Capítulo 31: A quién observar

276 8 3
                                    

Nota de la autora: Últimamente el editor de Wattpad me va como el culo, sobretodo en el espaciado y la alineación en el medio a izquierda o a derecha, así que pido disculpas de antemano.

Y al observar toda la locura, la sociedad o lo que ya 
se fue, entiendo que tu amor transpone todo refugio,
quema todo y sin armas.

Luis Alberto Spinetta

† † †

Esa mañana cogí sola el tren. No quería que nadie me acompañará, y menos Jack. Ya no sabía qué hacer, en quién confiar ni a quién contar mis temores y anhelos. Ya no podía hacer nada.

La subida al cementerio del viejo y solitario buzón me costó la vida misma. Dejaba ir mi aliento forzosamente mientras me abrazaba a mí misma con fuerza, con mi corazón acelerado. Tenía miedo de lo que pudiera ver, lo que pudiera saber. Los ignorantes son las personas más felices del mundo. Cuanto más sabes, más sufres. 

Ya estaba de camino, cuando miré en dirección a la calle dónde estaba la casa de Eric. Dudé unos instantes, pero finalmente bajé la cabeza y seguí adelante. El pequeño bosque estaba bien verde y repleto de sonidos de la naturaleza. Al estar bastante alejados de la gente, era lo normal. De repente, vi a alguien a lo lejos, en medio del camino de hierba y hojas caídas. A medida que me iba acercando, veía su atuendo negro y su pelo azulado. Efectivamente, era el otro chico que vino a la bolera, junto a Dídac. Tragué saliva y caminé con algo más de miedo.

El chico al verme, se volteó con una postura algo defensiva, con las manos en los bolsillos y una mirada moribunda, como si no sintiera nada al verme. Como si ya me estuviera esperando de hace rato.

- ¿Me estabas esperando? - solté, con decisión, aunque por dentro estuviera aterrorizada. 

El chico se limitó a confirmar con la cabeza, mirándome con sus ojos ojerosos. De inmediato, se puso a andar en dirección al cementerio, con pasos lentos. Supuse que tenía que ir con él hasta el buzón. 

† † †

Andábamos en silencio, en una situación que encontraba algo tensa. Miraba de reojo al muchacho que no debía tener más de dieciséis años, con la piel pálida excepto debajo de sus ojos a causa del maquillaje. O quizá sus ojeras fueran ya naturales, como si hiciera meses que no durmiera; resaltaban mucho con sus ojos azules como el cielo. Estaba extremadamente delgado, era posible que pudiera padecer anorexia. 

Finalmente llegamos al cementerio. Me entró cierta nostalgia al recordar el cumpleaños de Eric, dónde nos hicimos el primer beso. Mi primer beso. Miré en dirección al buzón y luego miré al chico que me acompañaba, intentando adivinar con su mirada si podía ir hasta allí o qué debía hacer, pero no hizo nada, sólo me miraba. Así que proseguí a andar, hasta llegar al viejo buzón solitario. Eché un vistazo atrás por última vez, para ver si el chico seguía conmigo. Se quedó a una distancia prudente de mí, paralizado. Finalmente, abrí el buzón, algo chirriante. Había una carta. Con el corazón a mil por hora, la cogí. Había mi nombre escrito, como la última vez que Angélica me pidió ayuda. Procedí a abrirla, y leí atentamente.

A mi querida Lyla,

Sé que has hecho todo lo que has podido por ayudarme, pero no ha sido suficiente. Ahora estoy junto a Eric, ambos estamos en un lugar mejor. Podrías ir a mi casa para recoger los últimos recuerdos de este mundo. Te lo agradecería eternamente.

Retrum 3: Labios de Ébano [En corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora