Prólogo

8 0 0
                                    

Querido Ángel, 

Estoy 100% segura de que no sabrás quién soy. Ni siquiera creo que te hagas una idea de ello. Sé muy bien que esto sonará muy loco. Sé que no hay nada en el mundo que pueda explicar esto, o que al menos pueda explicar parte de mis sentimientos. Es una situación realmente complicada, pues nunca creí que esto fuera posible. No creo que sientas lo mismo que yo, o que me veas con los mismos ojos. Quiero que sepas que es algo espontáneo y no voy a culpar a nadie, ni a ti ni a mí, solamente a Shakespeare, él es el único responsable. Sabes perfectamente por qué. Es muy difícil entender cómo en dos meses se puede desarrollar un sentimiento como este, pues no compartimos mucho más allá de los ensayos. Hay tantas personas en escena, mas tú siempre resaltaste y yo, tras bastidores, veía cómo brillabas con luz propia, una luz que opacaría la de cualquier estrella. De verdad tienes talento. Eres una de las personas más maravillosas que conozco, sin importar el lugar en el que estés. Y tal vez eso sea lo que me hizo quererte. Pero no quererte, pues no llego todavía a ese nivel. Sin embargo, me atraes con gran intensidad. Eres como un niño que necesita protección y, al mismo tiempo, eres tan grande, sabio y maduro como un hombre que ha recorrido un largo camino. Es probable que si alguien llegara a enterarse de esto, dijera: "busca alguien más maduro", pero sería imposible encontrar un chico más maduro que tú. Porque a pesar de tu corta edad podrías hacer lo que quisieras, podrías comerte el mundo y manejarlo a tu antojo, porque se nota que eres capaz de hacer cuanto te plazca, porque eres luchador y decidido. Tan decidido a enamorarme. Sí, ya entré esa etapa. Que no es solo atracción, pero tampoco es amor. 

No tengo la certeza de que ya sepas quién soy y espero que no lo hagas, porque, aunque siento que tus sentimientos son como los míos, no me atrevo a decírtelos por miedo a que me rechaces. Sé que te pongo nervioso, sé que al pasar a tu lado tu voz tiembla y eres incapaz de verme fijamente a los ojos por mucho tiempo, pero a pesar de todas esas pruebas que tengo, el miedo al rechazo es grande, pues siento que tu orgullo no te dejaría admitirlo. Ese debe ser tu defecto. Me conoces, claro, pero conoces a tantas chicas que no sé si lo que te digo te dé alguna pista. Sin embargo, si te doy la pista más importante, sabrás en seguida de quién se trata, aunque creo que ya lo hice; en algún momento dado te enterarás. 

Lo que quisiera contigo es sincero. Es algo que, más que atracción, quisiera que hubiera ternura. Porque endulzaste mi corazón con tus tiernas miradas, tus buenos chistes y las situaciones incómodas y todo eso logró despertar en mí algo lindo, algo pequeño, pero muy importante. 

Ya debo irme, pero recuerda que eres genial. Por lo menos para mí lo eres. Me gustas, créeme. Sé que esto no debería ser, pero, señor Capuleto, echémosle la culpa a Shakespeare.

- Una actriz enamorada

Todo por culpa de Shakespeare Donde viven las historias. Descúbrelo ahora