Capitulo 33

329K 25.9K 2.3K
                                    


—¿¡Cómo que ha escapado!? —grito. Mi respiración comienza a tornarse irregular y creo marearme. No puedo creerme lo que me está contando.

—Todavía no tenemos una hipótesis clara, prácticamente acaba de ocurrir. Pero estamos barajando la posibilidad de que alguien del interior haya dejado su celda abierta a propósito y ha bloqueado las cámaras de seguridad. Las exteriores estaban activas y han conseguido grabar cómo subía en un 4x4 negro que estaba esperándole afuera.

—¿Habéis podido ver al conductor?

—Nada. Sus ventanas estaban tintadas —hace una pausa—. Álex, ten cuidado, amigo. Recuerda que juró vengarse y te amenazó de muerte cuando le detuvimos.

—Debisteis habérmelo entregado cuando os lo pedí —aprieto con fuerza el teléfono.

—Sabes de sobras que no podíamos hacer eso. Estaba claro lo que pretendías. No te hubieras conformado solo con golpearle.

—Tenemos que dar con él cuanto antes —digo con rabia—. No quiero que ese hijo de puta goce de un minuto más de libertad. Debe pagar por lo que ha hecho —mis dedos comienzan a doler por la presión que estoy haciendo sobre la carcasa de mi móvil.

—Estamos en ello. En cuanto tenga noticias, te informo.

—Daos prisa, Gabri. Si lo encuentro antes que vosotros tendréis que enterrar a alguno de los dos.

—Cuídate de ese animal —cuelga.

«Tengo que encontrarlo como sea. Tiene que pagar por lo que hizo», me digo. Aprieto los dientes. Mi cuerpo está tan tenso que mis músculos comienzan a doler y tengo la sensación de que en cualquier momento podría explotar. Mi presión arterial debe de estar por las nubes.

Trato de calmarme y de recordar lo que iba a hacer antes de que me llamara Gabriel, y tras un rato dándole vueltas por fin lo consigo. Me pongo en contacto con los agentes de seguridad y les indico cuáles son los perímetros que deben vigilar. Tras pasar varios minutos instruyéndoles, por fin decido volver a casa. El día está siendo agotador y necesito despejarme.

Cuando abro la puerta del piso, Sonia sale.

—Hola, hermanito. ¿Cómo ha ido el día?

—Mal —contesto secamente.

—¿Has hablado con Laura?

—¡JODER! —grito, estresado—. ¿Vas a dejar de una vez el jodido temita? ¡No pienso tener ninguna relación con Laura!

—No, no voy a dejar el tema y menos cuando estoy segura de que esa chica podría sacarte del tormento en el que vives. He visto cómo la miras —cruza sus brazos—. Arregla esto, Álex Torres —mierda, está usando mi apellido. Oírselo a ella es peor que cuando lo hace una madre—. Arréglalo o lo haré yo. ¿Me oyes? —clava su dedo en mi pecho—. No vuelvo a avisarte más.

—¿Cuándo entenderás que no puedes meterte en mi vida? —digo con rabia.

—Cuando tú entiendas que eres parte de la mía. ¿Consentirías que yo estuviera pasando por lo mismo?

—No me gustan tus preguntas con trampa —entro a la casa—. No vengas muy tarde —digo sin mirarla.

—¿Y tú sí puedes controlarme a mí? —cierro la puerta y la dejo con la palabra en la boca. Necesito que el día acabe ya. Está siendo realmente duro.

Las siguientes horas las paso en mi cuarto tratando de poner en orden todos mis pensamientos. Laura, Erika, Carnicero, César, Natalia... No sé cómo voy a logar centrarme en todo. Mañana intentaré al menos hablar con Laura y suavizar mi preocupación por ella. Si es lo que creo, espero que me lo cuente. Al menos sabiendo de qué se trata estaré más tranquilo y tendré una distracción menos. Minutos después, por fin consigo quedarme dormido.

El tormento de Álex - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora