Libro X

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Se abre la mansión del todopoderoso Olimpo entretanto

y llama a asamblea el padre de los dioses y rey de los hombres

en la sede sidérica de donde en lo alto todas las tierras

y el campo de los Dardánidas contempla y los pueblos latinos.

Toman asiento en las salas de dos puertas, comienza él mismo:

«Poderosos habitantes del cielo, ¿por qué así han cambiado

vuestras opiniones y tanto porfiáis con ánimo inicuo?

Había yo decidido que Italia no hiciera la guerra a los teucros,

¿a qué esta discordia contra mis órdenes? ¿A unos y otros

qué miedo ha llevado a empuñar las armas y provocar la guerra?

Vendrá el momento justo (no lo adelantéis) para el combate,

cuando la fiera Cartago al alcázar romano un día

cause gran exterminio y abra los Alpes;

entonces será bueno competir en odios y entonces usar la fuerza.

Dejadlo ahora y sellad contentos un pacto de tregua.»

Júpiter así en pocas palabras; mas la áurea Venus

no poco le repuso:

«Padre mío, oh, poder eterno sobre hombres y cosas

(pues ¿qué otra cosa hay que implorar ya podamos?).

Viendo estás cómo provocan los rútulos y Turno se pasea

orgulloso en sus caballos y avanza henchido por un Marte

propicio. Las murallas, aun cerradas, no cubren ya a los teucros;

se traban los combates y se llenan los fosos de sangre.

Eneas sin saberlo está lejos. ¿No dejarás ya nunca

que se levante el sitio? Otra vez amenaza el enemigo los muros

de la naciente Troya y de nuevo otro ejército,

y otra vez se alza desde la Arpos etolia el Tidida

contra los teucros. Así que creo que faltan sólo mis heridas,

y siendo hija tuya estoy esperando las armas mortales.

Si sin tu aprobación y en contra de tu numen los troyanos

vinieron a Italia, que laven su pecado y no les brindes

tu auxilio; si, por el contrario, tanto oráculo siguieron

que les daban dioses celestes y Manes, ¿por qué puede nadie

cambiar ahora tus órdenes y por qué fundar nuevos hados?

¿Para qué mencionar el incendio de las naves en la costa ericina,

para qué al rey de las tormentas y los vientos furiosos

lanzados desde Eolia, o a Iris enviada por las nubes?

Ahora incluso a los Manes (esto era cuanto quedaba

por probar) provoca y Alecto, enviada de pronto a lo alto,

anda como loca por las ciudades de Italia.

Nada me mueve ya el imperio. Lo hemos estado esperando,

mientras hubo fortuna. Que venzan quienes quieras que venzan.

La EneidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora