Lazos de amor

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—¿Sabías que un segundo puede significar una vida?— cuestionó el extrovertido universitario con simpatía, mientras observaba con interés a la desconocida que estaba sentada a su lado en la parada de bus.

Ella era, sin lugar a dudas, una de las mujeres más hermosas que había visto. Tenía grandes lentes de color negro y profundos cabellos marrón, unos labios tan apetecibles y una piel oscura tan fina que le robaba el aliento. 

— No estoy para jueguitos mentales, ahórrate tus palabras— cortó frívolamente la muchacha.

Con sumo cuidado cuidado, se reacomodó las gafas para seguir con la mirada fija en lo que parecía ser el libro más importante del mundo. El joven se las arregló para ver la portada del libro y vio que se trata del Reglamento oficial para el Campeonato Internacional de Ajedrez.

 Vaya. Además de guapísima, de seguro que era inteligentísima, ¿era mucho pedir que Dios se la concediera como su esposa?

 —¿Dejarás de verme ya? Gritaré pidiendo auxilio si no quitas tu creepy mirada de mí.

—¡No!, no lo hagas. Te juro que no soy uno de esos tipos, es solo que me pareces muy atractiva.

Él escucho un leve quejido de su parte y segundos más tarde, ella le dio totalmente la espalda. ¿Acaso había dicho algo malo?

—No me ignores, por favor. Si quieres, te repito la pregunta y comenzamos de nuevo. ¿Te parece? 

La joven vio la hora en su celular. Aún faltaban quince minutos para que el bus llegara y si no le hacía caso en ese instante, probablemente la seguiría molestando el tiempo que restaba. Además, podía ser que incluso tuvieran que compartir asiento y era un trayecto de cuarenta y cinco minutos, así que, era mejor prestarle atención en ese instante, antes que fuera peor. 

—Está bien, adelante. Comienza de nuevo.

El universitario le sonrió complacido, se aclaró la garganta y respiró. Solo tenía esta oportunidad, era todo o nada. 

—¿Sabías que un segundo también es equivalente a una vida?— Ella rió.

—Matemáticamente eso no es posible. Ni físicamente. Ni..."

—No metas a las matemáticas en esto, ni a la física, ni lo demás que estuvieras diciendo. chica. Esto es diferente.

—Tú preguntaste, yo respondí, ¿ahora me callas? Acabas de perder tu oportunidad. 

¡Claro! ¡Cómo no se dio cuenta antes! Con una cerebrito no se puede ligar así.

La muchacha regresó su atención al reglamento y en cuestión de segundos, logró olvidar al fastidioso chico de al lado. Bueno, al menos eso fue lo que intentó, porque por algún extraño motivo, desde que se había sentado a su lado, había sentido un cosquilleo en las piernas y en la zona baja del abdomen. Algo como cuando te gusta alguien, ¡sí! Con la diferencia en que a ella no le gustaba él, es decir, ni siquiera lo conocía, además, no puedes enamorarte a primera vista, ¿cierto?

Mmm, sí, cierto.

El joven a penas si podía respirar. Había intentado decirle algo otra vez, pero hasta las palabras lo habían traicionado. ¡Eso nunca le pasaba! Ya lo había hecho mal dos veces, ni siquiera estaba seguro de que pudiese existir una tercera. Necesitaba analizar bien la situación, pero se estaba demorando demasiado. El bus llegaría pronto, ya solo le quedaban cinco minutos. Cinco para que su corazón hablara por sí mismo. Cinco minutos para que fuera la primera y última vez en que ver a la atractiva chica de la parada de bus. 

Pensó muy bien sus palabras, algo nuevo tenía que decirle. La primera vez, no había dicho lo que realmente quería, la segunda fue espantosa, pero necesitaba intentarlo de nuevo. Su madre siempre decía que la tercera era la vencida, había que ver qué tan cierto sería. 

Así que, rogándole a Dios de que ella no gritara llamando a la policía, tomó con sumo cuidado un mechón de cabello de la chica y lo colocó detrás de su oreja para ver a su rostro totalmente despejado cuando hablara. 

—Lo hice mal, lo sé. Pero verás, me tomó un simple segundo para verte bien, chica misteriosa. Debo decir que no sé tu nombre ni tus gustos, pero ese simple segundo bastó para saber que quiero vivir una vida a tu lado, empezando ahora. He de parecer un loco, al haberte declarado mi amor, pero prometo que lo que empiezo a sentir por ti es un sentimiento de gran inmensidad. Llámalo amor a primera vista o destino, pero sé que de alguna u otra manera, tengo que conquistarte."

—Si no sabes nada de mí no entiendo cómo pretendes decir que quieres pasar una vida a mi lado.

Aquella declaración no había sido la primera en la semana. Ya había sido centro de broma para otros chicos las veces anteriores y esta vez no podía caer de nuevo en el juego. 

—Te confundes, preciosa. Sí se algo de ti y creo que es lo más importante: Eres la mujer que quiero presentarle a mis padres y la que, algún día, quisiera desposar. Algo me dice que un hombre como yo no merece a una mujer como tú, cometo demasiados errores a menudo, actúo por mis impulsos y suelo ser muy olvidadizo, pero si me das la oportunidad de demostrarte lo feliz que te puedo hacer a mi lado, valdrá la pena ese segundo que me enseñó lo que la vida sería contigo. Estoy dispuesto a enseñarte un lado nuevo de la vida, si me lo permites. 

Ella sonrió nerviosa y sus manos comenzaron a sudar. ¿Qué era eso? Agachó su cabeza y pretendió seguir leyendo, pero no podía. No con lo que acababa de suceder. Después de todo, quizá su cosquilleo sí tenía una explicación.

—¿Te puedo confesar algo?— preguntó con inseguridad la chica. Su corazón latía demasiado rápido, sentía que le daría un infarto.

—Lo que tú quieras— respondió él sin perder la esperanza en que dijera algo importante.

—Quise ignorarlo, pero apenas un segundo antes que tú me vieras, yo te observé a ti; ese segundo no fue una vida sino, una eternidad. Porque una vida acabará con la muerte, pero la eternidad permanecerá en el recuerdo aún después de partir.

Él acercó su rostro al de ella y la observó con mayor cuidado. Uf, no estuvo tan mal, después de todo. Luego, acerco con lentitud sus labios a la mejilla izquierda de la chica y plantó en ella un sonoro y cálido beso.

—Me llamo Sebastián.

—Y yo Giselle.

Ambos chicos se miraron por unos instantes y todos a su alrededor pudieron ser testigos de los lazos de amor que se formaron en esos momentos.

Ese lazo que nunca se rompió, perdió cuerdas en el camino, como todos los demás, pero se logró recuperar y se mantuvo estable hasta el final, más allá de la muerte.

Ese lazo que nunca se rompió, perdió cuerdas en el camino, como todos los demás, pero se logró recuperar y se mantuvo estable hasta el final, más allá de la muerte

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Inchiostro nero |Completa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora