Capítulo 260

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Ante sus peticiones, Dulce María sintió cómo una mano acariciaba su sexo, cómo unos dedos ágiles jugueteaban bajo su braguita, haciéndola eclosionar de placer bajo el hombre que la había hecho enloquecer. Con sorprendente lucidez, la joven lo hizo caer sobre el suelo de madera, colocándose a horcajadas sobre él, desprendiéndose de la camiseta que ya le sobraba, desprendiéndolo a él de la suya, mientras Christopher ya se encargaba de desabrochar aquellos jeans que oprimían su erección.

- Dios mío...; suspiraba la muchacha, aún ebria, al ver lo que se ocultaba bajo aquellos bóxers que le acababa de arrancar a su novio.

- No le temas, hace tiempo que ustedes dos son muy buenos amigos; bromeaba el chico.

- Cállate...; pedía la pelirroja cuando ya se lo introducía en su garganta al tiempo que acariciaba sus testículos, aumentando poderosamente el ritmo, ofreciéndole un placer sublime que hizo que el greñudo terminase por correrse en su boca.

Cuando aún no había recobrado el aliento, el joven la elevó en sus brazos, haciendo que se apoyase sobre la pared libre que tenían enfrente... Se comenzaron a besar con pasión incontrolada, toqueteándose el uno al otro, dejando al descubierto sus cuerpos cuando hicieron desaparecer la poca ropa que aún cubría su piel cubierta de sudor.

Desesperado, el muchacho decidió perderse en aquellos senos voluminosos que lo miraban pidiendo clemencia. Sin dudarlo se la ofreció, acariciándolos, lamiéndolos, mordisqueándolos con fuerza, cuando sus manos ya se perdían entre sus nalgas, despertando en ella tímidos gemidos que aumentaron de magnitud conforme aumentaba la intensidad del momento.

En un único movimiento, Uckermann la tomó de los muslos, acomodando las piernas de la chica alrededor de su cintura. De pronto, la pelirroja sintió cómo algo de tamaño considerable penetraba sus entrañas, haciéndola gimotear, acompasando sus gritos agudos con los que salían de la boca de su compañero, quien presionaba con mayor fuerza, aumentando el ritmo de sus embestidas, también el de sus jadeos.

Sin dejar de besarse, aquellos embistes iban cada vez más deprisa, acompasados a la sonoridad de sus gemidos, que ya se escuchaban al otro lado del pasillo. Éstos disminuyeron cuando un orgasmo atravesó sus cuerpos, haciendo que mil y un espasmos recorriesen sus entrañas, aferrándose el uno al otro en aquella pared, dejando que sus cuerpos se relajasen, que sus respiraciones se acompasasen perdidos en el aliento del otro.

- Esto aún no termina aquí...; anunciaba Dulce María, empujándolo hacia la cama perfectamente hecha, tirándolo sobre ella, colocándose a horcajadas mientras sensualmente besaba los cuadraditos de su abdomen.

La borrachera se estaba yendo, los mareos aún no se habían marchado del todo, pero ya nada importaba, aquella noche sólo querían sentirse el uno al otro. Al fin y al cabo, como ella misma había predicho, ese sería su último día de felicidad...

2.2. Before the moon... (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora