Capítulo 1: Primer contacto

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*~Narra Sebastian~*

Justo cuando íbamos a salir por la puerta de entrada, mi bocchan me dio unos toquecitos en la espalda en señal de llamada. Me giré con esa sonrisa de idiota que siempre pongo al verle. Parecía como si el tiempo se detuviera y me sumergiera en su mirada, ahogándome en las profundidades de su azulado iris y siendo absorbido por su profunda pupila negra como el carbón.

Me señaló al suelo con expresión seria. Su sombrero se había caído.
Solté una risita.
-Qué esfuerzos hace, señor -murmuré, agachándome para cogerlo. Sabía perfectamente que mi amo no lo hacía por pereza, sino porque le encantaba mofarse de mí. Al incorporarme y colocarle de nuevo el sombrero de copa, le robé un tierno beso que me supo muy dulce.
Mi maestro, como era de esperar, empezó a reprocharme con que si por qué previamente no le había colocado bien, que por qué había hecho eso, que si era estúpido...

-Anda, deja de enfadarte y ven aquí -dije, cogiéndole en volandas y llevándole hasta el carruaje.
-¡Suéltame! ¡No soy un niño pequeño! -gimoteó-. ¡TONTO!
Riéndome, divertido, le deposité con delicadeza en el asiento como si mi bocchan fuera de porcelana. Me limité a observarle de nuevo, sumido en mis pensamientos sobre nuevas ocurrencias románticas y... *ejem*, "traviesas" que podría hacerle. Mi amo es tan bello que necesitaría cientos de páginas para describirlo.
Me tiró de la chaqueta con una cara adorable.
-Sebastian -dijo-. ¿Pediste el camarote matrimonio como te dije?
-Claro que sí, maestro -me acerqué a su rostro-. Aunque deberíamos estar más preocupados por nuestra misión. ¿Está seguro de que quiere llevarla a cabo?
-Totalmente. No soy un cobarde.
-Eso no lo dudo. Pero me preocupa su seguridad... -le cogí de la mano y se la besé-. Bocchan, no pienso dejar que le ocurra nada, ¿me oye?
Sonrió, sarcástico.
-Por algo eres mi mayordomo... y mi amante -Ciel se acercó más a mí, pidiéndome otro beso. Se lo concedí encantado, abrazándole con ternura.

Después de unos minutos en los que terminamos de colocar el equipaje, partimos hacia nuestro destino.
-Su Majestad me comunicó que debemos actuar cuando ella lo avise, a menos que el enemigo actúe primero -informé a mi maestro-. En cuanto recibamos la señal, procederemos a eliminarle en absoluto secreto y sigilo. Recuerde que no es un sujeto fácil; puede tener compañeros en el barco. Debemos detenerle antes de que sea demasiado tarde.
-Lo sé, Sebastian. Es una situación de extrema gravedad. Debemos tratarla con cuidado.
Ambos sabíamos que esta misión no era como cualquiera de las que habíamos realizado. Su Alteza la reina no conocía un dato sobre su oponente que lo hacía el triple de mortal. Por suerte, nosotros sí, y sabíamos el peligro que corríamos.

Pero no iba a dejar que nadie tocara a mi Ciel. Ya lo podían intentar un millar de veces, que les sería imposible incluso rozarle.
No le fallaré en la vida, aunque eso implique mi muerte. Iba a amarle por el resto de la eternidad, y mientras su vida dure, le entregaré mi cuerpo y mi pasión con todo el sentimiento del mundo.

Bocchan tenía la mirada fija en todo lo que pasaba en el exterior del carruaje.
-Maestro, ¿qué mira tan atentamente afuera?
-¿Huh? Oh, nada, la verdad...
Sonreí.
-Entonces... ¿En qué piensa? -pregunté.
-Hmm -bufó, molesto. Adoro cuando se pone así.
-Venga, no sea tímido, me lo puede contar todo.
Con una expresión triste, me dijo:
-¿Cuántas palabras se necesitarían para expresar mi amor por ti, Sebastian?
Esa pregunta me dejó helado. Debo reconocer que mi joven amo siempre me sorprendía con sus palabras tan amorosas y llenas de afecto, ya que venían de alguien que estaba podrido por dentro por culpa del odio y la tristeza.
Acercándome, le contesté:
-Lo mismo que los besos que me faltan por darte; infinitos.
Nos besamos una vez más, yo sintiendo a mi bocchan gemir ligeramente como a mí me gustaba.
De los labios, pasamos a la lengua, y de la lengua a nuestras almas. Pude saborear una milésima parte de la suya, y me llenó tanto de satisfacción que no pude evitar alargar nuestro momento.

Después de unos segundos que parecieron horas, nos separamos lentamente, mirándonos a los ojos mutuamente. Por un momento, en su mirada divisé una lágrima que fue cayendo poco a poco por su mejilla.
Se la limpié preocupado.
-Maestro, ¿qué le ocurre?
-Nada, es solo que... -no pudo evitar ahogar un sollozo y cubrirse el rostro con las manos.
Sorprendido, le abracé contra mi pecho.
-Amo, ¿qué está perturbando su mente?
Se encogió aún más, buscando refugio en mis brazos como un niño indefenso. Me agarró con tanta fuerza que parecía que iba a rasgar mi vestimenta.
-¡Es la madre de Lizzie...! -consiguió decir.
-¿Qué pasa con ella?
Temí que fuera algo malo, ya que esa mujer era lo más parecido a una madre que tenía mi maestro. Aunque no es que le tratara con demasiado cariño, se querían mucho.
Viendo que no me contestaba, insistí.
-¡¿Bocchan?!
Ciel estalló en lágrimas.

-¡Ha muerto...!




Marea Alta (CielXSebastian)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora