Capítulo 1

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Bajé los escalones de mi apartamento mientras me colocaba mi nueva chaqueta tejana que me había regalado mi querida abuela para mi cumpleaños. Aunque tal día cayera para la víspera de Navidad y para entonces nos encontráramos en un frío 19 de noviembre, no me iba a quejar. La anciana nunca había tenido muy buena memoria, y el hecho de tener cuatro hermanas (sin contar a la quinta, ésta de otro padre) y ahora dos nuevas criaturas en camino, no le hacía las cosas muy fáciles. Sí, mi madre estaba embarazada. Y sí, de mellizos.

Agarré la mochila que segundos atrás había estado colgada en el respaldo de la silla del salón y a la vez me cogí una roja manzana del frutero de la mesa. Me colgué el saco de tela sobre los hombros haciéndome sentir como si me hubiera cargado un elefante y le di un mordisco a la fruta mientras caminaba hacia la puerta, dispuesto a salir.

Hubiera preferido mi taza diaria de té con algunas galletas o un sabroso Donut de chocolate, pero no me podía permitir el lujo de llegar tarde mi último año de universidad. Pronto iba a batir el récord de asistencias, era un logro y una meta personal que me había impuesto justo al entrar y formar parte en aquél recinto.

¿Habría premio por eso? Es algo ridículo, pero valía la pena tratar de averiguarlo. Por unos segundos me imaginé mi nombre colgado de un cartel dorado en la puerta del servicio de hombres en la universidad. “Louis Tomlinson, mejor asistencia a clase.”

Era algo que había de intentar.

Abrí la puerta de mi Mini Cooper azulado, haciéndola chirriar.

-Chatarra –bufé.

Ése coche había pertenecido a mi madre desde poco después que una de mis hermanas naciera, ya que necesitaba un medio de transporte para llevarla al colegio después de que se divorciara de mi padre.

Aunque fuera un trasto, al menos me mantenía caliente durante mis viajes a la Universidad. Ésta se encontraba bastante lejos, así que era un gran alivio.

Pronto arranqué el motor y emprendí camino hacia el recinto, repasando mentalmente los últimos apuntes que tomamos en clase de literatura clásica griega, ya que hoy teníamos examen y digamos que no me sabía absolutamente nada.


Estacioné el coche en la última fila del aparcamiento, como hacía cada mañana. A nadie le gustaba aquella plaza porque cuenta la leyenda que existe un chico, Billy, que estudia en aquella universidad que lleva repitiendo curso durante varios años seguidos y, ése, es su aparcamiento. Dicen que él nunca asiste a clases, pero que el día que lo hace y resulta que hay alguien ocupando su plaza, ese alguien acaba desapareciendo misteriosamente.

Aparentemente eso es lo que ocurrió con Samuel Parks. Él era el típico nerd de la escuela que no se creía nada que no tuviera verificación científica, así que no le dio mucha credibilidad a la leyenda urbana y un día Billy regresó, encontrándose entonces con su sitio ocupado.

Días después, Samuel desapareció del mapa.

Lo que no sabe la gente es que Samuel se fue a estudiar a Canadá y que seguía en contacto conmigo.

Pero bueno, las leyendas son las leyendas, y como tales debían ser respetadas.

Mientras caminaba por la calle que rodeaba la Universidad me topé con uno de mis mejores amigos y a la vez compañero de clase, Liam Payne.

-Hey Liam –le saludé chocando nuestros puños-. ¿Qué tal? ¿Qué haces tú tan pronto por aquí?

El chico me sonrió y ambos nos dirigimos hacia el campus.

-Pues nada más y nada menos que estudiar, tío –sacudió una hoja de papel escrita y subrayada hasta por las esquinas que hasta ahora había ignorado-. Qué asco de griegos.

Black SnowflakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora