Primera Parte, Capitulo 1.

67.3K 4.8K 781
                                    

 Jenna observó como el avión donde una de sus amigas estaba, salía del aeropuerto. Suspiró cuando lo perdió de vista luego de unos segundos.

Solo a Bárbara se le ocurría pasar sus vacaciones ayudando a algún grupo de extraños en un lugar sin conexión a internet. Ella se moriría si no tuviera internet, incluso el que tenía su teléfono la tranquilizaba.

Suspiró y observó a sus otras dos amigas, a la mujer bonita que miraba alrededor y a la otra, peinada descuidadamente que observaba su teléfono muy concentrada.

Aunque no lo aceptara, y ninguna de ellas, en voz alta, Bárbara era probablemente la única razón por la cual se habían hecho amigas, y aún lo eran. Era gracias a esa mujer que acababa de subirse a un avión, para saber Dios a qué parte del mundo, que aún se mantenían juntas.

—Bien —dijo y se puso de pie —un gusto verlas chicas pero —las observó a ambas —yo debo ir a trabajar.

Leslie la observó enseguida y arrugó su frente. Anais dejó de observar su teléfono y también la miró.

Las tres eran muy diferentes entre sí.

Leslie era alta y delgada, de cabello rubio y ojos azules, común dentro de su trabajo, según ella. A la mujer le iba muy bien como modelo, y ella estaría feliz por su amiga sino estuviera trabajando para su competencia.

Anais era la chica lista, la inocente de gafas, cabello castaño y nariz pequeña, que le gustaba pasar sus días entre sus experimentos de química, igual que a un niño.

Jenna apenas alcanzaba el metro sesenta, su cuerpo era demasiado curvilíneo, no le gustaban sus caderas anchas y busto generoso, pasaba un poco su cabello rojo, y sus ojos cafés, elegantes y de un tamaño adecuado, eran lo único que la satisfacía. Para ser una mujer que hacia dinero con la belleza ajena, estaba acostumbrada a no ser la más bonita dentro de una habitación, pero si la más importante, eso, nadie se lo quitaba.

—Bien —dijo Leslie —yo también me voy.

Jenna alzó una ceja.

—Sí, mala amiga, vete con ellos, hazlos ricos.

La mujer volteó sus ojos.

—¿Quién no me dio trabajo cuando se lo pedí? —Jenna evitó decir algo. Siempre se lo sacaba en cara y siempre lo iba a hacer—vez, quien calla da.

—Otorga —dijo Anaïs, Leslie la miró —quien calla otorga, no da —la mujer arrugó su frente.

—Es lo mismo —se puso de pi e—nos vemos otro día, no olviden alimentar al dichoso Lucas.

—Ah no —dijo Jenna —a mí no me van a embolsar a esa bola de pelo.

—Yo les tengo alergia —ambas miraron a Anais, que seguía observando su teléfono, de nuevo.

—Yo puedo ir a verlo un par de veces a la semana —murmuró sin mirarlas.

—Está bien —dijo Jenna —yo también puedo ir a dejarle comida alguna veces, pero nada más.

—Alguien va a tener que ir a la casa de Bárbara para dejarlo salir —Anais las observó.

Leslie miró alrededor un segundo.

—¿Y si lo llevamos a alguno de esos refugios?

—Leslie —soltaron Jenna y Anais, hizo una mueca.

—No para siempre, solo dejémoslo en esos hoteles raros para animales, nosotras pagamos y ellos lo cuidan.

—Bárbara debió hacer eso —murmuró Jenna.

—Bárbara cree que sus amigas lo cuidaran —las tres se miraron unos segundos.

—No sé —dijo Anais —no deberíamos nosotras…

—No, está hecho —dijo Jenna.

—Pero…

—Votemos —soltó Leslie y Anais suspiró.

—Para qué si ya perdí.

Jenna sonrió.

—Ves, no eres tú la demócrata. Ahí está, el gato se va a un refugio, hotel, o lo que sea —Anais volteo sus ojos.

—Bien —murmuró —pero yo no lo llevaré.

—Yo tampoco —Leslie les dio un beso en la mejilla a cada una antes de alejarse rápidamente —nos vemos

Jenna abrió la boca sorprendida al verla huir tan rápido, observó a Anais ponerse de pie.

Ella llegó a su lado, la abrazo un segundo y luego se alejó.

—Nos vemos, y cuidado con Lucas, muerde —con eso se alejó igual de rápido que Leslie.

Suspiró.

—Lo que me faltaba —dijo. Ahora debía ir por un gato panzón que tenía tendencias homicidas.

Jenna acarició su muñeca e hizo una mueca al tocar los arañazos.

—Estúpido gato —se quejó.

Menos mal que había llevado guantes y una jaula con ella. Si no hubiera sido así, el dichoso gato panzón jamás se hubiera ido con ella. Ya le cobraría por esto a Bárbara, solo ella podía recoger y cuidar de un animalejo así.

 Suspiró y observó las fotografías en su escritorio.

—No —dijo mientras dejaba una al lado —no —continuó —no, no, no, no —tomó todas las fotografías y las dejo a un lado molesta.

Es que nadie entendía, nadie comprendía lo que buscaba. Estaba cansada de estos chicos bonitos, cada vez parecían más mujeres que hombre. Quería masculinidad, fuerza, determinación, no…esto.

Volvió a suspirar y apoyó su frente en la fría madera.

Iba a tener que buscarlo ella misma, lo sabía.

Jenna se sentó derecha y miro alrededor.

—Si quieres algo bien hecho, hazlo tú misma —murmuró y se puso de pie. Caminar le ayudaría a pensar, y cuando salía a caminar siempre encontraba lo que buscaba.

El Placer de JennaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora