Capítulo 26: Confesiones

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Capítulo 26:
Confesiones

Todos giran la vista en el momento en que entro a la habitación

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Todos giran la vista en el momento en que entro a la habitación. En efecto es mucho más amplia que la anterior. Es más, como una sala de espera, solo que muy privada y al mismo tiempo dividida.

Dimas y Victoria se encuentran en un extremo de la habitación, mientras que el otro chico y dos chicas están del otro lado. Un momento, dos chicas, ¿dónde está Diana?

—Se la han llevado —anuncia Dimas, como leyendo mis pensamientos. Sus brazos están doblados sobre sus piernas, apenas alzó la mirada cuando entré.

La chica de cabello rizado mantiene la vista contra el piso. Creo que está llorando. ¿Acaso no harán nada para recuperarla?

—Irán a buscarla, ¿cierto? —pregunto con temor.

La enfermera lo dijo, no lograron comunicarse con los demás. Solo somos los que estamos en la academia, y ya nos han dado una paliza, lo que garantiza una derrota segura si vuelven. Ir tras ella es como ir directo a una trampa. Pero pensar en esas sombras fantasmales me hace querer ir en su búsqueda.

—Como si realmente te importara —me arremete el chico de cabello oscuro. Él es un hada, hermoso en su delgadez—. Solo somos carne de cañón, los peones en su maldita guerra.

Retrocedo instintivamente. En el poco tiempo que he permanecido en esta academia, he podido darme cuenta de la división que existe entre los argeles y los demás, aun cuando todos somos centinelas. Algo que en realidad no comparto, mas mi opinión no serviría de nada. Una carta indica que soy un argel, un guerrero de seres de luz, pero mi mente no logra corroborar esa información, está vacía.

Él se ha levantado, y es tan atemorizante. Refleja poder, fuerza... como un ser superior fuera de este mundo. Apenas conozco a los diferentes seres que conviven en la academia, y las hadas son descendientes de los ángeles caídos. De esos ángeles que siguieron al ángel de la luz ciegamente y luego se arrepintieron de su decisión, pero fue demasiado tarde para volver, quedando atrapados en medio, y pagando un alto coste, sus alas.

Inmediatamente Dimas se pone en medio.

—Deja de decir tantas estupideces. —Ambos son de la misma altura, solo que la contextura de Dimas es mucho más amenazante que la del hada.

Pero no me fío de la delgadez del hada, las apariencias engañan.

—¿Qué? ¿Lo vas a negar? —El espacio entre ambos se reduce rápidamente—. Tienes tanto tiempo como yo en esta academia, Dimas, y ambos sabemos que un argel siempre estará por encima de los demás. Ambos sabemos que es mejor sacrificar a los que buscan redención que a ustedes que fueron elegidos.

—No todos pensamos igual, Esteban —responde con calma—. También deberías saberlo.

—¿Y qué has hecho al respecto? —le reprocha alterado—. Nada ha cambiado y nada va a cambiar.

Renacer. Luz de Medianoche (libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora