La Maldición del Heredero (+18) (Completa)

· Capítulo IX | Libertad ·

Tell me what you came here for cause I can't wait no more.

I'm on the edge with no control 

and I need you to know  

Into You (Ariana Grande)

Harry intentó pensar en cachorritos, pero eso le hacía pensar en los cachorros de lobo, y eso en la dulce voz de Louis cantando canciones de cuna que él jamás había oído. Intentó pensar en comida, pero con los labios de su omega sobre los suyos y la húmeda textura de su lengua jugueteando con la suya, era difícil concentrarse en cualquier sabor que no fuera ese y hasta el recuerdo de un riquísimo pastel se hacía pastoso en comparación. Intentó pensar en Dalaras, porque,  ¡vamos! Tenía que funcionar. Pero Dalaras le recordó a la reunión de Mesa Alfa y a lo delicioso que había sido oír a Louis llamarlo su Alfa, aunque fuera mentira. Y la sola idea al cruzar su mente, bastó para derrotarlo.

Su Alfa. Joder con Louis y su actuación estelar. Joder con darle de probar lo que jamás tendría.

Harry estaba duro y un febril rugido crecía en su garganta, y Louis parecía demasiado entregado a los besos como para siquiera notarlo. Sus manos subían y bajaban del desnudo pecho de Harry hasta su cuello, y cada vez que se movía encima suyo, su trasero se acercaba cada vez más a los pantalones de Harry. 

Harry lo tomó por los bolsillos del jean y apretó suavemente su carne, manteniéndolo allí, justo encima de la línea del cinto.

—Quédate —dijo.

La voz le salió ahogada por el rugido y la boca de Louis tan cerca de la suya.

Lo sintió sonreír antes de morderle el labio inferior y tironear de él suavemente.

—No me digas qué hacer —rió Louis.

Harry debería haber encontrado a estas alturas algo que lo inmunice a Louis, pero sencillamente no lo había. Y si lo había, no iba a encontrarlo en ese momento, porque Harry abrió los ojos y lo que vio capturó su rugido, su aliento, y el latido de su corazón también. Todo se detuvo por un instante que se sintió eterno.

Louis sin camiseta, con la piel dorada como si no se hubiese enterado de que el sol no salía en Wyoming hace días. Sus párpados perezosos de largas pestañas, sus pupilas dilatadas y sus labios húmedos e hinchados de tanto besar, con el brillante labial corrido a los bordes de su boca. Una sonrisa ladeándose orgullosa y el cabello hecho un desastre —después de que las manos de Harry hubiesen jugado con él para desahogar algo de la ansiedad que Louis le provocaba—, pero todavía bonito. Siempre bonito. Louis era jodidamente hermoso y Harry estaba perdido él.

—Estoy duro como un adolescente, bebé  —explicó Harry, aunque no tenía por qué hacerlo (era un Alfa, al fin de cuentas)—, no intentaba darte órdenes. Sólo no quería incomodarte.

Los gestos del rostro de Louis se suavizaron repentinamente, y luego, mientras miraba sobre su hombro el pantalón de Harry, volvió a sonreírse. Se humedeció los labios antes de volver a Harry.

—Somos dos, ¿qué vamos a hacer al respecto?

Todo había comenzado una semana atrás. 

Es decir, técnicamente había empezado desde el primer día que Harry puso los ojos sobre Louis, porque desde ese momento su cuerpo no había sido más que una espiral ascendente de deseo cada vez más difícil de contener. O quizá podría decirse que había comenzado después de esa sincera charla en la alcoba, cuando descubrió su secreto.