6-La archimaga, el Centinela y... - Engaño

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Conrado se materializó en el interior de una cabaña.

Trató de actuar rápidamente. Colocó sus brazos realizando un pase defensivo y buscó con la mirada el camastro. Debía pillar por sorpresa a la hechicera.

No lo consiguió.

Shi-Mae estaba sentada sobre el lecho, contemplándolo en silencio y sin el menor gesto de sorpresa en el rostro; como si lo hubiese estado esperando.

Estaba cambiada desde la última vez que la había visto cruzar la Puerta en el anterior Momento para regresar al mundo de los muertos. Su elegancia y su porte se mantenían intactos, pero la larguísima melena castaña caía salvaje y despeinada por su espalda y sus mejillas estaban sonrojadas fuera de su palidez aristocrática habitual.

—Hola Conrado—saludó con frialdad pero no realizó ningún gesto que manifestase su intención de atacar o defenderse.

—Shi-Mae —respondió él entre dientes sin bajar la guardia, todavía con los brazos levantados.

La hechicera contempló su posición con tranquilidad todavía sin actuar.

—Bien, al final has conseguido encontrarme—suspiró—. ¿Qué quieres? —preguntó finalmente.

Aquello desconcertó a Conrado que por primera vez se atrevió a bajar un poco los brazos.

—¿Cómo que qué quiero? —preguntó entre confuso y enojado—. Tú no deberías estar aquí para empezar —le espetó.

—¿No debería estar aquí, dices ? —repitió ella con una sonrisa sarcástica—. Eres tú quien acaba de entrar sin llamar a la puerta —señaló.

El archimago se sonrojó de rabia.

Volvía a sentirse como un niño ingenuo en aquella época en la que Shi-Mae aún tenía alguna autoridad en la torre. Como si fuese un niño estúpido que hubiese osado provocar a su maestra.

Pero aquellos tiempos habían pasado.

Conrado ya no era un niño ni un aprendiz complaciente con temor a la autoridad y la que estaba delante ya no era una de las leyendas del Consejo de Magos sino una traidora que debería estar muerta.

No pensaba tolerar ninguna humillación.

—Sabes bien a qué me refiero. No creo que te resulte agradable que te recuerde cómo tu traición te conllevó ese bien merecido coletazo de dragón que te llevó al otro mundo.

Shi-Mae sonrió más ampliamente y se incorporó un poco más sobre la cama pero al hacerlo, una sombra de dolor atravesó su semblante. Sus manos se dirigieron instintivamente a los vendajes que le rodeaban el torso.

Suspiró antes de responder:

—Está bien. Mi traición me conllevó un merecido coletazo de dragón —reconoció suavemente—. Morí y pagué mis errores —apartó las manos de las vendas y alzó la mirada—. Ahora vuelvo a estar aquí, entre los vivos. ¿Tienes algún problema con ello? —inquirió en tono desdeñoso.

—No piensas explicarme de qué manera has conseguido esta nueva oportunidad supongo—gruñó él omitiendo su pregunta.

—Supones bien—replicó ella secamente—. No te incumbe.

—Yo, en cambio, creo que sí —la contradijo Conrado—. A menos que no tengas que ver con cierto gato negro que merodea por la Torre y tampoco con cierta niña oráculo que pulula por ahí en compañía de mi querido compañero Morderek y la hija de mis mejores amigos.

El Juego De Las Almas - Crónicas De La Torre VDonde viven las historias. Descúbrelo ahora