Prólogo

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Estar pasado de peso en una época en la que la última moda era tener extremidades de fideo, parecía casi un pecado. Do KyungSoo no era precisamente obeso, tal vez sí un poco gordo, pero nada que no pudiese resolver en un par de meses con comida sana y ejercicios. Lamentablemente ese era el gran problema: KyungSoo era un amante declarado de la comida, en especial toda aquella que viniera en envolturas metálicas y que hincharan sus mejillas, brazos y piernas.

Hacía tres años que había comenzado a engordar y con cada kilo fue acostumbrándose a tal punto que aprendió a vivir con ello e incluso a amar su cuerpo. Sin embargo su situación dio un revolcón y se volvió complicada al entrar a la escuela secundaria.

Desde la primera semana de clases comenzó a hallar en su pupitre pequeñas notas escritas en post-its y pedazos de papel arrancados de los cuadernos, en los que, con un vocabulario hiriente y cruel, los chicos y chicas le señalaban cuán gordo era y lo mucho que los asqueaba tenerlo como compañero. Aunque se mantuviera inexpresivo y después de arrugar las notas las arrojara al bote de basura, la realidad era que siempre leía su contenido y aquellas palabras provocaban en su corazón grandes grietas que más tarde, a la hora del almuerzo, trataría de cubrir con más y más comida.

Tenía ya un mes en aquella escuela y había perdido la cuenta de cuántas notas con insultos había recibido. Nunca le preocupó saber de quiénes provenían, a decir verdad, prefería no conocer a los dueños de tales palabras. Al menos hasta que en lugar de sólo improperios, encontró también halagos en post-its rosas co forma de corazón.

Aquel día entró al aula a la misma hora de siempre, cuando ya casi estaba llena. Algunos se giraron a mirarlo con burla y otros simplemente lo ignoraron. Sujetó con fuerza los tirantes de su mochila y avanzó entre las filas de pupitres hacia el suyo, situado en una esquina hasta atrás. A menudo sentía envidia de los demás. Él no tenía ni un solo amigo, algunos estudiantes de otros salones lo saludaban a veces pero él no deseaba ser cercano a nadie. Siguió su rutina diaria; antes de sentarse echó una fugaz mirada a los letreros pegados con cinta a su lugar de estudio y prosiguió a quitarlo, pero el rosa en forma de corazón le hizo detener sus movimientos. En medio de tantos "Gordinflón", "Cerdo asqueroso" "Oing, oing", resaltaba un "Te veías lindo ayer".

Bufó y siguió con su tarea como todos los días. No era tan tonto como lo creían y jamás caería en un juego tan bobo como ese, por mucho que quisiera que fuese verdad.

No obstante, los halagos no cesaron por el resto de la semana, ni siquiera a la siguiente. Simplemente continuaban apareciendo. A KyungSoo ya comenzaba a cansarle la broma, la razón era que ya no podía evitar sonreír con cada "Eres adorable" o "Te queda bien el color verde". Necesitaba encontrar al culpable. Cuando lo hiciera, destrozaría cada hueso de su cuerpo.

Llegó a la escuela un lunes por la mañana. Todo fue justo como debía ser, no se salió ni un poco del protocolo. Caminó a su lugar, leyó la nota buena entre tantas malas y las desechó todas por igual.

Al sonar el timbre del almuerzo salió corriendo, pues había llegado su hora favorita del día. Fue de los primeros en llegar a la fila de la tienda de la escuela, compró tres panes, una soda, dos rebanadas de pizza de peperoni y extra queso y entonces se dirigió a las mesas. Para su mala suerte ya estaban casi todas llenas y por ningún motivo compartiría sitio por alguien más. Caminaba sin dejar de observar a su alrededor, en busca de un lugar vacío. No alcanzó a mirar hacia el frente cuando chocó con alguien y toda su comida cayó al piso.

Por lo general nadie le había prestado atención, pues sólo era el gordito sufriendo un pequeño inconveniente, pero delante suyo estaba Kim JongIn y la mitad de los estudiantes tenían sus ojos sobre ellos.

JongIn era uno de los chicos más guapos según KyungSoo, y ahí estaba, sonriéndole con nerviosismo mientras se disculpaba una y otra vez.

—De veras lo siento tanto, no te vi —repitió por cuarta vez, ayudando a KyungSoo con su comida. Recogió los panes que por suerte aún estaban dentro de su empaque y se los entregó—. Al menos esto se salvó.

KyungSoo no cabía en su vergüenza, qué imaginaría JongIn de él, viéndolo con tanta comida para él solo. Sin mirarlo a los ojos asintió y se dio media vuelta, pero aún no tenía a dónde ir.

—Si quieres puedes sentarte en nuestra mesa —ofreció JongIn y sus amigos no parecían estar en desacuerdo.

—Mm... gracias, pero comeré en las escaleras —se excusó y trató de escapar, pero al salir del área del comedor descubrió que JongIn lo estaba siguiendo.

—¿Te gusta comer en las escaleras? —preguntó animoso—. No te culpo, a mí me gusta también, pero si comes solo no es divertido.

Ese día no pudo quitárselo de encima, y a decir verdad tampoco quería hacerlo. Aunque JongIn provocaba cientos de mariposas en su estómago —y vaya que cabían demasiadas—, le gustaba estar con él porque era divertido y al contrario de sus compañeros, no hacía comentarios acerca de su peso.

  ❤ ❤❤ 

Esta historia se me ocurrió cuando vi Dream High porque amé la pareja de Pilsuk y Jason, y hasta ahora pude escribir. Las actualizaciones serán los fines de semana, ya sea viernes, sábado o domingo. 

Post-its de corazón / KaiSoo / SuChen / KrisHan / BaekYeol / SeBaekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora