La Espera

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  • इन्हें समर्पित: Asia Lafant
                                    

Seguía atada, sin poder ver, sintiendo únicamente el aire frío recorriendo mi cuerpo desnudo en este juego de confianzas recién descubierto. Me acaricias, me arqueo ante el roce cálido de tus yemas, un siseó escapa de mis labios hinchados, después me relajo. Tus dedos ondean sobre mi piel, navegan brillando como olas en el mar, explorando, conociendo cada línea, cada espiral. Solo existe el silencio de nuestra respiración y los rizos que trazas ondulando mi ser expuesto.

No te detienes, sigues delineando mi contorno con estudiada lentitud mientras mi corazón se desboca esperando el instante en que tus manos alcancen la intimidad de esta carne que me cubre y te descubro sonriendo taimado ante mi ansiedad.

Te tomas tu tiempo para ello, conozco bien como primero se curvan los labios hacia un lado y luego le acompañan el resto de músculos, lento, muy lento al igual que me deshago yo con respiraciones pesadas y entrecortadas. Me mortificas con la lánguida caricia de tu mirada de gato, la áspera sensación de tus manos curtidas, grandes, fuertes...

No quiero pero ay estoy rendida bajo tu influjo, presa de tu astucia fría y calculada, de esa aura salvaje e indomable. Eres el peligro, el placer más amargo y dulce que jamás haya existido. Mi cuerpo, abandonado esta listo para una batalla que mi ente todavía no ha asimilado del mismo modo entremezclando emociones cortantes y dañinas, sin embargo, sigo encadenada sin escapatoria, privada de la vista y la protección de lo externo. Únicamente queda la mujer frente a ti, un juego que tu disfrutas y alargas haciéndome sufrir y sé, con toda certeza lo que estás tramando pues ya noto el fuego que de ti se desprende, me aterro, me excito y siento que me falta el aliento, los labios se me secan y tu, expectante esperas el instante que suplique y por fin oigas lo que deseas de mi boca.

Ambos cabalgamos sobre una fina línea que puede quebrarse en cualquier instante, frágil, efímera, tan volátil que nos suspendemos en un hálito antes de saber que la caída nos espera hambrienta. El choque de dos voluntades crueles, devastadores huracanes somos tu y yo piel con piel. Un baile de muerte sin pasos ni control, dos en la misma isla que zozobra, asesinos de las sombras alimentados en sangre y dolor, vestidos por la oscuridad que acecha, conocedores de la verdad que espera por nuestra fuerza. Hoy nos toca rendirnos a una lucha privada, íntima, única y común, uniendo mundos, sanando heridas recobrando el latido que una vez perdimos y tus manos regresan, recorren el valle de entre mis pechos erguidos, giran por vientre hasta la pelvis. Mi cuerpo se contrae, el calor inunda mi torrente, tus labios rozan la carne de mi cuello...

Todo desaparece para mi.

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