Capítulo 15. Cambios

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Hizo una mueca. Asintió y se levantó. — Si me necesitas ya sabes... — se calló y se acercó a la puerta. — Lo siento — . Volvió a repetir antes de abrirla y marcharse.

Las lágrimas parecían no tener final.

***

— No vuelvas a dejar a entrar a nadie así a mi habitación sin mi permiso, mamá — murmuré mientras me sentaba en mi sitio de la mesa para cenar. La ducha intensiva que me había dado me había hecho recapacitar unas cuantas cosas y una de ellas era esa.

Mamá se sorprendió y detuvo lo que estaba haciendo. Dirigió su mirada hacia a mí. La miré a los ojos haciéndole entender que estaba hablando en serio. Bajó la mirada y siguió sirviendo la comida.

— Creí que era lo correcto. Ella es tu mejor amiga... — la corté.

— Era —dije, ésta era la otra.

Carraspeó. — Bueno, era. Y creí que era lo correcto, quizás así arreglaban las cosas. Dijo que venía a disculparse.

— Y lo hizo. Pero no es suficiente. No todo se arregla con disculpas y yo traté de demostrar eso. Gracias a mí tienen ese video. Esas eran mis disculpas y siguen culpándome de cosas que no hice antes de escucharme. ¿Y con una disculpa yo debo perdonarla y ya? Mi corazón fue destrozado. No es que quiera parecer arrogante, pero creo que merezco un poco más — y finalmente, ésta era la última recapacitación.

Una lágrima escapó y la sequé con brusquedad. Ya estaba cansada. Cansada de llorar. Cansada de tener que ser yo la que se arrastre y pedir perdón. Esta vez yo no era la equivocada. Por Dios, antes de criticar y juzgar, pregunten. Pueden arruinar la vida de una persona.

— Tienes razón. Lo siento — mamá me abrazó pero la aparté.

— No quiero seguir llorando — le expliqué y empecé a comer.

Mientras tanto en mi cabeza pensaba lo que haría a partir de mañana. Llamaría a Cecilia, quedaría con ella y le daría el número de Elizabeth así ella podría arreglar su asunto. Iría al instituto, terminaría mi último año y me anotaría en la universidad. Buscaría otro trabajo. He intentaría reparar mi corazón.

Ahora habría una nueva Lia.

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Seis semanas después...

Zachariah

Nunca estuve tan enfadado conmigo mismo. Eres un idiota, pensé mientras miraba lo que tenía en frente de mí. Un mes y medio había pasado desde la última vez que la vi. Sólo un mes y medio. Y en seis semanas ella podía haber hecho todos esos cambios. Ya no desprendía su luz interior. Su rostro ya no llevaba esa sonrisa que hacía a mi corazón saltar. Ésta chica de mirada profunda y piel pálida no podía ser mi Lia. ¿O ya no lo era? La perdiste, susurró una voz en mi cabeza. Negué de un lado a otro. No puede ser.

Su pelo estaba negro y de un color azulado en las puntas. Era marrón, marrón caramelo cuando le daba la luz del sol. Ya no llevaba gafas, pero actuaba como si no las necesitara. ¿Se habría puesto lentillas? Y sus labios... Estaban pintados de un rojo intenso cuando ella sólo se ponía brillo... Y su ropa. Chaqueta de cuero y botas. Mi chica fanática de las zapatillas Converse ahora usaba botas.

— Sí, así de distinta está. Cierra esa boca antes de que te entren moscas, amigo — gruñó Nicolas a mi lado escupiendo la última palabra. — Ese atuendo le queda muy bien, pero no es la misma Lia de antes. Y tienes la culpa.

Dime que aún me amas.Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz