Capítulo 6.

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Estaba en la habitación de mi ídolo, con él ahí delante, agarrándome la mano y abierto en canal explicándome cómo se sentía y cómo había empezado a sentirse atraído por mí. Y yo no tenía ni idea de qué decir.

- Justin, esto no está bien... Esto no es real.

-¿Pero por qué? - me dijo él pasándose una mano por el pelo nervioso.

- Porque pertenecemos a mundos diferentes. De verdad que lo siento, no sé cómo afrontar todo esto - dije levantándome y saliendo de la habitación.



Llegó el esperado veintidós de diciembre es decir, vacaciones de Navidad. El último e inútil día de clase en el que mi instituto siempre organizaba una merienda hasta que nos daban las notas. Pasé todo el día pegada a Meri y Laura, ya que en Navidad apenas nos veíamos.


- ¡Mamá, ya estoy en casa!

- Venid las dos a la cocina por favor. - nos dijo mi madre a mi hermana Elisa y a mí. Una vez sentadas las tres, soltó la bomba. - Nos vamos a pasar las vacaciones a Canadá.

Los tres segundos siguientes fueron los más largos de mi vida: Mi madre abrazó a mi hermana, la cual subió corriendo a su cuarto y empezó a hacer las maletas. Mi corazón empezó a latir tan fuerte que creía que se me iba a salir por la boca. Puede que incluso me desmayara ahí mismo.

- Verás Valeria, como ya sé que tu ídolo es de Canadá y que te estás esforzando muchísimo este curso, quiero hacerte este regalo. - me dijo mi madre - Nos vamos mañana y esta tarde quiero que te vayas de compras con tus amigas, ¿vale? Sé que no las vas a ver en casi un mes, así que ten - dijo dándome doscientos euros - Cómprate lo que quieras.

- Vale mamá, gracias. Pero... ¿Y todo este dinero?

- Verás, Val... He renunciado al trabajo y al llevar tantos años allí, el finiquito era bastante abundante.

- ¿Qué? ¿Por qué?

- Porque ya estoy muy mayor, cielo. Casi no estoy en casa y quiero pasar más tiempo con vosotras. Tú ya tienes diecinueve años, tu hermana dieciséis, y llevo muchos años perdiéndome varias cosas de vuestras vidas. Cuando se murió tu padre me encerré en el trabajo y quiero pedirte perdón por ello. No te preocupes, con los ahorros que tenemos y la pensión de viudedad tenemos de sobra.

- Muchas gracias mamá. Sé que no has estado muy presente estos últimos años, pero ambas lo entendemos, y te seguimos queriendo igual. Ha sido difícil para todas, pero te admiramos mucho. Has conseguido sacar adelante todo esto. - dije señalando la casa. - Te quiero.

Antes de irme al centro comercial con Laura y Meri, revisé mis redes sociales. No pude evitar escribir en Twitter: «Mañana me voy a Canadá. Realmente no sé quién está de mi parte en este momento, pero gracias. No puedo ser más feliz.»

Y es que esa era la verdad. Estaba viviendo uno de los momentos más felices de mi vida.



Nunca digas nunca. Historia de una Belieber.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora