Capítulo 20.

510 46 2
                                    


NICHOLAS.

—Vamos, sólo di que sí. —sonreí, ella apretó su labio.

—No es tan fácil. Los niños aun están en clases y yo tengo un trabajo que mantener.

Suspire, ella tenia razón.

—Creo que estas en lo correcto. —me levante de mi silla para buscar un poco mas de leche —. Seria divertido, mi amigo,Gonzalo, debes recordarlo. Él tiene una casa en Minnesota, podríamos pasar un fin de semana en su casa, el río Misisipi es genial.

—¿Gonzalo? Oh sí que lo recuerdo. Es el chico delgado.

—¿Y bien? —levanté una ceja.

—Lo pensaré, ¿sí? —puso el plato en el fregadero y comenzó a lavarlo —. Me encanta la idea. A los niños y a mi no nos caerían nada mal un fin de semana en “la tierra de los diez mil lagos”.

—Bien, así quedamos. —me acerqué a ella, oliendo el perfume intacto que hace mucho había usado. Besé su mejilla dulcemente y ella sonrió —. Duerme bien.

—Tú también, buenas noches. —asintió muy feliz.

Entre a mi habitación dispuesto a dormir, antes de hacerlo me despoje de mi ropa, la camisa y pantalón afuera, dejandome en ropa interior. Cepille mis dientes y como niño feliz, me dejé caer sobre la cama con un sentimiento positivo crecer dentro de mi.

Abrí los ojos de golpe. De tantas vueltas que daba en la cama decidí que no dormiría. Por mas que quisiera dormir no pude, algo dentro de mi me impedía dormir pero no era de forma abrumadora, mas bien era como si estuviera feliz por algo.
En mi habitación, a un costado, estaba una lamina de hoja blanca de tamaño regular donde dibujaría y así decidí hacerlo a las cuatro y dieciséis de la mañana.

No era cualquier rostro el que pintaba. Era el de Lyla. Su rostro fino y delicado, con sus ojos grises idénticos a los de Tommy, sus cejas bien formadas y unos labios, que parecían ser suaves y dulces.  Christoper es bastante suertudo con tenerla a ella y a los pequeños mocosos.

A los días siguientes estaba en la pastelería. Mi ultimo día trabajando en la pastelería era hoy, había renunciado para ahora convertirme en un verdadero pintor. Aunque tengo bastantes amigos y los extrañaría pero ellos sabían que estar aquí no es lo mio.

—Te extrañaremos, sonso. —una chica de pequeña estatura abre sus brazos y me acerco para despedirme.

—¡Enana! —ella bufo y reí —. Mentira, linda. También los extrañare.

Continúe despidiendome. Uno por uno. En ésta pastelería había pasado por buenos y malos momentos pero tendría que seguir adelante. Mía no llegó hoy al trabajo, ni siquiera se imitó a responder alguno de mis mensajes.
Al salir de la pastelería un hombre llama mi atención. Un hombre de llamado Kian; alto, de edad madura y fuerte. El mejor amigo de mi padre y su guardaespalda, ese es Kian.

—¡Nick! —llamó mi atención, hizo un ademán para que me acercara. Está fuera de la camioneta negra de Jason, de pie con los hombros anchos —. Necesitamos hablar hijo, ¿tienes tiempo?

—Kian, ¿todo bien? —asentí algo alarmado.

—Tenemos algo de que hablar. ¿Te parece si lo discutimos en la cafetería que esta en la otra calle?

Estaba confundido. No sé que quiera hablar conmigo, pero no debía de ser algo del otro mundo.

—Vale.

Decidimos ir a pie, mientras Kian preguntaba cosas sobre mi vida, donde había estado viviendo y que mis nuevos cuadros le llamaron bastante la atención.
Al entrar en la cafetería nos sentamos en una de las primeras mesas, un mesero se acercó a recibir nuestros pedidos. Noté a Kian algo tenso, apretó los puños y dejó caer sus hombros.

—Jason está enfermo.

Todo dio vueltas para mi, una cubeta de hielo imaginario cayó sobre mi despertándome de mi sueño. Un sentimiento se oprimió en mi pecho e inmediatamente bajé la cabeza, procesando las palabras de Kian. “Jason está enfermo”. Enfermo, Jason.

—¡¿Qué?!

Aunque odiaba admitirlo yo quería a Jason, es mi padre y aunque no era como cualquier otro padre normal siempre trabajaba para que nunca me faltara nada, estoy agradecido por ello. Pero sentía que no era suficiente, quería mas de él, quería que él me creyera esa noche donde le pedí ayuda y no hizo nada.

—Tu padre está en la clínica, ayer sufrió un pre infarto. —dijo tristemente, es su amigo desde que tengo memoria —. Quiere verte, Nicholas.

¿Verme? ¿por qué? ¿acaso Calvin no lo quiere ver?
El mesero trajo las tazas de café y bebí de inmediato de ella, caliente. Kian sabe que Jason y yo tenemos problemas que no se resuelven tan fácil.
Quería ir corriendo hasta la clínica y hablar con mi padre, porque eso es lo que es sin embargo verlo me haría recordar todo lo malo. Debo entender que todos merecemos segundas oportunidades aunque Jason ya tenia muchas.

—Kian...maldicion —murmuré —. No puedo, no...

—Tu padre puede que muera. Me ha pedido verte y quiero que tú te encargues de la empresa, las cosas empeoraron desde que te fuiste y tu hermano ya no es confiable.

Se acumularon las palabras del hombre alto. Lo que mi padre muera hace que mi corazón de un vuelco, yo no podría hacerme cargo de la empresa y Calvin, ¿qué sucedía con él?
Me levanté de la silla, con mis piernas temblando y con una risa falsa.

—A Jason que no cuente conmigo. —puse mis puños sobre la mesa, las palabras salieron de mi boca tan difícil. Un cosquilleo amargo se apoderó de mi cuerpo por mis palabras. Estaba asegurado de que soy una basura. Estoy confundido como para responder ahora, no cuando todos mis pensamientos están acumulándose, no de buena forma.

—Nicholas...

—Lo siento Kian. Estoy algo cansado, quiero ver a mi padre pero aun no estoy seguro —suspire —. Por favor, lo pensare.

—Entiendo hijo. Le diré a Jason que no pude contactarme contigo —comentó algo tranquilo —, no tardes mucho. Yo pago.

Me despedí de él y salí de ahí lo mas pronto posible, con un frío viento recorriendo mi cuerpo.
Sin saber que hacer, necesitaba pensar las cosas.
Puede que lo haría, por mas que quisiera no abandonaría a Jason. No cuando me necesita.

A la Medida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora