Capítulo 1

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Capítulo 1 

Lunes

—¡Lunes, siga leyendo! —la voz del profesor tronó en la sala, todos volvieron sus miradas a Andrés que buscaba desesperado en el texto algún indicio

Tomó el libro entre sus manos y se levantó de su asiento para seguir leyendo. Roque quería ayudarlo pero no podía porque tampoco había prestado atención durante la clase.

Intentó correr un mechón de cabello ondulado que le caía por la frente, acomodó sus anteojos de marco negro y dudó por un momento en comenzar a leer. Juntó aire y se desacomodó la corbata que ya de estar tan ajustada, lo estaba ahorcando.

—«Las luces se negaron a encenderse, María, buscaba en la oscuridad su varita dorada pero no veía nada. Trató de mantenerse en pie pero cada dos segundos tropezaba con algún objeto»—sus ojos verdes seguían clavados en la quinta página.

—Suficiente —replicó el profesor Marques algo enfadado por la poca atención que le prestaban sus alumnos.

Se tranquilizó al poder sentarse nuevamente en su asiento, Roque le dio unas palmadas en la espalda y a su vez le recomendó que la próxima uno de los estuviera de vigilancia. Cada día, uno de los dos debía hablar y escuchar al profesor al mismo tiempo, eso se trataba el puesto de vigilancia.

Su profesor de literatura no tenía nada de especial, y parecía realmente odiar los libros y como siempre: a sus alumnos. Se trataba de un hombre regordete y algo desarreglado.

El banco de Lunes y Martes —o en otras palabras, Andrés y Roque—, parecía un castillo debido a los libros que se encontraban apilados y que esperaban ser leídos en la hora de clase, luego de terminar la tarea. Andrés había traído tres para leer y Roque dos. En ese mismo momento, ambos se encontraban disfrutando de la lectura como si nada pasara a su alrededor; se comentaban cosas que sucedían de a poco mientras iban comprendiendo las historias, releían en voz alta las frases que les gustaban y sobretodo comentaban sobre sus personajes favoritos.

—Quiero una novia como Jessel —suspiró Roque a la vez que se dejaba caer del respaldo del asiento—. Ella es muy bonita, al menos en mi mente.

—Yo quiero una novia como tú —bromeó Andrés.

No pudieron aguantarse las risas y a la par, soltaron una carcajada que llamó la atención de todos los que se encontraban en el salón. Entre todos sus compañeros, el profesor.

Como era de esperarse los envió a la oficina de la directora como si se tratase de una cárcel, o mejor dicho una guardería. Abrieron la puerta lentamente y esperaron a que la directora reciba la señal de que ellos estaban allí. Se sentaron en las dos sillas vacías y esperaron a que ella dejase de leer papeles indescifrables.

Alzó su mirada y al verlos a los dos sentados frente de ella, soltó un suspiro y acomodó todo el papelerío para luego apartarlo a un lugar lejos de sus ojos curiosos.

Lunes y Martes —soltó la rubia algo cansada de recibir tantos alumnos en un día—. ¿Así los llaman, cierto?

Los dos asintieron e intercambiaron varias miradas.

—Seré sincera, la mitad de los temas de la sala de profesores es sobre ustedes dos. No me preocupa que se armen su propia biblioteca en su banco de clases, o que lean y que en el futuro no sean unos estúpidos ignorantes como el resto de los estudiantes de este instituto. Pero me gustaría que prestaran más atención en clase.

Las palabras de la directora no parecían afectarles en nada a los dos chicos; parecían perdidos en la nada, no le estaban prestando atención. A veces, a la directora le daba miedo porque daba la sensación de que los dos se podían comunicar telepáticamente.

Andrés asintió, la razón que estuviera tan distraído era por aquél papel que se encontraba pegado en la pared, justo detrás de la profesora. Roque se le sumó a la lectura de aquellas letras tan pequeñas.

—¿Me están escuchando? —preguntó enojada.

Andrés sacudió la cabeza como si se tratase de un perro.

—¿Podría darnos… eso? —Roque señaló el aviso.

—Oh… El campamento, eh —dijo con voz triunfadora y con una sonrisa despegó el papel de la pared—. Se ve que están interesados.

Los dos asintieron al mismo tiempo, ya parecían aquellos gatos y perros de juguete que movían su cabeza cada dos segundos y que eran colocados generalmente en los autos.

Les entregó el aviso y luego, Andrés y Roque corrieron por los pasillos para ir a buscar sus mochilas y sus libros que habían quedado sobre su banco. Mientras, leyeron lo que decía el aviso.

Campamento Literario “Escribimos y leemos sueños”

Por la gran escritora del momento: Venecia York

Se invita a los estudiantes de entre doce y diecisiete años a participar de este gran momento para los amigos de la lectura y la escritura. Solo siete podrán entrar, participar y GANAR.

Premios: 15 libros + 1 premio a elección

Si desea inscribirse por favor ir a: Edificio blanco, calle Imprevista. De 10:00 a 14:00 horas (solo los lunes)

Mas info en la página oficial del campamento.

Ya no tenía caso de seguir en la escuela, iban a irse ahora, deberían ser uno de los primeros en inscribirse. Debían ser uno de los primeros en llegar a la fila y anotarse. Tomaron sus mochilas y esquivaron al profesor, éste los maldijo todo lo que pudo y trató de detenerlos pero luego de unos segundos se rindió completamente al notar que no estaba tan en forma como pensaba.

Con los libros en sus manos escaparon de aquella prisión.

El aviso traía un pequeño mapa con el que ahora los chicos trataban de guiarse, discutían por las calles que debían tomar y se quejaban de lo mal que se veía el gráfico.

Siguieron caminando hasta que se toparon con el gran edificio blanco que se mencionaba en la hoja. Estaban realmente asombrados por lo grande que era. 

De Lunes a Viernes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora