Cuando la enseña de la guerra sacó Turno
del alcázar laurente y resonaron los cuernos con ronco canto
y cuando azuzó los fogosos caballos y llamó a las armas,
turbados al punto los ánimos, en seguida en agitado tumulto
el Lacio entero se juramenta y la juventud se levanta
fiera. Primero los caudillos Mesapo y Ufente
y Mecencio despreciador de los dioses, de todas partes reúnen
ayuda y dejan los dilatados campos sin cultivadores.
Se envía también a Vénulo a la ciudad del gran Diomedes
para pedir refuerzos y que informe de que en Lacio los teucros
se han instalado, de que Eneas ha arribado con su flota y los Penates
derrotados trae y dice que los hados lo han elegido
como rey, y de que muchos pueblos al héroe se han unido
dardanio y que su nombre crece asombrosamente en el Lacio.
Qué pretende con estas empresas, qué final del combate
desea si la suerte le ayuda, más claro estaría
para él mismo que para el rey Turno o para el rey Latino.
Esto por el Lacio. Al ver así las cosas el héroe
laomedontio vacila entre gran oleaje de cuitas,
y raudo su ánimo hacia aquí o hacia allí se divide
y a muchas partes lo lleva y a todo da vueltas.
Igual en el agua de una vasija de bronce cuando la trémula luz
reflejada por el sol o por la imagen de la luna brillante
revolotea por todos los lugares y ya al aire
se eleva y hiere en lo alto del techo el artesonado.
Era la noche y un profundo sopor se había apoderado
por las tierras todas de los cansados animales, aves o ganados,
cuando el padre en la ribera bajo la bóveda del éter helado,
Eneas, turbado su pecho por una triste guerra,
se acostó y concedió a sus miembros tardío descanso.
Le pareció que el propio dios del lugar, Tiberino
de amena corriente, como un anciano se alzaba entre las hojas
de los álamos (leve de glauco manto lo cubría
y su cabello umbrosa caña lo coronaba);
que así le hablaba luego y borraba sus cuitas con estas palabras:
«Oh, de una raza de dioses engendrado que de los enemigos
nos rescatas la troyana ciudad y salvas la Pérgamo eterna,
esperado en el suelo laurente y en los predios latinos:
ésta será tu casa segura, tus seguros Penates (no te rindas).
Ni te asusten amenazas de guerra; abajo se vinieron
todo el enojo de los dioses y sus iras.
Y tú mismo, para que no creas que el sueño te forma imágenes falsas,

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La Eneida
Historical FictionEs la obra culminé de Roma, espero que les guste. La Eneida es una epopeya latina escrita por Virgilio en el siglo I a. C. por encargo del emperador Augusto con el fin de glorificar el imperio atribuyéndole un origen mítico.