Habían pasado unos cuantos días, Rubén había quedado con Mangel todos los días en su casa, jugaban, reían, comían, bebían, recuperaban los días perdidos.
Mangel se había dado cuenta que estaba completamente enamorado de Rubén, pero el mismo sabía que su amado, amaba a otra persona. Eso le dolía, pero almenos, ahora podía estar con él. Vio que Rubén tenía ahora más golpes que la vez anterior, el ojiverde le ponía de excusa que iba a clase de boxeo, entre otras, era obvio que el moreno no se creía nada, pero no iba a obligarle a decir si Rubén no lo hacía, ya que el castaño le decía que no le incumbía.
El ojiverde estaba muy cómodo con Mangel, se sentía feliz y completo a su lado, pero también le sabia mal no poder corresponderle por estar con Álvaro.Mangel dio un trago a su cerveza y la dejo en la mesa.
-Rubén... ¿Cuándo me dirás que es Álvaro quien te hace daño?
-No es Álvaro coño
-Mira -Mangel le cogió de las manos- puede que sea idiota pero si con la única persona que estas es él, y se de sobras que no te pondrías a hacer boxeo porque eres un miedoso. Rubén no quiero que te hagan daño, ¿entiendes? Yo sé que lo quieres, pero yo te quiero a ti, y no me gusta verte sufrir.
Rubén se soltó de las manos de Miguel.
-Eres pesado, ¿eh? Que no, que no me pasa nada, ni Álvaro me pega ni nada. ¿Cómo me va a pegar por favor? -Rubén rió para quitarle seriedad al asunto.
El ojiverde estaba temblando un poco, tenía miedo de que Mangel se enterara. No quería. No quería que le abandonara por dejar que su novio le pegue, o por ser un miedica. No quería.
Al castaño se le cristalizaron los ojos.-Voy al lavabo, pon otro juego, el que quieras. -Rubén se levantó con cuidado y fue hacia la puerta para salir hacia el baño.- Sea el que sea te voy a ganar.
-Pero si eres malísimo, te voy a dar una paliza. -Mangel se calló de golpe. -Mierda. La he cagado. -pensaba él.
Por otro lado Rubén se había quedado quieto y varios recuerdos se le vinieron a la cabeza. Sacudió la cabeza y salió corriendo al lavabo, donde se encerró a llorar en silencio.
Por otro lado el plan de Mangel había comenzado, tenía hasta que Rubén saliera para buscar algo, alguna prueba de que Álvaro maltrataba a Rubén. Mangel fue corriendo a la habitación, donde sabía que Rubén guardaba las cosas. Busco en los cajones y en los armarios, y después le dio por buscar debajo de la cama. La cama de Rubén se levantaba por el somier, para tener más espacio para guardar cosas. Se encontró con papeles y libretas y empezó a rebuscar entre ellas y encontró una que resaltaba a las otras, una con dibujos infantiles, y estaba claro que era de Rubén. Escuchó tirar de la cadena y se levantó corriendo poniendo la cama bien y se llevó consigo la libreta y algunas hojas más y se las guardo en una bolsita en la que había traído la comida a Rubén.
A todo esto, el castaño se había tomado unas pastillas para los ataques de ansiedad, ya que últimamente le daban bastante seguido. Se lavó la cara para que no se notara que había llorado y tiró de la cadena.
El morocho ya esperaba a Rubén en el sofá mientras recuperaba el aliento disimuladamente.
-¿No has cambiado el juego? No sabes ni hace eso, estúpido. - El ojiverde rio mientras se acercaba a la videoconsola para cambiar el juego.
-¿Peeeeeerdona? ¿Qué me has dicho? -Mangel se levantó de golpe, haciendo que Rubén se empezara a reír.
-No Mangel... Que te conozco... ¡NO!... NI SE TE OCURRA.
Mangel estaba persiguiendo a Rubén por el piso iniciando una guerra de cosquillas en las cuales siempre perdía el ojiverde.
El morocho pillo al castaño y lo cogió en brazos hasta tirarlo en la cama que compartia con Álvaro y se le subió encima de la cintura.
-¿Con que soy estúpido?
-No, Mangel, no -Rubén ya se estaba riendo antes de que Mangel le hiciera nada.
-Pero si no te he tocado imbécil, no te puedes reír todavía. -A Mangel se le escapan las sonrisillas viendo a Rubén reír y retorcerse debajo de él, veía al castaño feliz, y eso le hacía feliz.
-¿Qué tengo que hacer para que no me hagas cosquillas? -Rubén cogió las manos de Mangel y peleaba para que no le hiciera reír hasta dolerle la barriga.
Pero como todos sabemos, Rubén era un flacucho y Miguel le gano, haciéndole cosquillas hasta ver a Rubén llorando de la risa.
Mangel sonrió y le acaricio las mejillas secándole las lágrimas, eran lágrimas, sí, pero de felicidad. El castaño estaba feliz con él y Mangel lo sabía.
-Mangel... - Rubén seguía riendo.
Pero Mangel no lo escuchaba. Mangel estaba en su mundo, perdido entre sus pensamientos, pensando que sería despertarse al lado de Rubén y que te regale una sonrisa, hacerle reír todos los días; preparar tortitas, empezar una guerra de harina y acabar haciendolo en la ducha. Mangel estaba tan perdido que no se dio cuenta en que momento besó a Rubén.
El castaño no sabía qué hacer, cerró los ojos y se dejó llevar, pasando los brazos por el cuello del contrario. Rubén estaba sintiendo esas mariposillas de cuando ves al chico que te gusta entrar por la puerta de clase en el colegio.
Aunque él prefería engañarse así mismo diciendo que era por reírse tanto.