33. Aroma a jazmín y...¿rosas?

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Un dulce aroma a jazmín me hace sentir a gusto, sé bien de quien se trata, ese aroma es particular de Fiorella. Pero este otro aroma es nuevo, un olor dulce y agradable, me siento cómodo y cada vez que me llega ese olor, me siento bien, es un olor...un olor a...¿rosas?
No conozco a nadie que huela a rosas, mi madre tiene un aroma a vainilla y Fio a jazmín, y si es ¿Brenda? No, eso no, a ella no le gustaba ese olor, entonces ¿Lilly? No, eso es completamente imposible, su olor no es ese, y no me sentiría así de bien con ella.

Trato de descubrir de qué o de quién se trata y al abrir mis ojos, una luz me da directo en el rostro lo cual me hace un poco difícil el abrirlos con normalidad.

-¿Señor Johnson? Puedo oír una voz de una mujer que me da la impresión de haberla escuchado antes, pero no veo de quien se trata. -¿Puede oírme? Pregunta esa voz de nuevo. Un simple débil "sí" sale de mis labios, pero no sé a que le respondo si aún no logró distinguir a nadie y menos de mi ojo izquierdo. De pronto una silueta se me acerca, tengo la vista borrosa, como si hubiera bebido unos 20 tragos pero no estoy ebrio.

-¡Ahh que alegría! ¡Finalmente despertó! Una mujer muy bonita vestida de blanco es la que me hablaba. Cabello negro y ojos grises que creo ya haber visto.

-¿En donde estoy? Pregunte tratando de entender lo que pasaba.

-Estás en el hospital. Me respondió la joven. Aún no entiendo qué hago aquí, en un hospital.

-¿Qué?¿Por qué?

-¿No lo recuerdas?

-¿Recordar qué?

-El accidente.

De pronto me empezó a doler la cabeza y me llegaron imágenes que eran recuerdos míos, iba conduciendo, luego una luz, hay sangre, voces, el rostro de un hombre.

-¿Fue muy grave? Pregunte.

-Bastante, les diste un buen susto a tu familia. Les avisaré que ya despertaste y traere al doctor para que te examine.

-¿Y el otro conductor, cómo está?

-Conductora, y ella está bien, salió hace una semana, no sufrió daños graves.

-Que bueno. Dije. Me acordé de la situación en que no podía sacar mi pierna derecha al quedar en el acelerador y el asiento y la descubrí enyesada y colgando en el arnes.

-Al parecer a las mujeres les gusta hacerme daño. Dije más para mí recordando el porque de que yo saliera tan furioso en mi auto.

-Yo no. Contesto la enfermera ante lo que dije. -Todo lo contrario, cuide de usted y me da gusto que por fin despertara. Me dio una cálida sonrisa y ahí recordé quién era, esa sonrisa es de la enfermera que cuidaba a Abby, Julia Bridges. Me sentí un poco avergonzado por lo que había dicho, ella es una mujer amable.

-¿Cuánto...cuánto tiempo llevó dormido? Me daba la respuesta a mi pregunta, no quería haberme perdido el cumpleaños de mi hija.

-Una semana y seis días. Vi un poco de tristeza en su mirada. -Pero lo bueno es que ya estás de vuelta. Y de nuevo su sonrisa se hizo presente.

Fue algo inevitable sonreírle también y recordé -¡En cuatro días! Dije casi en gritó. De verdad que asusté a la enfermera que hasta dió un sobresalto y me vio confusa.

-Mi hija, va a cumplir un añito en 4 días. Y debo estar allí.

-¿Abby ya cumplirá un año? Me preguntó Julia.

-Sí. Y tengo una gran fiesta preparada para ella. Globos y un pastel de chocolate, y le compré un vestidito, aunque Gonzalo le compró una pijamita. No puedo evitar sonreír cuando hablo sobre Abby. Y de seguro eso lo notó Julia que sonreía al escucharme.

-Tengo que salir de aquí ya. Le dije.

-Ahh no, eso si no se va a poder, ¿¡qué no ves como estás?! Acabas de despertar después de casi dos semanas en coma y ya te quieres salir así nada más.

-¡Por favor Julia!

-Más respeto caballero, enfermera Brigdes. Me ordenó jugando a imponente.

-Bueno, por favor enfermera Bridges, debe haber algo que pueda hacer está enfermera tan amable y simpática, para que este pobre hombre pueda irse y celebrar el cumpleaños de su única hija que tanto ama. Sé que eso fue como chantaje, pero algo debía hacer. Ella me miraba tratando de esconder su sonrisa divertida ante mis persuasivas palabras así que puse mi mejor mirada de súplica y finalmente respondió.

-¡Esta bien!¡esta bien! De acuerdo ¿¡sí?! Veré que puedo hacer para que puedas salir antes, pero ya no me veas así. Se sonrió amable y supe que había ganado.

-¡Gracias enfermera, eres la mejor! Le dije. Podré estar en casa pronto con mi hija y mi familia.

Julia salió de mi habitación, pero antes de que saliera, ya cuando ella estaba en la puerta, me llegó algo a la mente.

-Enfermera.

-Sí.

-Un olor, yo, percibe un agradable aroma a rosas, pero no sé a quién pertenece y aquí las flores que hay son margaritas, será posible ¿qué ese dulce aroma a rosas sea suyo? Vi como sus ojos se abrieron con asombro y su blanca tez se ruborizó, lo que me pareció lindo.

-Es...muy posible. Dijo casi en un susurro como si me hablara de algún secreto mientras bajaba un poco la mirada.

-¿Así qué eras tú?

-¿Yo qué? Pregunto ella aún asombrada.

-La dueña de ese olor a rosas que me hace sentir tan a gusto. La verdad, no planeaba decirle eso, pero me inspira confianza y me siento cómodo hablando con ella. Julia no me respondió, pero su rostro se pusó aún más rojo.

-Perdona si te incómode, no fue con mala intención.

-No...no t... no te preocupes. Dijo timídamente. Salió de la habitación.

Unos minutos llegó el doctor a examinarme y todo para asegurarse de que no sufriera de algo más, sólo me pidió que evitara llevarme más golpes en mi ojo izquierdo, ya que era peligroso de que fuese perdiendo un poco la vista de ese lado.

Unos minutos después llegó toda mi familia, entre besos, abrazos y lágrimas todos se alegraron de verme y yo a ellos, sólo faltaba una personita muy especial para mí, mi linda Abigail que se quedó en casa con mi tía Dalia. Espero con ansias poder volver y verla, con esa sonrisita y esos ojitos verdes que me hacen sentir un papá dichoso y feliz de tenerla a ella conmigo.

La Princesita de Papá.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora