XI

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Daniel sonrió al ver aparecer a Josemari entre los demás pasajeros que desembarcaban. Iba arrastrando su maleta y miraba a todos lados buscándolo. Le pareció cansado. Cuando al fin lo descubrió, se mostró feliz. ¡Cuánto había extrañado su sonrisa!

-¡Al fin! -exclamó cuando lo tuvo en sus brazos-. Ha sido una espera eterna.

-No pude volver antes -se disculpó Josemari mientras lo aferraba con fuerza-. También me moría por verte.

Se separaron para mirarse, como si quisieran comprobar que realmente tenían delante a quien habían anhelado durante largas semanas. Daniel suspiró resignado y su novio se limitó a soltar una risita cómplice. Estaban en medio de un ir y venir de gente, todo lo que querían decirse y hacerse el uno al otro, tendría que esperar.

-Tengo algo para ti, Josemari -dijo mostrándole una rosa roja y un paquete elegantemente envuelto, que casi habían estrujado en medio del abrazo.

-¿Un regalo de bienvenida?

-Ayer fue San Jordi. Ya sabes que para un amante de los libros como yo, es una fiesta importante.

-¡Solía celebrarlo cuando estaba en el instituto! -exclamó mientras abría el paquete-. También te traje algunos regalos y... -se quedó pasmado al ver la portada.

No se trataba de un libro cualquiera. Era en realidad un grueso fajo de hojas encuadernadas con sencillez.

-Es el primer borrador del libro que he escrito con tu abuelo. No he dormido desde que te fuiste para terminarlo a tiempo.

-No sé qué decir...-balbuceó mientras se le formaba un nudo en la garganta.

-¿Lo leerás?

-¡Por supuesto! Es más, lo leeré está noche, en nuestra cama, después de que nos cansemos de follar.

-De eso no nos vamos a cansar nunca... -bromeó tomando la maleta, quería llegar cuanto antes a su casa.

-Tengo que contarte muchas cosas -empezó a decir alegremente Josemari mientras le seguía el paso-. He consultado varios cirujanos en Alemania y coinciden con mi doctor. Me siento más seguro ahora. Claro que voy a necesitar mucha pasta, tendré que buscar trabajo...

-Sabes que cuentas conmigo -Daniel se paró en seco para decir esto, no pudo disimular su disgusto.

-Sí, lo sé. Por eso pensaba pedirte trabajo en el bar.

-¿En serio? -pasó del disgusto a la sorpresa.

-Además de ganar dinero, puedo follarme al jefe -bromeó disfrutando de todas las emociones que era capaz de despertar en su novio.

-¿A Pedro? ¿Te gustan tan grandotes?

-Me refiero al nuevo jefe -se acercó seductor-. El guapo de ojos azules que me tiene colgado desde que lo conocí.

-Bueno, él está loco por ti. Eso puedo asegurarlo -soltó la maleta para rodear su cintura y besarlo como había deseado hacer desde que le vio llegar. Los dos rieron por los murmullos que provocaron.

Salieron de la mano. Daniel arrastrando la maleta, sintiéndose igual que si hubiera alcanzado el Himalaya. Josemari apretando contra su pecho la rosa y el libro, como quien guarda algo invaluable. En la portada podía leerse el título, una simple palabra capaz de conmoverle hasta las lágrimas: "Único".


Fin




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