"La orden más antigua"

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Año 59 d. C., Pompeia.

-. !Anton, Esta vez te vas a enterar!
-. Vamos... no me hagas reír. Soy Anton, el, mejor jugador de dados de Roma. No tienes nada que hacer....

Unos dados salieron de las pequeñas palmas de un niño de 10 años.
Un viejo juego de legionarios, honrado esta vez por la nueva generación, los más pequeños.

Los niños apostaban cosas y posesiónes de valor. A menudo eran animales o mascotas de compañía, prendas arrebatadas o logradas a otros, elogios de alguna fan para captar la atención y lograr favores en el futuro o simplemente robados en el mercado en la plaza junto al templo de Jupiter, en Pompeia.

Todo valía

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Todo valía. Pero para que no hubiese trampas: los dados se lanzaban primero antes de la elección.
Había mucho en juego. Y "Lució", no podía permitirse perder la apuesta.
Los dados, gracias a las fuerzas naturales de los dioses, presionaron la balanza del destino, y antes de mostrar el resultado....
-.¡"Nones"! ( dijo Lució)
-.¡"Pares"! ( dijo Anton)

Esos segundos. Ese instante, en que todo puede ser posible, era un momento tenso y emocionante.
Todos los niños en círculo ante aquel evento tan interesante.
Para aquellas miradas, no existía el mundo que les rodeaba: la tahona donde se hacía el pan y esas tortas de semillas rociadas con un buen chorro de miel, tampoco la tintorería textil de telas donde destacaba por aquel olor tan fuerte a orina, la cual servia para desinfectar y quitarle el color para posteriormente tintarlo, y mucho menos, los gritos del vendedor de esclavos, apostando por una mercancía disciplinada y sana.

Todo el sonido que se podía escuchar en el mercado diario de Pompeia, risas, discusiones sobre un precio y su peso, saludos y conversaciones privadas sobre el estado de la familia, el ruido metálico de las espadas en "el ludus", soldados en formación y monjes de diversas religiones y creencias honrando con incienso y pilas a sus diversos y pintorescos dioses. Sin dejarnos, las tipicas peleas en la taverna de "El aguila", donde las puertas se rompian y reponian, cada mañana. En aquel instante, en el grupo de chicos, el silencio gobernaba. Todo el ruido había sido deborado por la aspectacion del inminente resultado de aquellos dados, como un reflejo de los mayores o los mas adultos cuando contemplaban la lucha de los gladiadores y el que había luchado con honor es atravesado por el acero sin tener la oportunidad de poder pedir clemencia, ese tipo de gladiador, al que aman y respetan pero que muere a sangre fría en presencia de sus seguidores. La sensación es como si te arrancarán ese vínculo de gloria y fortaleza de cuajó, sorprendido y en estado catatónico. Concentrados en esos 2 segundos, la infante expectación acumulaba la adrenalina suficiente para tumbar a un toro de Hispania
La disputa: una moneda muy especial. Sin el rostro del emperador Neron grabado en el reverso. Algo sorprendente, raro y muy sospechoso. Un tesoro para unos críos ansiosos por que les viniera la pubertad para participar en los juegos. Mocosos, y de la estirpe más a tener en cuenta, dos hijos y dos familias importantes en toda Pompeia. "Los Moreno" y "Los Venitez". Tan solo un circulo y una inscripción muy extraña. Sin valor alguno en el mercado, pero valioso para aquellas mentes jóvenes.

Los dados pararon de rodar. Los dioses habían escogido a un ganador:
Lució de la casa de Los lanceros, Los Venitez.

Uno de los compañeros, el que custodiaba la moneda, se acercó a Lució.
-. Le has dado una buena lección....¿eh?. ¡No te preocupes se lo merecía hace tiempo! ¡Toma! aquí tienes tu moneda. Dudo que tenga valor en el mercado, tal vez puedas cambiarla al herrero por alguna cosa que tenga...
¿Quieres que te acompañe?
-. ¡Claro! Efestion.
-. !He chicos!¡Vamos a la herrero! ¡¿quien se viene?!

Anton no podía aguantar que, por primera vez, había perdido.
Al lado suyo, una pequeña pila de agua alimentada por un chorro que salía desde la pared. Anton, se acercó a labarse la cara, necesitaba refrescar sus pensamientos. Tras el, todos sus amigos conspiraban. Al parecer, no sólo había perdido una moneda. Se acercó a la pila de agua, pero en aquel instante, aquellas aguas se movieron por si solas, era como si algo transparente las estuviera moviendo.
Anton, no hizo caso. Culpo a su enfurecida imaginación, su mente estaba elaborando escusas estúpidas por haber perdido. El siempre ganaba. Todas las veces. Però desde que se había levantado, las cosas parecían comportarse de una manera extraña..., desde los animales, hasta el sabor de la leche fresca del desayuno, la ropa recién labada y seca, raspaba. El sueño no se había ocupado de disiparse en el despertar matutino, se había dedicado a estar merodeando todo el tiempo por su cabeza hasta ahora, como si no hubiese descansado bien.

Eran las 11 de la mañana. Y la calor era como en los últimos 30 años, tremendamente insoportable. Pero por alguna razón, aquella mañana, en Pompeia, la calor se percibía en un aire seco que costaba tragar.
Nadie lo veía. No se daban cuenta. Evidencias sutiles y pequeñas, desapercibidas por el hombre, pero impactante para el mundo animal. Anton se daba cuenta que los animales se comportaban de una manera extraña. Tal vez el no era el único en toda Pompeia que se encontraba raro aquella mañana de Julio.
!Y en aquel instante! . Los elementos sustentantes verticales comenzaron a temblar. Las paredes sacudidas por aquel temblor de tierra, desprendían el polvo acumulado en sus ranuras y recovecos, las ánforas junto con los stands del mercado comenzaron a caer al suelo, rompiéndose o volcando ese líquido de oro tan ansiado por los romanos como era el aceite. Sacos de arina, polvoreando el ambiente, ese aire ya cargado y seco, caballos de tiro quejándose de lo que no podían ver sus ojos, esclavos y ciudadanos por igual, insumisos ante el único dios real en la tierra, la naturaleza. Todos asustados, aferrados a los mástiles, en el mercado a los de madera, y en los templos y foro en los de piedra y travertino.
¡De repente!, tal y como vino, se fue. Esta vez, ese temblor había durado un poco más de lo habitual. Más fuerte. Mucho más intenso.
Tras el acontecimiento, todo prosiguió, como si nada hubiera pasado...

****
-.¡ Malditos niños! (Dijo un hombre corpulento y con la cara cortada. Piel bruscamente morena y lleno de cenizas hasta las calzas.) ¿Dejadme ver..? ¿Que varatija me traéis esta vez?...
El grupo de jóvenes, acurrucados como si hubiesen hecho algo malo, se quedaron en la puerta de la herrería. El calor de aquellas brasas llegaba hasta ellos a pesar de la distancia que los separaba.
Uno de ellos se acercó y le entregó una moneda muy antigua.
-. ¡Por los dioses! ,¡que ejemplar más extraño! (Dijo el herrero tras analizar aquel metal). ¡Cosme! ¿Que opinas?...
Un hombre muy extraño se acercó. Moreno y delgado, con las marcas de un auténtico extranjero.
Tras analizarla el también -.¿Donde la habéis encontrado? .-

-. En las ruinas del Antiguo templo de Minotauro, en las laderas del monte humeante. Junto a las termas.
-.¿En el Vesuvio?
-. No... estos lechones se refieren al montículo que se encuentra antes de llegar a las termas (Dijo el herrero)

****
-. ¿Estas pensando lo mismo que yo? (Dijo Cosme, en voz baja, al herrero)
-. ¿En el tesoro de la orden de Aio Locucio?
-. El de la orden del círculo. Vasijas y cofres de oro sin dueño, desamparados, olvidados y escondidos por el senado, una camara repleta de maravillosos objetos y joyas ocultadas al emperador Neron.
-.Siiii. .je je je je. ( El herrero, le agarro del antebrazo a Cosme) Pero.... eso le sigue perteneciendo a las vestales.
-. ¿De que tienes miedo? ¿De unas vírgenes?....
-. No. De ellas no. Pero si a esa diosa del inframundo a la que adoran en las profundidades de la tierra, a la que llaman Regina fluvia.
-. ¡Buah! ¡Cuentos!¡historias!, para que los hombres o los granujas no se acerquen al los santuarios. ¿Un ser que debora a niños?. Habladurías.....
-. ¿Entonces?
-. Dales un talento a cambio de la moneda, con eso bastará.

***

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⏰ Última actualización: Apr 21, 2016 ⏰

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Elsebet Daughpoure BatoriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora