Capitulo 5

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Los Ángeles, Estados Unidos.

El joven de ojos achinados se encontraba en el comedor junto con su amigo, Samuel de Luque. Ambos estaban atareados debido a que su profesora de química había decidido que ese fin de semana tendrían tarea hasta morir, por lo tanto, ambos hacían su proyecto que parecía interminable.

Samuel de Luque y Guillermo Díaz eran amigos desde hace dos años, Vivian la época más bonita de su vida; la adolescencia. Ambos tenían diecisiete años (pero Guillermo era unos meses más pequeño que Samuel) y cursaban la preparatoria. Su vida era la de un estudiante común de Los Ángeles, ambos eran casi vecinos (Samuel vivía a unas cuadras de la casa de Guillermo). Samuel y Guillermo eran completamente distintos, como el blanco y el negro. Samuel era muy callado y reservado, en cambio Guillermo era muy hablador pero tenía una actitud frágil y tímida, por lo cual Samuel siempre mantenía su rol de cuidarlo.

Habían pasado toda la secundaria juntos y ahora cursaban otro ciclo escolar juntos, se conocían tan bien que podrían decir de memoria los gustos del otro, y sin embargo Samuel no podría descifrar lo que Guillermo sentía por el a pesar de conocerlo tan bien...

A pesar de tantos años de amistad, Guillermo sentía algo prohibido por su amigo, algo que ninguno amigo debía sentir por otro pero que a esas alturas era imposible no sentir. Guillermo veía con atención a Samuel, más de la que debería prestarle, lo observaba con anhelo, con los ojos brillantes.

Había algo en la presencia de su amigo a su lado que le abochornaba, había algo que le incomodaba y es que jamás se había sentido tan enamorado de el cómo se sentía en ese momento.

Estaban tan cerca que podría besarlo sin dificultad alguna. Samuel entrecerró los ojos y se mordió el labio cuando pego una figura en el cartón y Guillermo se sonrojo un poco. Lo observaba tan detenidamente que cualquiera pensaría que lo memorizaba para plasmarlo en un dibujo después.

Las pestañas espesas del morocho eran largas, sus cejas negras estaban fruncidas y sus ojos negros brillaban. Se relamía los labios un poco cada vez que se le resecaban y aquella imagen ponía al pequeño a delirar.

-- Creo... creo que ya casi esta - susurro Samuel refiriéndose al trabajo.

¿Cómo era posible que se hubiera enamorado de su mejor amigo? Y peor aún, que era heterosexual. Guillermo lo sabía, a Samuel le gustaban las chicas, ya habían sido varias las ocasiones en las que el morocho hablaba con él acerca de alguna chica de la clase que le llamaba la atención, y él tenía que hacerse el fuerte para animarlo a que le hablara.

Era difícil enamorarse de tu mejor amigo, sin duda.

Sintió algo punzante en su interior, como si le doliera. Guillermo observo como Samuel fruncía las cejas en un gesto bastantes... sexy, y se sonrojo. Realmente si seguía sonrojándose de esa manera le daría calentura en cualquier momento, y no le extrañaría puesto que Samuel lo ponía en una de las facetas que jamás había pensado experimentar hasta los veinte años.

Estaban solos, no había nadie en casa. Solo estaban él y su amigo. Parecía que el cielo le estaba dando una oportunidad de ser valiente y arriesgarse después de tantos años callado. Pero ¿tomaría esa oportunidad? Parecía que ese era el momento de hacer algo, no había nadie en casa, sus padres no estaban, solo estaban Samuel y el...

Acerco vacilante su mano al brazo del morocho, tembloroso, inseguro. ¿Realmente iba a arriesgar tantos años de amistad solo por un amor que bien podría ser pasajero? Quizá si Samuel no le correspondía podría decirle que solo había sido un error y volvería a la normalidad... Bien podría vivir con eso.

Toco a su amigo del bazo, apenas un roce, y Samuel dejo de hacer lo que hacía, prestándole un poco de atención, sin embargo no volteo a verlo porque observaba concentrado la maqueta que estaba armando.

Detras Del Arcoiris || RubelangelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora