Capítulo 28: Convivencia

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Al ver a su hijo marcharse de aquella manera, sin siquiera mirarle ni despedirse de él, supo que estaba realmente molesto. Un suspiro de cansancio escapó de sus labios sin que pudiera hacer nada para detenerlo. Cada vez que nombraba a Takumi o hablaba sobre la boda, Daisuke pasaba de ser el mismo niño alegre y simpático de siempre a transformarse en aquel cabezota y malhumorado crío que acababa de salir por la puerta. Su hijo siempre terminaba cabreado cada vez que eso ocurría.

Aomine no sabía cómo hacer para que Dai dejase de odiar a Takumi, o al menos tanto, porque si no lo conseguía, la convivencia sería horrible cuando se casase con su jefe. Resopló al pensar en ese hombre, era otro quebradero de cabeza en su vida. Tenía sentimientos contradictorios por él, no le amaba pero tampoco le odiaba. Por una parte, le estaba agradecido porque le había dado la oportunidad de volver a estar sobre una cancha y le había ayudado en algunas ocasiones, pero por otra, no le gustaba que en otras ocasiones tomase ventaja de su situación económica para tenerle a su merced, primero con el sexo y, ahora, con todo el tema del matrimonio. Sabía que se aprovechaba porque quería conquistarle, aunque tenía claro que así no lo iba a conseguir, usar sus debilidades no era la mejor forma de hacerlo.

Aun así, sentía que lo correcto era ponerle al tanto de la nueva situación y comunicarle que iba a haber un cambio de planes por el momento. Por eso, tomó entre sus manos el teléfono de casa y comenzó a marcar las teclas que conformaban el número de móvil de Takumi, pero cuando sólo le quedaba el último dígito, se detuvo. No le parecía bien decirle por teléfono que debían posponer la boda, si estuviera en su lugar, no le agradaría que su prometido le contara algo así de esa manera, sino en persona. Y eso era lo que iba a hacer, se lo diría cara a cara.

Puso el teléfono en su sitio y se levantó del sillón. Aprovecharía que Daisuke no estaba en casa para ir en ese instante a verle, lo mejor no era dilatar demasiado el asunto ya que parecía que dentro de muy poco estaría compartiendo techo junto al padre de su hijo. Pensar en el pelirrojo le hizo dudar durante unos segundos sobre si era buena idea dejarle junto a Dai, quizás lo mejor era llamar a Tetsu o a Kagami para que estuvieran con ellos y vigilasen a Akashi, pero después desechó la idea. Le daría un voto de confianza y vería cómo actuaba con Dai y qué le decía sin su presencia, después de todo, estaba a punto de irse a vivir con él y pasarían tiempo a solas, quisiera o no, y aquello podría servirle de práctica para acostumbrarse a lo que se avecinaba.

Cogió el abrigo que tenía colgado en un perchero cerca de la entrada y las llaves de casa, y salió del departamento en dirección hacia la cancha donde Akashi y su hijo debían estar jugando. Al llegar, vio que Akashi le estaba enseñando algunas estrategias a Daisuke mientras éste le escuchaba muy concentrado. No pudo evitar que una sonrisa se le escapara, no sólo porque ésa era la cara que el pequeño ponía cuando trataba de memorizar algo, sino por la escena en sí. Su mirada se enterneció al verles juntos de esa manera, felices disfrutando de la compañía del otro mientras se divertían con un deporte que amaban tanto.

Tuvo que disimular y cambiar su expresión cuando Akashi se percató de su presencia y sus ojos se posaron sobre él. Vio que le decía algo a Daisuke, seguramente que se encontraba allí porque su hijo le observó acto seguido, aunque al segundo siguiente, frunció el ceño y volteó el rostro. Estaba claro que seguía enfadado. Akashi acabó acercándose a él dejando a Daisuke practicando algunos tiros a canasta.

- Aún sigue de malhumor – dijo Akashi cuando estuvo frente a Aomine – Un poco de baloncesto y se le pasará, pero... deberías haber esperado a que regresáramos porque acabamos de empezar.

- No he venido por eso – le aclaró Aomine – Tengo que ir a hacer un recado y venía a preguntarte si puedes quedarte con Dai mientras estoy fuera.

Baloncesto callejero (Kuroko no Basuke, AkaAo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora