Hay un "buenos días" escapando de la boca de una señora alta y flaca, cuando entra a la repostería. Ella saca el abrigo de su cabeza y acomoda mejor su cabello en la coleta que lleva consigo. Sonríe de una forma que no llega a su ojos.
Harry se pregunta qué tiene exactamente de buenos días cuando ve que el maquillaje de la mujer, alrededor de sus ojos, está corrido por la lluvia que está cayendo en ese pueblo perdido de Inglaterra. Se pregunta porqué se esfuerza en sonreír cuando su voz rasposa está diciendo a gritos que no se siente bien.
Harry nunca entiende, aún cuando su madre —en el pasado— se lo explicaba todo el tiempo. Así que sonríe de vuelta. Sonríe como ha practicado desde niño y como sabe que funciona para no incomodar a la gente —aún cuando en su interior se pregunta porqué la gente no simplemente habla antes de que los demás tengan que adivinar lo que sucede.
"¿Algo en particular que desee ordenar?" Harry comienza, jugando con un lápiz en su mano y listo para anotar en la libreta que reposa a su costado, sobre el mueble de la caja registradora.
Lo anota porque es una costumbre y las costumbres son difíciles de dejar de lado —sobre todo para Harry.
La señora ordena un cupcake de fresa "ese que se ve en vitrina, por favor", así que Harry va por él y antes de siquiera notarlo, se encuentra solo en la repostería con una pregunta en la punta de su lengua.
¿Por qué se empeña tanto en ocultar que no son buenos días?
Pero la olvida tan pronto llega un nuevo cliente y Harry se ve a sí mismo forzado a sonreír, aunque no lo sienta, aun cuando no cree que sea lo correcto y aun cuando un cliente, enojado por quién sabe qué cosa, le dice que es un inútil.
≡
Son las dos de la tarde cuando Harry ha terminado de comer y se toma unos minutos para jugar con las hojas que están cayendo de los árboles.
Es otoño, Harry piensa, su estación favorita porque es concreta, es tonalidades amararillas y cafés. Es viento en la cara y es la anticipación a la estación más fría del año. Es tiempo de cosechas, de términos de ciclos y alberga el inicio de otros tantos. Es, de la mano de la literatura, el alcance a la madurez y para Harry es más que suficiente.
El otoño es tranquilidad y un recordatorio de que no está tan fuera de lugar como a veces se siente, porque hasta las hojas caen de los árboles, de esos a los que han pertenecido durante meses. Y Harry cree que él no está del todo equivocado cuando se siente con ganas de quedarse encerrado en su departamento junto a su pequeña colección de cámaras y biblioteca, resguardando su cabello largo y rizado en un bollo, en una coleta o bajo una bandana.
Harry se pregunta, a veces, porqué hay gente que huye de las hojas; porqué hay gente que prefiere el invierno, la primavera o el verano y el otoño es simplemente olvidado. Harry quiere saber porqué, si las hojas son armoniosas al pisarlas —y traen consigo este sonido con el que Harry podría dormir como si de una nana se tratara. Quiere saber porqué la gente se oscurece con el otoño, porqué no usan gorros amarillos y botines del color del maíz; porqué se encierran en el negro, en el café oscuro y en el azul marino. Quiere saber porqué la gente se siente más deprimida cuando el otoño no es más que una estación que avisa que cuando culmine la Navidad estará solo a tres días.
Harry aún quiere saber porqué la gente se encierra tanto en sí misma y da tanta vuelta para explicar lo que le está pasando.
Su madre le decía que no todos eran como él, que no todos podían ser sinceros y que no todos tenían la capacidad para no sentirse presionados por sus sentimientos. Su madre le explicaba que así como para él era complicado cambiar de planes, para otros era complicado hablar de las cosas que pasaban por su cabeza.

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Bajo las hojas del otoño » l.s.
Fanfiction(Un AU en el que Harry solo necesita poco más de siete días de otoño para caer por Louis, el chico que conoce en la biblioteca y con quien comparte más de una cosa en común.) [ Portada regalada ♡]