Regreso -Memorias Olvidadas-

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Después de una oleada de cumplidos y mimos exagerados, mi tía saludó a mi padre y con él acabó por descomponerse. Le contó a detalles los últimos instantes del abuelo y algunos pormenores sobre el sepelio. Nada de eso me interesaba, y exploré los alrededores con la mirada; metí las manos a las bolsas del pantalón cuando escuché un nombre que, sin quererlo yo, llamó mi atención. "Neto".

—Pos yo le hablé a él, porque ninguno de los otros muchachos me cogía el teléfono, además de que pus aquí todavía falla la señal de los aparatos. Dicen que el próximo año ya van a meter el alambrado especial pa' eso. Si no fuera por el que mandó poner Cayetano estaríamos pior. Él y Neto son los que han andado movidos pa' solucionar todo esto de mi papa. Ya la funeraria recogió el cuerpo. Fíjate que los muy móndrigos no querían venir hasta acá por él, Cayetano tuvo que darles más dinero. Ahorita Neto le fue a llevar el acta de nacimiento de mi papa quesque porque la necesitaban pa' un trámite. Si ya está con Dios padre en el cielo, pa' que su acta de nacimiento, ¿a ver dime pa' qué? El mundo se está yendo al hoyo; ya no hay amor por el prójimo, ni respeto por el dolor ajeno.

El discurso de la tía Constanza me abrumó porque permutaba entre la pesadumbre y el chisme. No podía disimular mucho mi enfado y creí que duraría horas hablando. Afortunadamente, una nube de humo y el ruido de otro automóvil acercándose, interrumpieron su perorata.

—Debe ser Neto o Cayetano, o alguno de los muchachos —dijo la tía alzando la vista. Caminó hasta el portón y tras unos minutos, regresó acompañada de un hombre moreno y entrado en los cuarenta, cabello negro y medio quebrado, complexión ancha y extremidades fuertes. Sentí la misma ansiedad de hace unos instantes atrás. ¿Era Neto?, ¿volveríamos a reencontrarnos después de años? Saqué las manos del pantalón y crucé los brazos para disfrazar mi ansiedad. Pero conforme el hombre se acercó, descubrí que no se trataba de Neto.

—¡Tío Claudio! —Exclamó con jovialidad, no sólo dándole la mano, sino abrazándolo también— tanto tiempo sin verlo, ¡qué gusto! Y tú debes ser Betito —declaró dirigiéndose a mí— bueno, Beto verdá, porque ya estás bien crecidito.

Me abrazó con igual familiaridad que a mi padre. Ese rostro y ese encantador carácter correspondían a una sola persona en mis recuerdos, se trataba de mi primo Gonzalo, al que todos llamaban "Gonzo". Era el mayor de los cinco hijos de mi tío Clementino, el primogénito del abuelo. A sus diecisiete años ya tenía la fama de garañón y semental, decían que había estado con la mayoría de las mujeres del pueblo. Cuando yo era un niño lo consideraba guapo, pero ahora atribuía mi admiración a su afable personalidad, pues tenía la capacidad de caerle bien a cualquiera desde el primer momento de conocerlo. A los veintiuno se casó con una mujer poco agraciada, la llenó de hijos; y a los veintitrés se fue de ilegal a los Estados Unidos, huyendo de su fracaso. Después de años, igual que yo, regresó con la idea de resarcir sus errores.

Respondí a su abrazo dándole unas palmadas en la ancha espalda y con ligera sonrisa musité unas cuantas palabras de cortesía. Sin embargo, mi cuerpo reaccionó distinto a mi voluntad, él no parecía tan indiferente a su tacto, al contrario, una exaltación se apoderó de mí causándome una repentina tensión.

—¿Ya no te acuerdas cuando te llevaba a chiflarle a las mamacitas? Bueno, estabas bien chamaco ¿verdá? No pos ya no te has de acordar, ¿ya cuántos años tienes?

Y le dije que veintiocho.

—Pos nomás fíjate, tenías tres, has la cuenta. Éramos amiguitos, íbamos pa' todos lados juntos, hasta al baño —y se rio.

Intenté mantener mi sonrisa, mientras lidiaba con una vorágine de memorias que deseaba esparramarse por mi cabeza. No sé el motivo de mi resistencia, pero no quería hacer evocaciones, sólo tenía una cosa en la mente desde que había escuchado aquel nombre, y era verlo a él, rencontrarme con Neto.

Recuerdo -Paso Del Norte-Where stories live. Discover now