5. Nathalie's Blue Eyes

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Solo dos de los miraculous pueden combinar su poder, pues no son sino las diferentes caras de una misma moneda. Uno completa al otro. Cuando estos se unen, su portador alcanza un poder inimaginable, casi divino. Nada ni nadie es capaz de oponerse a su voluntad.

—¿A Chat Noir...? —repitió Adrien, en un intento de asimilar las palabras que acababa de pronunciar.

El corazón le palpitó acelerado, sintió cómo la adrenalina se extendía por todo su cuerpo. Trató de mantener la calma para no llamar la atención de Marinette. Todavía le sujetaba con firmeza la mano en la que llevaba el teléfono. Poco a poco, cedió ante ella y dejó el aparato a un lado.

—¿Qué quieres decir con eso, Marinette? ¿Qué es lo que ocurre?

La joven se mordió el labio, nerviosa. Temiendo contestar.

Adrien se incorporó ligeramente y escuchó con atención.

—Ya te lo he dicho... —musitó cabizbaja—. Ocurrió el día de la fiesta, justo después de hablar contigo. Creo que lo que me contaste me afectó demasiado... No sé cómo pudo pasarme.

—Si vas a empezar otra vez con todo ese asunto de los pendientes...

Se interrumpió al darse cuenta de lo que acababa de decir, de su auténtico significado. La audaz mente de Adrien ató cabos con rapidez: Chat Noir, un mal presentimiento, unos pendientes... Un terrible peso se instaló de golpe en su estómago, impidiéndole respirar. Todo tenía sentido.

Los pendientes.

Ladybug.

—Un Akuma se apoderó de mí, Adrien —prosiguió Marinette, sentándose a su lado. Negó varias veces con la cabeza, aún perdida en el recuerdo.

El chico, por su parte, se había quedado lívido. Estaba en shock. La observaba con los ojos muy abiertos, incapaz de articular palabra. Chloé tenía razón. Un Akuma había poseído a Marinette aquella noche. Pero había algo incluso más terrible en todo aquello.

Los pendientes. Hablaba de los pendientes de Ladybug. Su miraculous había sido entregado a otra persona.

Apretó los dientes con fuerza y agarró bruscamente a Marinette por los hombros, obligándola a mirarle.

—¿Dónde está? —preguntó con una voz que no parecía la suya—. ¿Dónde está ella?

—¿Quién?

—¡Ladybug! —exclamó, fuera de sí—. Le robaste los pendientes por orden de Hawk Moth ¿verdad? ¡Su miraculous! ¡Es eso lo que intentabas contarme!

—Ladybug... Ladybug ya no existe. Se ha ido para siempre.

Al chico comenzaron a temblarle las manos. Soltó a Marinette. Acababa de recibir un duro golpe. Uno muy doloroso. Se sentía sin fuerzas, a punto de desfallecer. No era posible. No podía ser cierto lo que acababa de contarle, pero la frase se repetía una y otra vez en su cabeza.

Ladybug ya no existe.

—No te creo.

O no quería creerla.

—Tal y como supones, se los entregué a Hawk Moth. Ahora están en su poder. Sin ellos Ladybug no es nada.

Los ojos de Adrien resplandecieron en ese momento.

—Eso quiere decir...

—Por eso debo encontrar a Chat Noir, Adrien —continuó ella, visiblemente afectada—. Tengo que avisarle antes de que Hawk Moth utilice el miraculous de Ladybug para arrebatarle el suyo.

Todos los gatos caen de pieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora