Capítulo 44

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—Jasmine ya está en tu alcoba —dice mamá tan pronto entro a la casa. Voy y le doy un beso en la mejilla como saludo, sin más subo las escaleras lo más rápido que puedo.

Jas está acostada en mi cama mirando el techo, se endereza cuando se da cuenta de que he entrado y hace una mueca al ver mi sombrero de hamburguesa con doble queso, el cual me quito y arrojo al armario para que no pueda verlo; es feo, lo sé, pero nadie más que yo puede insultarlo.

Me quito los zapatos y me arrojo al colchón, todavía me siento rara por lo que pasó hace rato afuera del señor Pimiento, eso me hace recordar que no he besado a muchos chicos en mi vida. Mi primer beso fue cuando tenía quince, lo hice en una fiesta y por curiosidad, ya que todas las chicas habían besado y yo también quería hacerlo, claro que fue la cosa más asquerosa del mundo pues al parecer el chico no comprendía que mi cara no era una paleta, ugh. Luego tuve un novio, se llamaba Leo, era tan tímido que solo nos dimos besos de piquito, tuvo que irse de la ciudad por el trabajo de su padre, jamás volví a saber de él, así que di nuestra relación por terminada; después se unió Shawn a la lista, al final Jackson. Solamente me han gustado dos de ellos, Shawn y Leo, al que me dio el primero no lo recuerdo y a Jack lo quiero como amigo.

—Jackson me besó —suelto.

—¿Qué?

—¿Qué?

—¡¿Qué?!

Salto del susto al escuchar tres voces diferentes, Jasmine me observa con la frente arrugada, no sé si el desconcierto es por lo que le he dicho o por las otras personas que han escuchado mi confesión. Cecile aparece con la mandíbula desencajada, traspasa el umbral señalándome.

—No me voy a mover de aquí hasta que me digas qué maldito hechizo utilizaste para tener a un motero sexy y a un universitario apetecible, es que no puedo comprenderlo. —Se cruza de brazos y tamborilea el pie en el suelo. No lleva el rostro maquillado el día de hoy, lo cual me parece extraño, sin embargo, sí lleva esas horribles botas negras de cazador, una falda de cuadros, medias de red y camisón oscuro. No puedo creer que mamá haya dejado que saliera con esa diminuta faldita.

Lanzo un bufido, abro la boca para responder, pero un pequeño Oompa Loompa sale arrastrándose como lagartija de debajo de la cama. Todas miramos al pequeño troll con el rostro enrojecido, mirándome a mí y a Cecile alternadamente.

—¿Por qué te dejaste besar? —No puedo responder porque se gira y señala con el dedo índice a Cecile, refunfuñando—. Y tú, eso parece un taparrabo, ¿te crees Tarzán? ¿Ahora empezarás a desnudarte? ¿Qué sigue? ¿Vas a trepar muros también?

—Ve a sacarte los mocos a otro lugar, Frank —contesta con simpleza al tiempo que se deja caer en la silla de mi escritorio. Se cruza de piernas y apoya los codos en la mesa. Algo raro está pasando con Cecile, ella nunca se pone ropa demasiado corta, siempre se maquilla más de la cuenta y jamás permanece más de dos segundos en mi habitación.

Miradas azucaradas © ✔️ (AA #1) [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora