Turno, aun cuando ve que ceden los latinos quebrantados
por un Marte adverso, que se le exigen ahora las promesas,
que a él se dirigen todos los ojos, arde implacable aún más
y levanta su ánimo. Como el león aquel en los campos de Cartago
que, tocado en el pecho por una grave herida de los cazadores,
lanza entonces sus armas al ataque y se goza sacudiendo
la abultada melena en su cerviz e impávido quiebra
el dardo clavado del mercenario y ruge con la boca ensangrentada.
No de otro modo crece la violencia en el fogoso Turno.
Se dirige entonces así al rey y comienza sombrío de esta manera:
«No hay duda ninguna en Turno, ni razón para que los Enéadas
cobardes retiren su desafío o rechacen lo pactado.
Parto para el combate. Cumple el rito, padre, y prepara la tregua.
O con esta diestra mía enviaré al Tártaro al dardanio
desertor de Asia (que se sienten y lo vean los latinos)
y yo solo responderé con mi espada a la común ofensa,
o que nos someta a su poder y reciba a Lavinia por esposa.»
A él le respondió Latino con ánimo sosegado:
«Oh, joven de valeroso corazón, cuanto tú destacas
por tu fiereza, tanto más justo es que yo
delibere y sopese, prudente, todas las salidas.
Tienes los reinos de tu padre Dauno, tienes muchas ciudades
tomadas por la fuerza y tiene además Latino oro y coraje;
hay en el Lacio otras muchas sin casar y en los campos laurentes,
que no desmerecen por su linaje. Deja que cosas no fáciles de decir
descubra sin engaños y graba ala vez esto en tu corazón:
no me estaba permitido unir a mi hija con ninguno de los antiguos
pretendientes, y así lo anunciaban todos los dioses y los hombres.
Vencido por tu amor, vencido por la sangre emparentada
y por las lágrimas de mi afligida esposa, rompí todos los vínculos;
dejé a mi yerno sin su prometida, empuñé armas impías.
Ves por ello, Turno, qué azares a mí me persiguen
y qué guerras, cuántas fatigas eres el primero en sufrir.
Dos veces vencidos en un gran combate, defendemos apenas en la ciudad
las esperanzas ítalas; se calientan de nuevo las aguas del Tíber
con nuestra sangre y blanquean de huesos las grandes llanuras.
¿A dónde me dejo llevar una y otra vez? ¿Qué locura me hace cambiar de idea?
Si, desaparecido Turno, dispuesto estoy a aceptarlos por aliados,
¿por qué no evito mejor el combate cuando aún vive?
¿Qué dirán mis parientes rútulos, qué el resto
de Italia si a la muerte (¡la fortuna desmienta mis palabras!)

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La Eneida
Historical FictionEs la obra culminé de Roma, espero que les guste. La Eneida es una epopeya latina escrita por Virgilio en el siglo I a. C. por encargo del emperador Augusto con el fin de glorificar el imperio atribuyéndole un origen mítico.