Qué bien sienta despertarse una mañana y saber que ya no tienes que pisar más la universidad, que ya has acabado la carrera y que el tan esperado verano ha llegado por fin.
Pero como siempre, tiene que existir el típico toca pelotas que te fastidia tus momentos de paz, y ese es mi querido hermanastro Jack Bennet, hijo de el guapísimo nuevo marido de mi madre y el mayor coñazo de mi vida, por muy bueno que este.
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-¿Qué mierdas haces?-me desespero quitándome con fuerza las sabanas de encima y poniendo mis manos en mis ojos para que los rayos de sol no me dejen ciega.-Baja otra vez la persiana.
-Tu madre me ha mandado a despertarte.-sonríe falsamente.-Te recuerdo que en horas te marchas.-se acerca a mi y se sienta a mi lado.-Para siempre.-recalca y levanto una ceja divertida.-Creo que montaré una fiesta.
-Suerte la mía.-sonrío levantándome.-Así no tendré que volver a verte más la cara.
-Pero si te encanta, muñeca.-me guiña el ojo volviendo a levantarse y acercándose a mi.
-Pírate tío.-señalo la puerta.-Quiero cambiarme.
-Cuatro años juntos y aún te da vergüenza desvestirte delante mía.-se ríe sarcástico andando hacia la puerta y girándose para mirarme.-Yo sigo apostando porque eres virgen.
-Que te largues.-le digo con rabia haciéndole reír y viéndolo desaparecer segundos después.
Me giro dudosa para mirar con nostalgia la pequeña habitación en la que he pasado los últimos años de mi vida y a la que no pienso volver jamás, es la hora de dejar Estados Unidos y volver a cumplir lo prometido, volver a reencontrarnos todos y vivir de nuevo un verano tan alucinante como el de 2016.
Me visto eligiendo uno de mis conjuntos favoritos y cierro la maleta segundos después dispuesta a marcharme de aquí lo antes posible.
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