1 | ¿No piensas lo mismo?

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Me gustaría comenzar esta historia comentando lo tranquilo y para nada fuera de lo normal que fue el viaje de ida al parque. En verdad me gustaría. Pero la verdad era que, apenas puso el pie en el freno, el conductor del autobús echó a los gemelos fuera del vehículo.

Al parecer se encontraba muy apresurado por llegar a cualquiera que fuese su destino, y el humor de Armin y Alexy no era algo que cualquiera pudiese soportar. Especialmente cuando sus pequeñas e inofensivas bromas terminaban siendo el inicio de una tercera guerra mundial. Jamás los había visto así de enojados, mucho menos entre ellos. Agradecía que se pelearan con la misma rapidez con la que se podían perdonar.

Kentin y yo les seguimos de cerca, pidiendo disculpas al resto de los pasajeros por su... ruidoso comportamiento. Intercambiamos una breve mirada cargada de comprensión mientras salíamos del transporte, demasiado apenados como para dirigirnos alguna palabra. Aunque todo rastro de vergüenza se borró de nuestras caras al observar el imponente parque de diversiones que se alzaba frente a nosotros.

—¡Los carteles no mentían, en verdad es enorme! —señaló Alexy trotando a nuestro encuentro, sus ojos brillaban tanto como los de un niño. Su hermano le seguía de lejos, caminando con los talones pegados al suelo y una expresión en el rostro que señalaba lo contento que estaba de estar allí con nosotros.

Abrí la boca para contestar, pero no fue mi voz la que llegó primero.

—De verdad que son un auténtico par de críos —intervino Kentin, aún molesto por lo sucedido minutos atrás—. Mira que hacernos pasar semejante vergüenza...

Y aunque estaba de acuerdo con él, mi enfado no tenía la más mínima oportunidad de superar la alegría que me invadía el pasar tanto tiempo juntos, después de tanto tiempo sin hacerlo. Queríamos aprovechar la ocasión para pasar el día en el parque de diversiones cercano a la ciudad, tomar un poco de aire fresco y recuperar las agitadas horas que nos perdimos la última semana de clases.

Era una oportunidad única. Según lo que me habían contado, el parque pronto sería cerrado, y todos estuvimos de acuerdo en que no podíamos dejar que eso pase sin, por lo menos, visitarlo una vez. El rumor variaba dependiendo la persona, pero la mayoría coincidía en que había ocurrido una tragedia en una atracción sin mantenimiento. No podía negar que esas historias avivaban mi curiosidad, pero no quería dejar que me distrajeran de pasar un buen rato con mis amigos. Después de todo, íbamos a divertirnos, no a jugar a los detectives.

Hice caso omiso a mis pensamientos y continué escuchando atenta la conversación.

—Está bien, el crío soy yo, pero al menos lo reconozco. Tú te la pasas de aquí para allá, quejándote y quejándote, pero estoy seguro que de que te pasaste toda la tarde de ayer deseando que llegue este día, ¿no es verdad? —acusó Alexy con una sonrisa traviesa en sus labios.

—¿D-de qué estás hablando? —La seguridad de Kentin flaqueó, y su voz se tornó tan bajita que apenas podía oírla—. ¿Por qué haría algo así?

—¿Qué no es obvio? —Alexy me lanzó una mirada fugaz. ¡No tenían idea de hasta qué punto había extrañado a ese par...! Aunque a veces no comprendía del todo sus bromas.

Eché un vistazo a Armin que, como la gran mayoría de las veces, parecía no saber de nuestra existencia. O al menos eso era lo que aparentaba. Sabíamos que no convenía molestarlo cuando se adentraba en su mundo.

Hey, Kentin [Corazón de Melón]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora