♫ "Kiss it better"

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Me limpié una lágrima de la mejilla, tan rápido como pude, una asquerosa lágrima que demostró que me importaba.

Una lágrima kamikaze, que saltó sin advertencia, y la vio. Él la vio caer, lo sé.

Él me trajo aquí.

Él me besó.

Él lo dijo con cuidado.

Él me sabe vulnerable.

Sabe que tiene poder sobre mí, que lo deseo, que lo necesito junto a mí, que lo amo.

En esa lágrima yacía un error.

En esa lágrima estaban todas mis lágrimas.

En esa lágrima solo había dolor.

Y lo peor es, que permanecimos callados.

Sus ojos probablemente estaban depositados en la mojada línea de mi rostro que la gota siguió hasta caer sobre el costado de mi mano.

Los míos, color azul lucero, perdidos en un imponente árbol florecido que imaginé en mi mente. Siempre me calmaba esa imagen, la de la naturaleza. Las pocas rosas chinas que quedaban en mi árbol imaginario, con su fucsia interior y sus blancas esquinas, se desprendían de sus tallos y flotaban alrededor nuestro. Una cayó a mis pies.

Incliné la cabeza, apenas queriendo ser notado, haciéndome pasar por invisible, esperando desaparecer, y casi imperceptiblemente, musité "¿Qué hice mal?"

Mi voz fue un sollozó ahogado en lugar de palabras, y detesté a mi cuerpo por ser mi peor enemigo. Por ser tan débil.

Él atentó a decir algo, pero lo corté, alzando una mano en el aire antes de que nada pudiese salir de sus labios, sus malditos labios que eran objeto de lujuria y que aun lo son.

Volteando a enfrentarlo ésta vez, cuestioné más bien para mí mismo, tratando de procesar la información "¿Qué fue lo que hice mal, Harry?" moviendo mis manos, que ahora se habían vuelto expertas en hablar su lenguaje. Un lenguaje que aprendí solo para él, poque todo es por él.

Mi entrecejo estaba arrugado, y mis labios fruncidos. Solo había confusión, más allá de la tristeza en el trasfondo de mis orbes. Más allá de la pena.

"¿Qué? Louis, no." aseguró antes de arrodillarse a mis pies y mirarme y depositar sus manos en mis rodillas. "Louis." Su voz sonaba más seca que nunca, como si todos los cigarrillos que alguna vez fumamos juntos hubiesen hecho efecto todos a la vez, en ese exacto momento.

"Nada de ésto, nunca, ni en un millón de años podría, jamás, de ninguna forma posible, ser tu culpa. No."

Lo imaginé a mis pies, en cuclillas, mirándome dolido. Lo imaginé con esa hermosa camisa blanca arremangada que se pone. Porque sí, lo amaba incluso en ese momento.

Lo amaba mientras podía sentir mi odio hacia él creciendo y creciendo en mi interior. Solo lo hacía. Lo amaba en todo momento.

Se dejó a sí mismo caer en el suelo de madera, haciendo el bote rechinar. "No hiciste nada malo. Eres jodidamente perfecto, dios. Soy yo." apretó sus labios con tanta rudeza que un sonido de dolor se le escapó "Soy yo, hay algo mal conmigo. Una pieza de mí que falta. Tengo algo roto." una pausa "No es ninguna excusa para herirte, lo sé. Soy una causa perdida. Lo siento." un hondo suspiro "Lo siento."

Exhalé todo el aire de mis pulmones hacia afuera, y junto con él toda mi dignidad, y todo lo humano que me quedaba en el corazón, porque requería ser un robot hacer lo que estaba a punto de hacer.

Negué con la cabeza, echándola hacia atrás gentilmente mientras imaginaba un amplio y vasto cielo abriéndose paso encima mío.

"Estaba pensando en teñirme el cabello ¿qué te parece?" señalicé con mis manos, mostrando una sonrisa.

"Y-"

"Tal vez rojo cobrizo... O rubio..." quiso pronunciar algo, pero volteé a su dirección con una mirada matadora, y luego la cambié por una risita de comprensión.

"Te verías precioso de rubio." dijo él, y enseñé mis dientes complacido.

Inhalé todo mi aire de nuevo, y luego lo volví a dejar ir.

Y lo volví a dejar ir durante toda la conversación sobre nuestros tíos lejanos y sobre como debería conocer a su prima.

Me mantuve respirando con dificultad y llorando en silencio mientras pretendíamos que nada había pasado. De pronto, un manto de estrellas cayó sobre nosotros.

"Está oscureciendo ¿Te gustaría volver a casa?" cuestionó él.

"Mejor vamos a una de las pequeñas islas que bordean el río." expresé, y mientras él remaba, yo seguía cuestionándome qué demonios estaba sintiendo.

"Ven." dijo, y sentí su mano buscando la mía en la oscuridad de la noche para ayudarme a bajar de la canoa.

Como buena reina orgullosa que me consideraba por aquel entonces, rodeé su brazo extendido y bajé por mi cuenta, tropezando y cayendo de boca, con ambas manos frente a mí atajandome, y más humillación que sueños.

"¡Lou! ¿Estás bien?" preguntó, acercándose a mí y tomándome por la cintura.

Sus duras pero amorosas manos alrededor de mi piel donde mi abrigo se había corrido. Su tacto.

Todo parecía ser más lento de lo que debería, pero el instante en el que lo hice fue fugaz.

Inconscientemente, puse mi palma sobre la suya y me di la vuelta audazmente, quedando de frente a su figura, y tanteé en busca de su boca e la oscuridad, más rápido de lo humanamente posible, para destrozarla en lo que fue más un choque que un beso.

Él cayó de espaldas, conmigo encima suyo, y comencé a buscar por más fricción, más labios, más heridas. Más intensidad. Siempre más de él.

Puso una mano en mi cabello, apretándolo con fuerza, y llevó la otra hasta mi trasero, introduciéndola a través del jean y más allá del bóxer.

Mientras tanto, yo sentía su bulto endurecido debajo mío, y entonces supe que todo iba de acuerdo al plan.

Me erguí, con cada una de mis piernas a sus lados, y le sonreí como nunca antes. Estratégicamente terminé de desabrochar mis pantalones y los quité. Luego, siguieron los boxers. Mirándolo tan fijo como pude, imaginando donde estaban sus ojos en la oscuridad de mi vida, le señalicé un "demuéstrame que me amas más que a él."

Me di la vuelta, con los ojos rojos de furia pero ocultándolos de su vista, y me postre sobre mis rodillas, sacudiendo mi entrada abierta hacia él, quién sujetó con fuerza mi culo y lo apretó.

En el momento exacto en que entró en mí, estallé en lágrimas de desesperación. Lágrimas de dolor. De pérdida.

Harry era todo lo bueno que me quedaba. Toda mi esperanza estaba puesta en él. Confiaba en él, más que en mí mismo.

Me desplomé en el suelo cuando él acabó dentro mío, con un alarido atoscado en la garganta. Lo odié. Durante toda la noche que pasó durmiendo abrazado a mi cintura, yo mantuve los ojos abiertos, lleno de temor.

Con miedo a que se levantara y se fuera, y al mismo tiempo, con ganas de que lo haga.

"¿Qué fue eso?" se atrevió a preguntar en algún punto de la noche, acariciando mi costado.

"Una prueba de que no me amas de la manera en que yo creía." murmuré, con todo el dolor del mundo expresado en una oración que sé que no puedo escuchar, pero aún así, fue cierta.

"yo sí" ♪ l.s. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora