Capítulo 5

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—¡Gakushuu! ¡Ven aquí! ¡Mira!

La voz animada y dulce de la mujer resonaba en el salón de la casa, con el ambiente cálido y hogareño de este reflejándose en el vídeo a la perfección. Se enfocaba a uno de los lados a dicha mujer joven sentada en el suelo de la estancia, con un gran peluche en la mano y llamando a su hijo con una gran sonrisa en la cara.

Al lado contrario, justo en frente de su madre y a unos pocos metros, el pequeño Gakushuu yacía sentado en el suelo, arrastrando su pijama morado y mirando con curiosidad a la mujer a medida que pasaban los segundos. Con el chupete en la boca y sin moverse, el niño no parecía tener intención de acercarse a la muchacha que le empezaba a llamar con impaciencia.

—¿Por qué me miras así? ¡No te quedes ahí! ¡Ven aquí conmigo!

La mujer insistió una vez más zarandeando el peluche frente a los ojos del bebé, con la esperanza de que este le hiciera caso y se moviera de una vez. Por lo que se podía deducir, había sido la misma mujer quién había colocado allí la cámara, con la esperanza de poder grabar un bonito momento entre madre-hijo. De esa forma dentro de unos años podría ver ese vídeo y dejarse llevar por la nostalgia al recordar lo pequeño y adorable que era su bebé cuando le hacía caso.

Pero no lo hizo.

Gakushuu pasó olímpicamente de su madre, como si no existiera. Ni siquiera el hecho de que esta sostuviera su peluche favorito parecía importarle. Por lo que giró la cabeza, se tumbó en el suelo del salón como si nada y empezó a balbucear cosas inteligibles mientras se revolvía en su sitio y movía sus extremidades para entretenerse.

Esto obviamente causó que la mujer se quedara callada, bajara el peluche al suelo y mirara a su hijo con algo de seriedad y desánimo. Al parecer la mente de un bebé le permitía entretenerse durante horas tumbado en el suelo, escupiendo su chupete y babeando en su propia mano mientras hablaba consigo mismo, pero no le permitía deducir lo ilusionada y expectante que estaba su madre por verle gatear.

—¿Qué esperabas? Cuanto más le insistas, menos caso te hará.- La voz de Gakuhou sonó desde detrás de la cámara, con un tono algo divertido y sarcástico.

Esto hizo que la mujer mirara hacia ese lugar, subiendo la cabeza y mirando a su marido con el ceño fruncido mientras apretaba los puños.

—¿Y qué sugieres que haga? En algún momento tendrá que aprender a gatear.— Replicó la mujer.— Todos los bebés del barrio ya lo hacen. Y él está... Bueno, él está ahí.

—Cada bebé tiene su propio ritmo, ya gateará.— Dijo Gakuhou con tranquilidad.— ¿No fuiste tú quién me dijo que no me preocupara por cosas estúpidas?

—Tú te preocupabas por si dejaba de respirar, por si se había quedado mudo al no llorar hace dos noches y por si había pillado una nueva enfermedad infecciosa potencialmente peligrosa para la sociedad cuando estornudó, yo me preocupo por su desarrollo y crecimiento cómo bebé y ser humano.

—Mis preocupaciones tenían argumentos, investigaciones profesionalmente alabadas y razones válidas, tú estás siendo motivada por las vecinas y lo mucho que alardean de sus hijos babosos y con sobrepeso.— Rebatió Gakuhou con rapidez.

—Muy bien, pues si mis preocupaciones son tan nimias y sin sentido, siéntate aquí y haz que gateé, a ver si tú lo consigues. Si es tan poco importante, seguro que lo arreglas en un santiamén.

Diciendo esto, la mujer soltó el peluche, se puso de pie y con la cabeza bien alta dio unos cuantos pasos para situarse detrás de la cámara y dejar espacio a Gakuhou para que se sentase.

Durante unos segundos lo único que se grabó fue al bebé que seguía ajeno a todo lo que decían sus padres y daba vueltas por el suelo como si fuera lo más entretenido del mundo, pero esto fue roto cuando se escuchó un suspiro de exasperación de Gakuhou seguido de unos cuantos pasos suyos acercándose al lugar.

Finalmente el hombre apareció en el vídeo, con una expresión de fastidio y cansancio (seguramente dada por la angustia de tener que hacer aquello para no enfadar más a su mujer). Se sentó con resignación donde antes había estado ella, cogió el peluche mientras lo miraba con tranquilidad y asintió levemente para luego levantar la cabeza.

—Eh, Gakushuu.— Empezó a decir con seriedad.— Tengo tu peluche y me lo pienso quedar.

Esas palabras parecieron tener un efecto inmediato en el niño, que nada más escuchar aquello se paralizó, giró la cabeza, observó con detenimiento la expresión seria de su padre y el cómo zarandeaba el peluche, y decidió por su cuenta que aquello no podía permitirse. Por lo que sin perder el tiempo e ignorando que no parecía haberlo intentado antes, Gakushuu apoyó sus rodillas y sus manitas en el suelo, ignoró lo mucho que sus brazos temblaban y se acercó gateando a su padre como alma que lleva el diablo.

La mujer desde atrás ahogó una exclamación, Gakushuu balbuceó algo extraño a su padre y Gakuhou siguió impasible en su sitio.

No era normal que un niño que supuestamente nunca había gateado lo hubiera hecho con tanta rapidez y seguridad, pero lo había hecho. Y ahora el crío estaba sentado a unos palmos de su padre, alzando los bracitos y reclamando el peluche con insistencia mientras miraba al hombre con el ceño fruncido.

—¿C-Cómo...— Empezó a preguntarse la mujer totalmente sorprendida.

Gakuhou solo alzó los hombros y finalmente le dio el peluche a su hijo, que no tardó nada en abrazarlo con fuerza y empezar a reír con una genuina e inocente alegría.

—Le gusta este peluche.— Argumentó el hombre como si nada.— Ni en un millón de años dejaría que yo me lo quedara.

—Más bien creo que le gustas tú.— Se apresuró a decir la mujer.— Todo lo que tú tengas, lo va a querer.

Ante esa respuesta y razonamiento, Gakuhou bajó la mirada, vio a su hijo manosear y zarandear el peluche de la misma forma que él lo había hecho frente a sus ojos hace unos segundos y luego suspiró.

—No, no creo.— Dijo con tranquilidad.

Lo siguiente que se escuchó fue un bufido proveniente de la mujer, que al parecer estaba más que enfadada, seguido de unos fuertes pasos alejándose de la cámara y del salón.

Gakuhou se quedó mirando hacia esa dirección, seguramente pensando en lo enfadada que estaba su mujer, la bronca que le iba a caer más tarde, una posible forma de evitarla y una compensación a la muchacha por... Bueno, por lo que fuera que hubiera hecho mal, porque a su juicio no había hecho nada malo. Claro que tampoco le dio mucho tiempo a pensarlo, menos cuando sintió una de las manitas de Gakushuu golpearle en la pierna y un leve balbuceo del bebé reclamándole.

El padre no tardó en mirarle mientras le dirigía una sutil sonrisa. Sin titubear, alzó los brazos con decisión para recoger al pequeño del suelo, levantarle con cuidado y luego sentarlo en su regazo con delicadeza, sin ninguna queja o reclamo del niño de por medio, que pareció encantado ante esa repentina ola de afecto procedente de su padre.

—Mejor no le decimos a mamá que te enseñé a gatear hace una semana, se enfadaría muchísimo ¿No crees?

La única respuesta que recibió del niño fue una risita, pero era más que suficiente.

Video (Disc.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora