se fundía con las sombras.

El cello aguardaba solemnemente en el centro de la habitación. El doctor se miraba en el espejo esbozando una sonrisa de victoria mientras contemplaba en su pecho ,definida, la forma de una estilizada "f". Cerró su camisa y se acomodó el corbatín ; en el instrumento ,la etiqueta, junto a un pentagrama invertido, escrita en tinta roja una dedicatoria : "Para el inigualable, un instrumento inigualable. Cuídalo, le llamo Lammoreux"

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⏰ Última actualización: Aug 06, 2016 ⏰

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