Capítulo 1: nombrando al lobo.

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PDV= Punto De Vista, quién lo narra.

Capítulo 1: nombrando al lobo

PDV Marion.

Era un gran lobo. Tenía una nariz húmeda, ojos atentos, un majestuoso pelaje blanco y negro, su cola estaba extendida, se hallaba en una posición erguida, altiva...

Y sus patas parecían chorizos pensé, disgustada. Mi pobre dibujo no le hacía justicia.

Ahora que me fijaba, el torso y los ojos tampoco habían quedado bien. Suspire con frustración y borre con la goma por enésima vez los ojos, intentando hacerlos de nuevo. ¡Pero jamás iba a poder! Esos ojos tan elocuentes, hermosos...amarillos, pero con una línea azul que bordeaba los límites del iris. La pupila negra, rasgada, y con un pequeño punto blanco de luz. Pero claro, lo único que a mí me salía, eran ojos que parecían de caricatura, a veces ni eso.

Lo que sucedía era que estaba acostumbrada a dibujar paisajes; bosques, cielos estrellados, amaneceres, atardeceres...no cosas animadas, ni mucho menos lobos. En especial ese lobo.

Decidí buscar algo para comer, alimentarse era la solución para la inspiración. Claro, para mí, era la solución para casi todo. Bajé las escaleras y vi a mi padre leyendo el diario sentado frente a la mesa, muy concentrado.

-Marion, ¿puedes sacar la basura?

Cualquiera se hubiera desanimado ante esta tarea, y la hubiera hecho a regañadientes. Pero yo la cumplí con entusiasmo. Busque en la heladera un trozo de carne cruda y la bolsa de basura; sin que mi padre me prestara mucha atención.

Salí afuera, nevaba y hacia frio, pero yo estaba lo suficientemente abrigada. Dejé la basura en el basurero donde más tarde irían a buscarla y mirando a mi alrededor sonreí. Ahí estaba. Había atravesado la verja y ahora me miraba curioso. El lobo de mis dibujos hecho carne y hueso, sentado con la cabeza levemente inclinada a un lado. Miraba mi mano.

Le mostré el trozo de carne que sostenía.

-¿Lo quieres? Podrías venir a buscarlo-dije agachándome y extendiendo el brazo. Él sólo me miro, en sus ojos se veía cierta impaciencia pero su postura se mantuvo igual.

Resoplé, la misma respuesta de todos los días. Le lancé a pocos centímetros la carne, y él la miro por una milésima de segundo, para luego continuar mirándome.

Reí entre dientes. Sabía que iba a esperar hasta que me fuera. Y así lo hice, luego de unos momentos. Pero en cuanto entré mire por la ventana; olfateó el trocito, y se lo comió, casi sin masticar.

Pobre lobo, con este invierno que estábamos teniendo, debía de pasar mucha hambre.

Y eso era todo, nuestro pequeño encuentro diario. Yo intentaba que se me acercara, pero siempre se mostraba reacio. Y si yo intentaba acercármele se ponía cauto a los primeros pasos. Si me seguía acercando se alejaba, y si insistía me gruñía levemente.

Debería nombrarlo pensé. Después de venir todos los días con sus ojos amarillos, y que yo lo alimentara, me merecía al menos ponerle un nombre. Sabía que no era un perro, y su mirada parecía mucho más inteligente y elocuente que estos. Pero aun así quería de alguna forma hacerlo mío, asegurarme de que no me dejara.

Por alguna razón, quería mantener mis pequeños encuentros matutinos en secreto. Sobre todo de mi padre, ya que este solía cazar, y si se enteraba de que teníamos un lobo en la casa, no dudaría un segundo en matarlo. Ronnie tampoco lo hacía muy fácil. Era nuestro perro pastor alemán, y siempre acompañaba a mi padre en sus expediciones de caza. Si no fuera por el viento y la nieve, probablemente sentiría el olor del lobo, y eso acarrearía problemas. Pero también quería ocultarlo de mi madre y amigos, y no sabía precisamente la razón, quizá era porque era algo privado. Una cosa mía, y no quería que nadie interfiriera.

En fin.

Subí a bañarme. Prendí el agua caliente y en menor medida la fría. Me desvestí y medí la temperatura del agua con la mano. La calenté un poco más y entré. Me puse a pensar en un buen nombre para mi amigo. "Fido" esboce una media sonrisa. Esa clase de nombre le quedaba bien a un << perrito de bolso>> pero en un lobo tan bello quedaría muy ridículo. A ver, a ver... me agache para tomar el jabón y al hacerlo el collar que traía puesto se volteó. De frente tenía una piedra muy bonita, negra, con pequeñas bandas de plata que la sujetaban. Detrás se veía la palabra "shiver" la marca del lugar donde lo había comprado.

Shiver pensé. Esta vez lo pensé en mayúscula. Imagine al lobo, blanco con zonas negras, sus ojos amarillos con una línea azul, y rasgados. Shiver. Si, ese era un buen nombre.

Huellas De Un LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora