Capitulo 12

319K 25K 2.8K
                                    

—Otra vez tú... ¿No me humillaste ayer lo suficiente?

—Parece que no porque has vuelto.

—¿Acaso tenía alguna opción? —respondo harta de sus juegos. Todas las cosas que me dijo ayer vuelven a mi cabeza.

—Pensabas que era otro cliente, ¿verdad? Por eso estás aquí.
—Enarca una ceja.

—De verdad que no te entiendo. —Cierro fuertemente los ojos mientras suelto todo el aire de mis pulmones y me armo de valor—. Acabemos con esto de una vez. —Yo misma me sorprendo—. Hazme lo que quieras hacerme para que pueda irme cuanto antes.

—Vaya... qué lanzada y facilona. ¿Así eres con todos?

—No, pero viendo que no se me va a excusar, mejor empezar ya.
—Comienzo a descalzarme y me mira fijamente.

—Dime una cosa. Es simple curiosidad... ¿Cuánto te paga mi padre por esto?

—Lo mismo que tú —respondo sin mirarle.

—Te estoy preguntando...

—Acabo de responderte —digo con tranquilidad. Ya he llegado a un punto en que me da igual todo.

—Deja de vacilarme. ¡Yo a ti no te pago nada! —grita cabreado.

—Exacto. Ahí tienes tu respuesta. —Aparto los zapatos y comienzo a desabrochar mi falda.

—¿Qué estás insinuando? —Se incorpora, ofendido.

—¿Insinuando? —sonrío—. Deja de hacerte el tonto. Sabes perfectamente que estoy retenida en contra de mi voluntad. ¿Crees que con esa actitud vas a conseguir hacerme creer lo contrario? ¿Quién está tratando de limpiar su conciencia ahora?

—¿Qué coño estás diciendo? ¿Qué es toda esa mierda que estás inventando? —Su respiración se hace sonora.

—No estoy inventando nada y lo sabes. Me trajisteis aquí engañada igual, que a las demás.

—Ten cuidado con lo que dices. —Agarra con su puño la poca ropa que me queda y me pega a su cuerpo—. Si estás aquí es porque tú has elegido eso. Nadie te está forzando a quedarte. Puedes largarte cuando quieras.

—¿Como la chica que se suicidó anoche saltando de una de las ventanas de la finca?

—¿¡Qué!? —Sus pupilas se mueven de uno de mis ojos al otro, como si estuviera recordando algo. Parece confuso—. ¿Qué sabes tú de esa finca? —Me zarandea—. Se vendió hace 14 años. Ya no es de nuestra propiedad. ¿Qué sabes? —Arrugo la frente tras su pregunta. O finge muy bien o de verdad no lo sabe. Decido probar suerte.

—Es allí donde nos tienen encerradas.

—¡MIENTES!

—¡No miento! —digo harta de que no quiera creerme—. Nos maltratan, nos privan de agua y comida para dominarnos, nos fuerzan a hacer cosas que no queremos. ¡A la vista está que no estoy aquí por voluntad propia!

—¡ESO NO ES CIERTO! —Es inútil. Está completamente cerrado a escucharme—. Mi padre puede ser un hijo de puta, puede haberte convencido poniéndote todo esto mucho más bonito de lo que es, pero jamás forzaría a nadie. ¡Esto es un club legal! Lleva toda la vida en este mundo y jamás ha tenido problemas. Todos sus clubs son legales, al igual que están legalizadas todas las chicas que trabajan en ellos.

—Esto es solo una tapadera...

—¡No lo es! He visto los contratos... Deja de inventar, Sara.

—Ni siquiera sé por qué lo intento —niego con la cabeza—. Sois todos iguales, aquí. —Me siento tan abatida que no tengo ganas de seguir peleando—. ¿Podemos empezar ya? Estoy cansada y tengo hambre. Quiero irme a dormir para que mi estómago deje de doler.

La Marca de Sara - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora