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La semana pasada, fue una semana llena de estrés y peleas entre mi familia y yo. Todo se resume en que viviré con Nash y un amigo suyo en su casa, por unos meses, en los Ángeles. Tendré que tomar un bus a San Francisco cada vez que tenga que ir a la universidad por alguna clase o simplemente por un trabajo. Según ellos será más seguro que empezar a vivir sola al comenzar mis estudios.

Mi hermana ha llegado ayer, con la mala noticia de el rompimiento con su novio. Mi prima también llegó, dejando una sobre población en la casa, teniendo que dormir en el sillón, como buena anfitriona.

Me removía incomoda al sentir los grandes y duros cojines debajo de mí. El sillón era nuevo, y tenía los cojines no tan usados, por lo que estaban más duro de lo normal. Odiaba dormir en el acá, pero no había otra opción, ya que tenía en mi habitación a mi prima con su hermano durmiendo ahí.

La luz del poste se prendía y apagaba periódicamente, mi teléfono vibraba por las notificaciones que no cesaban desde que Nash subió una foto de ambos a una red social. Y mis pies estaban helados por la corta manta que me tapaba hasta los tobillos.
Me levanté rendida, busqué los calcetines por debajo de los grandes cojines del sillón, mala costumbre desde pequeña y me dirigí hacia la ventana arrastrando los pies por el frío piso de madera. Corrí la pequeña cortina transparente, más bien era como un visillo, dejándome ver una persona que se tambaleaba en las pequeñas veredas que habían a unos pasos de la puerta de entrada. Asustada me escondí y lancé un vistazo por un pequeño orificio que se hacía entre la ventana y la cortina.

Era un hombre, llevaba unos jeans negros y unos botines negros que no se lograban ver bien. También tenía puesta una sudadera de rayas.

No podía ver bien de quién se trataba, solo sabía que estaba muy mal, ya que se tambaleaba muy fuerte. El hombre se acercaba a paso lento hasta mi puerta, la que empezó a tocar fuertemente.
Mi corazón paró, y mi piel palideció rápidamente al reaccionar y pensar en lo que podía pasar. Al volver a la realidad, me moví y miré por el orificio de vidrio que había en la puerta principal.

Abrí la puerta de golpe al ver quién era, al estar toltalmente abierta, cayó rápidamente en mis brazos. Su aliento apestaba, y sus ojos derramaban lágrimas.

— ¿Nash?

Pregunté haciendo fuerza para tomarlo, ya que estaba apunto de caerse de mis brazos. Estaba muy ebrio.

— Soy un estúpido. La perdí por idiota.

Habló como un pequeño niño, más un poco de carisma en cada palabra arrastrada que tiraba su boca.

— No sé de qué mierda hablas Nash. Ahora debes irte a tu casa, a dormir.

Dije soltándolo para que se sostuviera solo. Lo cual no fue posible, ya que cayó nuevamente a mis brazos. Sus manos se posaron en mi cintura, y bajaron hasta mi trasero, dándole un apretón brusco.

— Damn, tú trasero es grande.

Dijo riendo, y lo empujé fuertemente enojada, gritando en susurro su nombre.

— ¡Nash! Que estés ebrio, no significa que puedas hacer lo que se te de la gana.

Después de largos caprichos, regaños y lágrimas de parte de mi amigo, decidió quedarse conmigo, en el sillón de la sala.

¡Más cómoda dormiré!  ¿no?

— Córrete.

Dije y saqué las manos de mi amigo que estaban al rededor de mi cintura. No se porqué, pero era extraño.

— Déjame.

Su voz se sintió en un susurro, y más encima con olor incluido, a cerveza y vodka.
Me di vuelta incómoda en el pequeño sillón que lograba soportar el peso de ambos.
Cuando estuve a punto de dormir, sentí que Nash me susurraba unas palabras a penas audibles para mis oídos que ya estaban totalmente dormidos.

BestFriends »Nash Grier«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora