Gerard Way... ¿Un actor?

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Frank despertó con el sonido de su despertador. Tanteó el aparato con sus dedos y luego de varios intentos fallidos logró acabar con el molesto zumbido para sus tímpanos, todavía sin abrir los ojos. Lo único que hizo fue cubrirse hasta el cuello con la sábana en lugar de hacer caso al artefacto. Hacía frío y no quería levantarse de su preciosa cama, aún no. No fue sino hasta que cayó en razón de que aquella había sido la segunda vez que sonaba y que probablemente se había quedado dormido... De nuevo.

Se incorporó bruscamente en la cama, la brisa fría le golpeó de inmediato e hizo que su piel se erizara. Un escalofrío recorrió su columna. Frank miró la hora y se maldijó así mismo por ser tan holgazán. Estaba llegando diez minutos tarde a la oficina y no era la primera vez que sucedía.

En su apuro por salir, sus piernas se enredaron con las sábanas y terminó por caerse de la cama. Se levantó del suelo al pesar del dolor en sus rodillas y corrió hacía baño. A partir de ahí entró en modo automático. Se enjuagó la cara, se lavó los dientes, se colocó los pantalones, la camisa, los zapatos y luego fue a la cocina. No había tiempo para desayunar, así que solo tomó una tostada, sus llaves, y salió al mundo exterior.

El camino hasta la oficina se hizo eterno debido al congestionado tránsito de la mañana. Los autos no parecían avanzar más, los semáforos tampoco parecían querer cambiarse a la bendita luz verde y su paciencia se encontraba en el filo de la navaja. Frank era periodista para un conocido periódico, su trabajo básicamente era escribir sobre cosas que la gente consideraba importantes. Y en ese momento escribiría un largo largo artículo sobre el maldito tránsito de la ciudad de Los Ángeles, al cual añadiría sus quejas.

Habrá perdido como máximo otros diez minutos en la carretera, y para cuando finalmente logró llegar a la oficina del periódico descubrió que había llegado media hora tarde. Genial. Simplemente genial. Se dejó caer en su escritorio cansado, abatido, y de mal humor. Solo esperaba que gracias a un milagro su jefe no se haya dado cuenta de su ausencia.

— ¿Otra vez te has quedado dormido?

La voz de su compañero Ray le sobresaltó. Frank se llevó una mano al pecho.

— Ray. Me asustaste. Pensé que eras Morrison.

Ray soltó una risita— Lo siento, mi culpa. ¿Café?

El rizado le extendió una de las tazas de cartón que sostenía en la mano.

— Dioses, sí. Te lo agradezco. Ni siquiera tuve tiempo de desayunar apropiadamente.

Ray se sentó en el borde su escritorio. Luego le sonrió con picardía— No te imaginas lo que me enteré.

Frank bebió un sorbo del café. Sintió como el líquido caliente hacía maravillas en su interior. No había nada que una taza de buen café no arreglase.

— ¿Qué cosa? Ray, recuerda que si vas a contarme un chisme tienes que decírmelo completo. De otra forma no tiene caso —bufó.

— ¿Recuerdas a Gerard Way? ¿El chico a quien solíamos molestar en la escuela?

— ¿Qué hay con él? —de hecho lo recordaba, sobretodo porque Frank se empeñaba en hacerle la vida imposible durante los años escolares. Ya habían transcurrido casi diez años desde la graduación, pero sus memorias se encontraban frescas— Recuerdo que te cogiste al hermano y luego lo dejaste, el que parecía un espantapájaros. ¿Cuál era su nombre? ¿Marcos? Él nunca te perdonó por lo que le hiciste.

Ray rodó los ojos— Mikey. Su nombre era Mikey. A lo que iba, resulta que Gerard es actor. Un famoso y conocido actor.

— ¿El gordo y feo Gerard? ¿Estamos hablando de la misma persona?

My Gay Romance ↠ FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora